¿CHAPULINES?
Por
Felipe Domínguez
Morelos
En
la política como en la guerra,
Las
alianzas no son para siempre,
Y
las rivalidades no son eternas.
Dr.
Manuel Gómora Luna.
En
“Zona de Tolerancia”
A lo largo de la historia el hombre
por naturaleza siempre ha tratado de sustentar el poder de dominar, de sojuzgar
o de someter a sus congéneres, podemos iniciar como ejercicio de introducción
al hombre de las cavernas donde era la fuerza bruta lo que le permitía
defenderse y perder o vencer a sus oponentes y de esta manera tener el dominio de
un clan y después una tribu; posteriormente cuando por medio del descubrimiento
de la agricultura se dieron los primeros asentamientos humanos y dejar de ser
nómada y convertirse en sedentarios e iniciar a pensar en extender sus
dominios, se cambia la forma de establecer un dominio a través de la fuerza e
inicia la era de la estrategia y surgen los estrategas quienes por este
medio logran superar vencer a ejércitos que les superaban en número;
¿nombres? Aníbal, Escipión, el mítico Odiseo o Ulises quien a la fecha es un
referente importante como estratega; Julio César, Napoleón Bonaparte, o Erwin
Rommel o George Patton… y así podemos continuar con una lista interminable de generales,
estrategas o astutos militares que dieron, desde este ángulo, curso a la
historia.
En fin, el
objetivo es o era que a través de la estrategia pudieran vencer al enemigo, y
si no sentían tener la capacidad de triunfar, entonces surgen las alianzas y
con todo ello nace el espionaje y la traición; lo importante era y sigue siendo
detentar el poder.
Hoy, en nuestros
días, y hablo a partir de 1989, cuando se da el rompimiento al interior del PRI, y Cuauhtémoc Cárdenas
Solorzano, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez se desligan del PRI, y hacen
una coalición muy importante con gente de izquierda tradicional como Heberto
Castillo y Gilberto Rincón Gallardo, entre otros muchos distinguidos pioneros
de la izquierda mexicana. Considero que a partir de ese año, la concebida idea
de lealtad institucional empieza a desmoronarse y surge un fenómeno que hoy se
ha dado por llamar chaqueteros, chapulines, traidores, etc, etc…
¿Porque
considero que hasta entonces? Antes de dar la respuesta permítanme reseñar
sobre algunos comentarios cosechados entre amigos políticos priistas de viejo
cuño, y algunos no tan tradicionales ni tan viejos, pero que de manera local han detentado un
cargo importante de poder; manifiestan su lealtad, su disciplina y compromiso
inobjetable hacia su partido tricolor, y que han manifestado y señalan con
índice de fuego a los que, por el interés natural y humano -no ético- de
saborear las mieles del poder, buscan otros derroteros políticos donde, desde
su perspectiva personal, pueden alcanzar tan ansiada posición.
Doy mi humilde respuesta, porque hasta antes del sismo de
1989 todo era PRI, todo era carro completo y no había ninguna duda de quién
sería el ganador en la elección de ese año y en los venideros, y era una manera
de conformarse. No me tocó, pero sigo adentro, porque “vivir fuera del
presupuesto es vivir en el error”; ¡¡¡porque
no había alternativa!!! Hoy puede ser el PRI, puede ser el PAN, puede ser
el PRD o puede ser MORENA.
Considero
aceptable y comprensible el cambio de partido, pero cuando no se tenga cargo
alguno, y desde ahí busquen su plataforma e inicien su natural y humana búsqueda
del poder; porque desde ese coyuntural año de 1989, nace la alternancia; nace
la posibilidad de llegar al poder por otros caminos, por otros senderos; se
termina el sometimiento institucional partidista, muere la certeza de una
democracia anquilosada y anacrónica, y lo más lamentable: mueren las ideologías
tradicionales IZQUIERDA-DERECHA, y
surgen los claro-oscuros, y se hace de los principios ideológicos una
mezcolanza de colores que me provoca recordar al famoso camaleón político.
Además,
resurgen las alianzas y ya no entre líderes, sino entre instituciones políticas
y organizaciones, siempre en búsqueda de fortalecerse y vencer al que
consideran su rival más fuerte. Por todo ello
buscar por otros rumbos, justificables o no, ideológicos o no, ambiciosos o no,
justos o no, legales o no; lo importante es que el fin justifica los medios, todo por la inherente condición humana –no
ética-de buscar el poder.
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