viernes, 10 de marzo de 2017

ENRIQUE DURAND A propósito del 8 de marzo



A PROPÓSITO DEL 8 DE MARZO

Por 
Enrique Durand
Morelos


Un ocho de marzo más, en el que las y los politic@s utilizan las tribunas (muchas) para hablar, unas, de toda la lucha de las mujeres para alcanzar la igualdad buscada desde hace mucho tiempo, y otros, mencionando el esfuerzo que se ha hecho en su beneficio (de ellas) pero reconociendo que falta mucho por hacer.

Hubo de todo, desayunos, comidas, cenas, ceremonias, foros, mesas de trabajo, en donde se habló en todos los tonos, desde el amistoso y tranquilo, hasta el de confrontación y exigencia, pero en todos lados pidiendo lo mismo: igualdad, equidad y justicia.

Y sí, definitivamente los hombres hemos sido los abusadores del mal llamado sexo débil,  calificativo que afortunadamente ya está pasando a la historia, sin embargo así como se dice que el hombre es el lobo del hombre, en muchas ocasiones es la misma mujer la que abusa o discrimina a la mujer.

He visto como alguna mujer que llega a cierto cargo, es la primera en pedir la renuncia de mujeres, simplemente porque no pertenecen a su partido político o grupo de amistades, aún cuando en sus discursos se reconocen como feministas; en otros casos se aprovechan de trabajos o proyectos que otras hicieron adjudicándoselos como propios.

Y en eso de juzgar, caemos hombres y mujeres por igual, cuando alguien no coincide con nuestros pensamientos y en eso, insisto, hombres y mujeres agarramos parejo.

Por eso recordé lo que un hombre hizo a favor de una mujer, rompiendo con una serie de leyes y tradiciones practicadas durante siglos por un pueblo cargado de una fuerte religiosidad.

Este hombre se llamaba Jesús, a quien los escribas y fariseos le llevaron a una mujer que según dijeron fue sorprendida en el mismo acto de adulterio y según la ley debía ser apedreada hasta la muerte. ¿Tú que dices? Le preguntaron los acusadores de la mujer, muchos de ellos (supongo) ya con piedras en las manos y dispuestos a arrojárselas.

Dice esta Historia Bíblica, que Jesús, inclinado hacia el suelo, y ante la insistencia de aquellos hombres (me imagino que también había mujeres), les dijo: “el que de ustedes esté sin pecado sea el primero que arroje la primera piedra”, pero ellos acusados por su conciencia, salieron uno a uno, empezando por los mas viejos hasta los jóvenes; quedando solo Jesús y la mujer que estaba en medio. Jesús levantando la vista preguntó: Mujer ¿dónde están los que te juzgaban? ¿ninguno te condenó?

Ella dijo: ninguno Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete y no peques más.

Al referirme a esta historia que aparece en el Evangelio de Juan Capítulo 8, no tiene mayor finalidad que resaltar que el amor y la misericordia, que no es más que la consideración y respeto que debemos, o mejor dicho deberíamos tener frente a la condición y necesidades de los demás, es decir los amigos, vecinos, compañeros de trabajo, conciudadanos, aun con quienes difieren de nosotros; y si nuestros gobernantes y representantes lo hicieran, créanme viviríamos sin tantas diferencias de todo tipo, económicas, políticas, comerciales, familiares; en fin,  sería prácticamente otro mundo.

Creo que sí se puede y terminaríamos con las desigualdades, la prepotencia, el abuso, la injusticia, la corrupción y mucho más de la problemática social.





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