CONCURSO DE ORATORIA.
TORTURAS, TERRORES Y ¿HORRORES ESCOLARES?
Por
Edgary Vázquez
Morelos
-Bueno jóvenes, lo importante es que ya todos estamos
aquí. Ustedes, acomódense en el lugar que tienen asignado en la mañana, ya
prefectura realizo los ajustes correspondientes; Gabriel, ven, acompáñame, tú
debes estar con los demás competidores.
Caminé siguiendo al maestro Bernardo. No tenía
escapatoria alguna, tomé mi lugar en las sillas que habían colocado para los
competidores, y esperé.
Sorteo, el último. No sé si era de buena suerte o
es el destino, me está tocando cerrar en cada participación. En el jurado está el
director y la subdirectora, otra vez la presidenta de la academia de español y
otros dos profesores que supongo son de la tarde, nunca los había visto.
El nivel es mayor, son muy buenos todos, pensé que
los de primer grado no lo harían tan bien, pero… ¡ufff!, debo aprender a controlar los nervios. La chica que pasó
antes de mi es muy, muy buena, realmente creo que ella será la ganadora.
Finalmente, mi participación. En un turno diferente
al mío, con mi grupo aplaudiendo, gritando y chiflando cuando me presentaron;
mis padres y hermanos también vinieron. La explanada se ve enorme, con la
mirada observo toda la plaza llena, las gradas, sin lugar alguno para nada ni
nadie más. Cierro los ojos, respiro hondo, me encomiendo a todos los santos y
empiezo.
Estoy… diferente, el escenario es mío; hablo,
gesticulo, me muevo. No solo como declamación o ante un tema de oratoria, mi
cuerpo, responde y reacciona como si fuera un actor. En un momento dado, me
tiembla la voz, son los nervios, sin pensar lo aprovecho para citar una frase
que leí en uno de los libros que me prestó el maestro Bernardo; cierro los
ojos, una lagrima se escapa de mi ojo izquierdo, parece que me caigo y me
desvanezco para levantarme con firmeza y energía, elevando la voz ante la
respuesta de un ser vencido que se niega a morir. Con voz firme, de trueno,
desconocida para mí, a veces, apenas un susurro, dependiendo las palabras a
decir, acordes a mi entonación. Claro, tengo un micrófono que hace que las
entonaciones sean percibidas hasta por la última persona.
Siento la mirada de todos los presentes pero es
como si no estuvieran ahí; me olvido del jurado, de mis padres, compañeros, los
de la tarde… de todos; pareciera, que estoy solo, en un monologo propio de
alguien que lleva años dedicándose a esto. Finalmente, el cierre, que sin
proponérmelo, resulta emotivo, como el de un ser que acaba de perder a su amada
ante una terrible y trágica muerte. Nuevamente, lágrimas ruedan por mis
mejillas, no hago el menor intento por ocultarlas, agacho la cabeza, en señal
de un ser vencido y, un apenas audible: ¡Gracias!
No pasa nada. Nadie se mueve, nadie dice nada,
ninguno reacciona… Esto es muy bueno, o muy malo. Acto seguido, al unísono,
aplausos, bravos, vivas y hurras. Mi grupo empieza a corear mi nombre y en un
instante, toda la escuela, los de la tarde, hacen lo mismo.
Es indescriptible esta sensación, increíble y
única. Nunca, ni en mis más locos sueños, lo hubiese imaginado siquiera. Me
deleito observando esta escena y una sonrisa se forma en mi rostro.
-Pues, parece que tenemos un claro ganador- Menciona
el director al hacer uso de la palabra. Me entregan un reconocimiento, una
pequeña estatuilla y me dicen que representare a la escuela en la siguiente
fase.
Fue… la gloria este momento, mis padres y hermanos
lejos de mí, dejan que disfrute el mismo; a mi alrededor se juntan mis
compañeros y me cargan, como si fueran a aventarme, igual que en las bodas;
finalmente me bajan ante la llamada de atención de algunos profesores.
Todo está pasando demasiado rápido, no atino a reaccionar
ni a decir nada, solo me relajo y disfruto el momento. Gané. ¡Gané! ¡Dios, aun
no lo puedo creer! Creo que los sueños
sí pueden ser posibles con trabajo y empeño. ¿Qué sigue ahora?, ¿la estatal? Lo
que sea, estoy y me siento con ganas de enfrentar y ganar lo que se me ponga
enfrente. ¡See yeess!
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