jueves, 27 de abril de 2017

SERGIO CONDE, Repaso en San Miguel



REPASO EN SAN MIGUEL

Por
Sergio F Conde  
Morelos

Este miércoles fui al DF a recoger una documentación de carácter contable... Con lo que me choca ir por allá. Aproveché la ida para acudir al Registro Civil por unas copias de mi acta de nacimiento y... zape, un gentío que se diluyo cuando leí que se pueden tramitar por Internet... como ese tiempo lo tenía destinado a ello, pos que aprovecho y ni tardo ni perezoso que me lanzo a la estación Juanacatlán para visitar mis calles de goce preadolescente y juvenil.

También pase a la vecindad donde vivían Rogelio y la palomilla, que realmente se centraba en Rogelio. Esa sí está muy cambiada porque los nuevos dueños de las casas las modificaron, les aumentaron pisos y pusieron una gran jardinera con un arbolón en medio, justo al centro del área común donde jugábamos tochito o luchas libres. Ahora ya no podríamos jugar ahí, ni siquiera lograríamos entrar porque ya pusieron reja con interphone y no entras a la vecindad sin previo aviso al que visitas.

Caminé gustoso esas calles de la manzana donde estaba "El Puente" que fue tienda de mi padre; la tlapalería del Sr. García; la farmacia de Don Polo y lo más bonito: mi casa, ahí donde nací.

Al llegar a la estación Juanacatlán salí como en las tardes después del trabajo en Bursamex, casa de bolsa, allá en los finales de los ‘80s, cuando mi familia ya estaba en Cuautla: Subir las escaleras hasta salir a Pedro Antonio de las Santos, vuelta izquierda en Gómez Pedraza, a la derecha por Protasio Tagle hasta el número 22, mi casa, pero ahora seguí de frente después de contemplarla y llegar a la esquina con Alumnos y la ultima vuelta a la derecha, ya por Pedro Antonio de los Santos, hasta retomar la entrada en la estación Junacatlán, al subterráneo del metro, llegar a Taxqueña, la estación de los autobuses, para regresar a mi nuevo hogar, hasta ahora el último, donde nuevamente estamos solos.

Cada paso me dio la oportunidad de recordar así, pasito a paso, un sin número de vivencias, de alegrías hoy convertidas en nostalgia, sobretodo del rápido paso del tiempo al ver lo altos que ya están aquellos arbolitos de las calles, tanto que ahora las hacen ver distintas por las sombras que generan y porque tapan las fachadas de las casas de los Irigoyen; de la tintorería en el 18 de Gómez Pedraza, que era de mis padres y ahora es casa de mi hermano mayor; de los Guerrero; los Gavaldón; de la tía Feliza; del salón de Belleza de las primas Martha, Claudina, Nela y Ángeles; de la Gancita, ahora esposa de Carlos Fuentes, y del Príncipe; de los alemanes altototes; de mi casa y las de los vecinos en Alumnos. 

Casi no ha cambiado la fisonomía del barrio. Prácticamente se conservan todas las casas y edificios, la privada donde vivía “el Chorrito” del programa radiofónico “La casa de Huéspedes Mejoral” de la Marquesa Solares. Fue tan agradable que hasta sentí el caminar de la gente de entonces, de Margarita - la cocinera de mamá - yendo por su pulque y las teleras del medio día para podernos hacer el tercio de telera calientita, rellena con esos frijoles negros refritos, exquisitos… ya no he vuelto a probar otros así de sabrosos.

Mi casa, la de los Conde-Mata - ahora abandonada - no deja de ser regia, preciosa, con poquísimos cambios que al exterior le hicieron, comenzando por la banqueta que ya esta sin la roturas que los árboles de colorín hicieran y que ahí están todavía, como firmes guardianes de mi pasado. Solo cambiaron el portón por un arco a cuadros de herrería tubular en la parte alta y una puerta metálica a cuadros que no deja ver nada hacia adentro; rejas cuadriculadas de acero cuadrado en las tres ventanas de la sala así como al ventanal del que al final fuera el comedor donde celebrábamos las cenas de Navidad. Las cuatro esquinas de Tagle y Alumnos están igualitititas, sólo falta “Almanza”, flaco policía que resguardaba la casa del general encargado de la seguridad metropolitana. Qué risa me dio el día que salió corriendo tras el coche que acaba de golpear otro automóvil, creyó que lo podría alcanzar a pie.


Aquí termino este paseo del camino por mi ayer, por mis calles de San Miguel Chapultepec, por mi vida que en esos escasos 35 minutos, paso en imágenes queridísimas, añoradas, que doy gracias a Dios por haberlas vivido

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