LA PAELLA DE DON CARLOS MORERA
(Crónica descriptiva de un recuerdo)
Por
Luis Anguiano
Morelos
Corrían los años sesentas, recuerdo a Don Carlos
Morera parado en el acceso principal entre el área de bar y cocina del
Restaurante Savoy, del hotel de lujo,
Los Canarios.
Su porte y presencia era realmente impactante o por
lo menos así me lo parecía a mí. Con una altura aproximada de 1.70, cabello
rubio, lacio y medianamente largo que en ocasiones cubría parte de su cara;
ojos azules, frente amplia y robusto; en la boca un habano que lo
caracterizaba; un anillo de oro y en la muñeca izquierda un reloj también de
oro que más parecía esclava porque no se sujetaba a su mano, seguramente dos o
tres eslabones sobraban.
El Restaurante Savoy marcó toda una época. Las
grandes comilonas y festejos no se hacían esperar: cumple años, bodas,
bautizos, quince años se celebraban con grandes viandas; al fondo del
restaurante un espacio diseñado exprofeso para los músicos, llegando a tocar
Don Alfonso Morquecho, la orquesta de ingeniería, Carlos Campos, el Maestro
Ojeda y la marimba de los hermanos López. En varias ocasiones vi a Don Carlos
desplazarse de forma majestuosa abriendo los brazos y con el puro en la boca
solicitar a Lupita, lo acompañara para bailar un paso doble, lo cual me trae a
la memoria Los Bocheros, Los Churumbeles de España e incluso al gran maestro
Agustín Lara con el tema Silverio, Silverio Pérez, el príncipe milagro de la
fiesta más bellaaaa…
En el área de cocina, siempre supervisando y dando sus
últimos toques Don Carlos, con su linda e inseparable Doña Lupita, mujer activa
y trabajadora con la cual procreó 5 hijos: Carlos, Carmelita, Jorge, Magdalena
y Gerardo.
Por las tardes noches casi cerrando el restaurante,
Don Carlos se reunía en ocasiones con buenos amigos, entre ellos mi padre… grandes
e interminables charlas. Yo observaba a don Carlos. Miguel Ángel, entonces como
gran clarividente, acercaba una caja de madera que contenía habanos que eran repartidos
entre los comensales; él tomaba uno y con un palillo perforaba el habano se lo
llevaba a la boca y con cerillos de madera lo prendía, una gran bocanada de
humo aparecía, el tiro era perfecto, otros lo cortaban o mordían escupiendo el
tabaco; nunca vi a don Carlos tirar la ceniza, ésta generalmente caía en su
camisa.
Cuál era mi sorpresa cuando le pedía al
mesero en turno, al buen Miguel Ángel o Díaz (que más parecían familiares
que trabajadores), trajera algo para picar. Miguel Ángel o Díaz, se perdían
entre las sombras del restaurante a media luz, y en poco tiempo reaparecían
como magos: en su mano derecha portando un gran platón conteniendo
queso manchego, cotija y panela; jamón, salami, mortadela, chorizo,
morcilla, jamón serrano finamente cortado, aceitunas, pan, mantequilla,
y una preparación de aceite de oliva con cebolla y sofrita con pimentón;
sin faltar, por supuesto, una buena copa de vino tinto y whisky.
La
especialidad del Restaurante Savoy era la paella, pero como buen español
también lucía la gran preparación de la fabada y la zarzuela. A mí, en lo
particular me parecía exquisita y deliciosa la crema de elote con una pizca de
pimienta y con barquitos de pan.
Era mi
paso obligado para ir a los jardines y albercas del hotel transitar por el
frente de la ventana de la cocina del Savoy, en ese momento no sé porqué me
detenía y veía la preparación de la paella. Me parecía gigantesca, ahí sofreían
las piezas de pollo, la carne de puerco, el chorizo y el arroz, y se integraban
las demás guarniciones; los olores penetraban en mi inconsciente; era una verdadera fiesta de magia digna de
los sabios alquimistas para concluir en las maravillas del disfrute y paladear
tan exquisitas mezclas de sabores y colores.
Al paso
del tiempo Don Carlos le enseñó a mi madre los secretos de la paella, los cuales obviamente fueron
transmitidos a mi hermana y a mi esposa, que dudo, en mucho, superen o igualen
al maestro; sin embargo, cada vez que se prepara pienso en un tributo a Don
Carlos, y se le recuerda con cariño y nostalgia… ¡OLEEEE!
GRACIAS POR COMPARTIR TAN BELLOS RECUERDOS.
ResponderEliminarJORGE MORERA
Me ha sabido a gloria el escrito dedicado a mi querido e inolvidable padrino Carlos Morera es obvio que lo transcribo a mis Memorias gracias
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