viernes, 10 de marzo de 2017

LUIS ANGUIANO El Fonógrafo


EL FONÓGRAFO

Por 
Luis Anguiano
Morelos

Como casi siempre suele suceder, se requiere más espacio, por tanto, me dí a la tarea de limpiar el cuarto de los trebejos… bolsas, zapatos, ropa, herramientas, cuadros, libros, etc. Lo que guardamos por si se ofrece.

Al final, en una esquina, en la penumbra, una caja; su color debió haber sido vino, estaba roída y lastimada por el paso del tiempo; una manija al frente  llamo mi atención.

La caja no mediría más de 40 cm de ancho por 20 de alto. Al abrirla con sorpresa me encuentro con un olor penetrante a viejo de humedad, en el lateral izquierdo una especie de aguja  para marcar no sé qué.   Al centro, un plato  de 20 cm de diámetro y un pivote perfectamente alineado. Una especie de palanca  que sobresale del plato de lado derecho.

Tiradas sobre su base algo así como una pequeña trompeta rota. Ya abierta y de frente un compartimiento que contiene 5 discos de acetato negro con surcos muy finos, no cabe la menor duda es un fonógrafo, que quizá data de 1920. ¿Qué? Si, casi 100 años. ¡IMPOSIBLE!  

De inmediato me tele transporto  e imagino a Thomas Alva Edison pensando absorto: ¿Cómo capturar el sonido? ¡Si! El sonido se puede guardar, grabar, reproducir.

El acetato contiene una serie de surcos milimétricos,  ¿será?  Solo surcos continuos por cada lado.

¡NO! ¡IMPOSIBLE!  No existen cables para enchufar, ni cables para  bocinas, y si das vuelta a la manivela, el plato central inicia un leve giro. Ósea, ¿cómo? Bocinas no tiene, solo un hueco, no entiendo.

Apenas observando con una lupa se aprecian surcos como los de un arado en la tierra: irregulares y de diferentes profundidades. Me imagino como Edison  pudo sentir, pensar y percibir  de forma vaga. ¿Cómo  atrapar el sonido? Las vibraciones, ¡claro! Cuando inflamos un globo, lo sostenemos entre nuestras manos y hablamos; sentimos el sonido vibrar. ¡Ahí está!

La pregunta  habría sido cómo guardarlo, mantenerlo, grabarlo y reproducirlo.
La magia del pensamiento creativo, ¡está frente a mí!

Rápidamente coloco el acetato, giro la manivela e inicia su recorrido, coloco la aguja  muy parecida a la de un alfiler pero más gruesa y de acero; en ese preciso instante se rompe el silencio, graznidos, chirridos y chasqueos inundan la habitación  y ¡sorpresa! ¡Ahí está!

Me doy a la tarea de construir una trompeta en forma de cucurucho e inserto la aguja nuevamente, insisto y coloco sobre el acetato la aguja-cucurucho, la estridencia se hace más fuerte y clara, ¡sí! ¡Es una canción!

Al centro del acetato una etiqueta  que se alcanza a leer: 1965, los Rockin Davils,  y el tema Bule Bule.

52 años después, el pasado me alcanza y me entrega en mi propia mano el inicio del maravilloso mundo sonoro. Y entonces pienso… (PRESUMIDO) ¿Habrá quien se sorprenda igual que yo?

Una USB llega a  guardar 1,000 canciones  y yo, con el fonógrafo de apenas dos. Un armatoste, el tatarabuelo del reproductor del sonido guardado, pasando por el LP, la cinta magnética, los cartuchos de 8 y 4 tracks, los cassettes, los CD’s, el USB, el internet y miles y miles de canciones para nuestro disfrute..  ¡Y ahí está! ¡ASÍ NACIÓ!








No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Deja tu comentario y suscríbete!