A PROPÓSITO DEL 8 DE MARZO
Por
Enrique Durand
Morelos
Un ocho de
marzo más, en el que las y los politic@s utilizan las tribunas (muchas) para
hablar, unas, de toda la lucha de las mujeres para alcanzar la igualdad buscada
desde hace mucho tiempo, y otros, mencionando el esfuerzo que se ha hecho en su
beneficio (de ellas) pero reconociendo que falta mucho por hacer.
Hubo de
todo, desayunos, comidas, cenas, ceremonias, foros, mesas de trabajo, en donde
se habló en todos los tonos, desde el amistoso y tranquilo, hasta el de
confrontación y exigencia, pero en todos lados pidiendo lo mismo: igualdad,
equidad y justicia.
Y sí, definitivamente los hombres
hemos sido los abusadores del mal llamado sexo débil, calificativo que afortunadamente ya está
pasando a la historia, sin embargo así como se dice que el hombre es el lobo
del hombre, en muchas ocasiones es la misma mujer la que abusa o discrimina a
la mujer.
He visto
como alguna mujer que llega a cierto cargo, es la primera en pedir la renuncia
de mujeres, simplemente porque no pertenecen a su partido político o grupo de
amistades, aún cuando en sus discursos se reconocen como feministas; en otros
casos se aprovechan de trabajos o proyectos que otras hicieron adjudicándoselos
como propios.
Y en eso de
juzgar, caemos hombres y mujeres por igual, cuando alguien no coincide con
nuestros pensamientos y en eso, insisto, hombres y mujeres agarramos parejo.
Por eso
recordé lo que un hombre hizo a favor de una mujer, rompiendo con una serie de
leyes y tradiciones practicadas durante siglos por un pueblo cargado de una
fuerte religiosidad.
Este hombre
se llamaba Jesús, a quien los escribas y fariseos le llevaron a una mujer que
según dijeron fue sorprendida en el mismo acto de adulterio y según la ley
debía ser apedreada hasta la muerte. ¿Tú que dices? Le preguntaron los
acusadores de la mujer, muchos de ellos (supongo) ya con piedras en las manos y
dispuestos a arrojárselas.
Dice esta
Historia Bíblica, que Jesús, inclinado hacia el suelo, y ante la insistencia de
aquellos hombres (me imagino que también había mujeres), les dijo: “el que de
ustedes esté sin pecado sea el primero que arroje la primera piedra”, pero
ellos acusados por su conciencia, salieron uno a uno, empezando por los mas
viejos hasta los jóvenes; quedando solo Jesús y la mujer que estaba en medio.
Jesús levantando la vista preguntó: Mujer ¿dónde están los que te juzgaban?
¿ninguno te condenó?
Ella dijo:
ninguno Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete y no peques más.
Al referirme
a esta historia que aparece en el Evangelio de Juan Capítulo 8, no tiene mayor
finalidad que resaltar que el amor y la misericordia, que no es más que la
consideración y respeto que debemos, o mejor dicho deberíamos tener frente a la
condición y necesidades de los demás, es decir los amigos, vecinos, compañeros
de trabajo, conciudadanos, aun con quienes difieren de nosotros; y si nuestros
gobernantes y representantes lo hicieran, créanme viviríamos sin tantas
diferencias de todo tipo, económicas, políticas, comerciales, familiares; en
fin, sería prácticamente otro mundo.
Creo que sí
se puede y terminaríamos con las desigualdades, la prepotencia, el abuso, la
injusticia, la corrupción y mucho más de la problemática social.
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