UNA ACORDEONISTA EN TEL AVIV
Por
Miguel Izquierdo
Morelos
Caminando por la calle Allenby
oigo entre los transeúntes un valsecito nostálgico que me obliga a parar y
acercarme a quien lo toca. Sobre la
banqueta, recargada en la pared de un local abandonado, una anciana interpreta
con mirada perdida una canción eslava que habla de su nostalgia. Apenas termina la pieza le pregunto en ruso
de dónde es, pues me ha parecido su tonada de algún país de la ex Unión
Soviética. Me mira a los ojos y con
cierto gusto por hablar en una lengua familiar, dice que es de Ucrania. Le pregunto por su familia. “Sólo me queda mi hija y mi nieto”,
contesta. Lleva ya siete años en
Israel. Le pido una canción de su pueblo
natal. Hay muchas, me dice, y se acomoda
para ejecutar la que viene a su mente.
Mientras toca observo a su lado sobre el suelo, la tapa de la caja de
cartón en que recibe las monedas de los paseantes, del otro, el carrito de
ruedas en que seguramente carga su acordeón y la silla en que se sienta a sus
setenta y tantos años. No le queda voz
para cantar a esta edad, su mejor desempeño está en sus dedos, brazos y en el
diálogo interno de su corazón-acordeón, que tanto me ha conmovido. Me regala otras piezas y de paso empieza a
sonreír contestando preguntas sobre su vida. Cuando me despido, toma mi cabeza
con ambas manos y me planta un beso en la boca.
Bella sigue siendo esta anciana
de mirada perdida, en su soledad de inmigrante, ante el bullicio de los jóvenes
que dan vida a Tel Aviv.
Del capítulo: Israel y sus
peregrinos. Libro colectivo: Viajar perjudica a tu salud, de Editorial
Moleskin, España, 2010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Deja tu comentario y suscríbete!