viernes, 3 de marzo de 2017

DANIEL ZETINA

DEVALUACIÓN 
DE LA PORNOGRAFÍA

Por
Daniel Zetina
Querétaro

No haré historia aunque sí escribo con nostalgia. A los 14 años buscaba en el clóset de mi tío Gerardo –un soltero borrachón– sus revistas pornográficas. Las escondía arriba, casi a tres metros de mi ansiedad. Con escaleras hechizas alcanzaba ese placer: las hojeaba lentamente, encerrado en una habitación y luego hacía caso a mis hormonas.

            En aquellas páginas descubrí no sólo el cuerpo femenino, esa otredad irresoluta, sino el placer de ver. De ver y de conocer lo que los adultos editaban para deleitarse. Aunque la pornografía estaba vedada socialmente para los adolescentes de mi edad, la masturbación asistida por Playboy era moneda común.

            Además de lo clandestino de dichas revistas no parecía haber nada malo en ellas, es decir, se entendía como un placer no como un vicio, que significaba de alguna manera la pertenencia o el arribo a la vida adulta, por lo menos físicamente.

            Nunca compartí con nadie esos pequeños gustos eróticos, pero todo estaba claro para mí: la pornografía era un ingrediente más del mundo de los adultos; algo que tenía como fin el esparcimiento, la diversión, el autoconocimiento, el interés científico del hermoso cuerpo femenino. No me volví aficionado a ella, pero siempre que lo quise, estuvo ahí con sus virtudes.

            Tiempo después, también me convertí en un pequeño adulto y me di cuenta de que la pornografía abarcaba otros aspectos como depravación, explotación de adultos y de niños, negocios millonarios, acceso para cualquier niño desde internet… y todo cambió.

            Se me puede tachar de ingenuo, pero lo diré: ya no es la pornografía un medio y ya no presta un servicio social. No. Ahora es todo tan rápido: los padres no educan a sus hijos, la sexualidad inicia en la pubertad, la degeneración está en cada esquina. No es que se acabe el mundo, pero sí es cierto que la pornografía ha rebasado límites y no se sabe en dónde esté ahora. Hace años en Europa se supo del comercio sexual de padres e hijos en diferentes ciudades; un comercio local, los mismos vecinos lo ejercían. Una aberración. Y muchas más hay.

            La pornografía es el fin de muchos, pero ya no sólo como un hecho visual, sino como un coto de poder, corrupción, violencia. Sin duda la pornografía ya era así cuando yo nací, pero por años creí que podría ser algo útil, socialmente necesario.

            Por eso, cada vez que tengo el ánimo de buscar algo porno me frena la aplastante oferta, las novedades que son delito, la facilidad con que se consigue. Eso desanima. Eso da coraje. Es más fácil conseguir pornografía que ganas de masturbarse.

Mientras la pornografía sea un fenómeno social en el mundo de los adultos, puede tener ventajas; de otro modo no. La pornografía como un acto irreflexivo, vacío, casi cobarde, no me parece grata.
***


¿QUIÉN ES DANIEL ZETINA?


Escritor, editor, tallerista. Ha publicado poesía, cuento y novela, además de géneros periodísticos en prensa, medios digitales y libros. Vive en Querétaro, donde se dedica a su pasión de letras y libros desde Ediciones Zetina. @DanieloZetina, edicioneszetina@yahoo.com

1 comentario:

¡Deja tu comentario y suscríbete!