DEVALUACIÓN
DE LA PORNOGRAFÍA
DE LA PORNOGRAFÍA
Por
Daniel
Zetina
Querétaro
No haré historia aunque sí escribo con nostalgia. A
los 14 años buscaba en el clóset de mi tío Gerardo –un soltero borrachón– sus
revistas pornográficas. Las escondía arriba, casi a tres metros de mi ansiedad.
Con escaleras hechizas alcanzaba ese placer: las hojeaba lentamente, encerrado
en una habitación y luego hacía caso a mis hormonas.
En
aquellas páginas descubrí no sólo el cuerpo femenino, esa otredad irresoluta,
sino el placer de ver. De ver y de conocer lo que los adultos editaban para
deleitarse. Aunque la pornografía estaba vedada socialmente para los
adolescentes de mi edad, la masturbación asistida por Playboy era moneda común.
Además de lo clandestino de dichas revistas no
parecía haber nada malo en ellas, es decir, se entendía como un placer no como
un vicio, que significaba de alguna manera la pertenencia o el arribo a la vida
adulta, por lo menos físicamente.
Nunca
compartí con nadie esos pequeños gustos eróticos, pero todo estaba claro para
mí: la pornografía era un ingrediente más del mundo de los adultos; algo que
tenía como fin el esparcimiento, la diversión, el autoconocimiento, el interés científico del hermoso cuerpo femenino.
No me volví aficionado a ella, pero siempre que lo quise, estuvo ahí con sus
virtudes.
Tiempo
después, también me convertí en un pequeño adulto y me di cuenta de que la
pornografía abarcaba otros aspectos como depravación, explotación de adultos y
de niños, negocios millonarios, acceso para cualquier niño desde internet… y
todo cambió.
Se me
puede tachar de ingenuo, pero lo diré: ya no es la pornografía un medio y ya no
presta un servicio social. No. Ahora
es todo tan rápido: los padres no educan a sus hijos, la sexualidad inicia en
la pubertad, la degeneración está en cada esquina. No es que se acabe el mundo,
pero sí es cierto que la pornografía ha rebasado límites y no se sabe en dónde
esté ahora. Hace años en Europa se supo del comercio sexual de padres e hijos
en diferentes ciudades; un comercio local, los mismos vecinos lo ejercían. Una
aberración. Y muchas más hay.
La
pornografía es el fin de muchos, pero ya no sólo como un hecho visual, sino
como un coto de poder, corrupción, violencia. Sin duda la pornografía ya era
así cuando yo nací, pero por años creí que podría ser algo útil, socialmente
necesario.
Por
eso, cada vez que tengo el ánimo de buscar algo porno me frena la aplastante
oferta, las novedades que son delito, la facilidad con que se consigue. Eso
desanima. Eso da coraje. Es más fácil conseguir pornografía que ganas de
masturbarse.
Mientras la
pornografía sea un fenómeno social en el mundo de los adultos, puede tener
ventajas; de otro modo no. La pornografía como un acto irreflexivo, vacío, casi
cobarde, no me parece grata.
***
¿QUIÉN ES
DANIEL ZETINA?
Escritor,
editor, tallerista. Ha publicado poesía, cuento y novela, además de géneros
periodísticos en prensa, medios digitales y libros. Vive en Querétaro, donde se
dedica a su pasión de letras y libros desde Ediciones Zetina. @DanieloZetina,
edicioneszetina@yahoo.com
Favor de eliminar este testo del blog, gracias
ResponderEliminar