viernes, 10 de marzo de 2017

DANIEL ZETINA, Paternidad y vida laboral




PATERNIDAD Y VIDA LABORAL

Por 
Daniel Zetina
@DanieloZetina
Querétaro


Trabajar para una empresa y ejercer una paternidad responsable parece incompatible. Por años decidí trabajar por mi cuenta para encargarme de mi ser padre de la forma más luminosa posible y lo logré. Con altos o bajos, tuve oportunidad de estar con mi hija, llevarla a la escuela, recogerla, nutrirla, cuidarla en sus enfermedades, entre otros, pero sobre todo tuve tiempo para jugar con ella, enseñarle mis valores, mostrarle lo maravilloso que puede ser el mundo y que el conocimiento del mismo es infinito, además de iniciarla en el maravilloso mundo de la lectura. Fue idílico y los resultados son igual maravillosos.

Con el tiempo, las decisiones erróneas y la traición de una mala persona, toqué fondo y tuve que volver a trabajar para algún tercero, como maestro. Fue una tabla de salvación, una forma de recuperar equilibrio. Al principio tomé clases por horas, con lo que tenía tiempo, pero después acepté trabajos de “tiempo completo”.

De acuerdo con el artículo 123 de la Constitución mexicana, la jornada laboral no debe exceder ocho horas diarias. En la docencia, suele ser matutina, entre las 6:30 y las 15:00 horas. Si bien esto ya reduce las posibilidades de vida paterna, en la práctica, además, las escuelas exigen que se acuda a eventos fuera de horario y la carga laboral suele terminarse muchas veces en casa. No existe pago de horas extra. Es un mal que aqueja a nuestro país. Se piensa que más tiempo es mayor productividad, aunque estudios al respecto demuestran lo contrario.

¿Entonces a qué hora se es padre? Si uno tiene la confianza de los hijos y un buen historial con ellos, la cosa puede fluir más o menos bien en los cortos tiempos de convivencia que quedan; pero si has tenido trabajos de este tipo siempre, la cosa se complica aún más.

En mi caso, decidí ser padre y disfrutar de ello. Criar, no solo mantener. Acompañar, enseñar, ser ejemplo y guía. Aquí la ecuación falla, porque para que eso suceda se necesita tiempo… y dinero, sin duda. Pero, ¿qué será más importante, que un niño reciba más cosas de las que da el dinero o el amor y la atención suficientes?

Por eso digo que es incompatible una cosa con la otra. Hay que elegir, o padre o empleado, según parece. Una empresa nunca entenderá esto, porque su objetivo es la productividad. Y un padre puede pasar la vida esperando las vacaciones para estar con sus hijos.

Hay muchas circunstancias, que pueden matizar este tema. Cuando he dicho que mi prioridad es mi hija, mi empleador suele restar importancia al caso. Me preguntan si la niña tiene una madre que se encargue de ella o si no la puedo dejar con alguien o si no puede estar en una escuela de tiempo completo. Incluso mis compañeros cuestionan lo mismo. No hace falta responder esas preguntas.

La situación obliga a tomar una decisión entre volver al camino de un negocio propio, con los riesgos y virtudes que eso tiene; o aceptar las circunstancias —podríamos decir patriarcales— del trabajo bajo contrato para una empresa y renunciar total o parcialmente a la paternidad.

¿Tú qué harías?

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