jueves, 27 de abril de 2017

FELIPE DOMÍNGUEZ, ¿Chapulines políticos?



¿CHAPULINES?

Por 
Felipe Domínguez
Morelos



En la política como en la guerra,
Las alianzas no son para siempre,
Y las rivalidades no son eternas.
Dr. Manuel Gómora Luna.
En “Zona de Tolerancia”


A lo largo de la historia el hombre por naturaleza siempre ha tratado de sustentar el poder de dominar, de sojuzgar o de someter a sus congéneres, podemos iniciar como ejercicio de introducción al hombre de las cavernas donde era la fuerza bruta lo que le permitía defenderse y perder o vencer a sus oponentes y de esta manera tener el dominio de un clan y después una tribu; posteriormente cuando por medio del descubrimiento de la agricultura se dieron los primeros asentamientos humanos y dejar de ser nómada y convertirse en sedentarios e iniciar a pensar en extender sus dominios, se cambia la forma de establecer un dominio a través de la fuerza e inicia la era de la estrategia y surgen los estrategas quienes por este medio  logran superar  vencer a ejércitos que les superaban en número; ¿nombres? Aníbal, Escipión, el mítico Odiseo o Ulises quien a la fecha es un referente importante como estratega; Julio César, Napoleón Bonaparte, o Erwin Rommel o George Patton… y así podemos continuar con una lista interminable de generales, estrategas o astutos militares que dieron, desde este ángulo, curso a la historia.

En fin, el objetivo es o era que a través de la estrategia pudieran vencer al enemigo, y si no sentían tener la capacidad de triunfar, entonces surgen las alianzas y con todo ello nace el espionaje y la traición; lo importante era y sigue siendo detentar el poder.

Hoy, en nuestros días, y hablo a partir de 1989, cuando se da el rompimiento  al interior del PRI, y Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez se desligan del PRI, y hacen una coalición muy importante con gente de izquierda tradicional como Heberto Castillo y Gilberto Rincón Gallardo, entre otros muchos distinguidos pioneros de la izquierda mexicana. Considero que a partir de ese año, la concebida idea de lealtad institucional empieza a desmoronarse y surge un fenómeno que hoy se ha dado por llamar chaqueteros, chapulines, traidores, etc, etc…

¿Porque considero que hasta entonces? Antes de dar la respuesta permítanme reseñar sobre algunos comentarios cosechados entre amigos políticos priistas de viejo cuño, y algunos no tan tradicionales ni tan viejos,  pero que de manera local han detentado un cargo importante de poder; manifiestan su lealtad, su disciplina y compromiso inobjetable hacia su partido tricolor, y que han manifestado y señalan con índice de fuego a los que, por el interés natural y humano -no ético- de saborear las mieles del poder, buscan otros derroteros políticos donde, desde su perspectiva personal, pueden alcanzar tan ansiada posición.

Doy mi humilde respuesta, porque hasta antes del sismo de 1989 todo era PRI, todo era carro completo y no había ninguna duda de quién sería el ganador en la elección de ese año y en los venideros, y era una manera de conformarse. No me tocó, pero sigo adentro, porque “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”; ¡¡¡porque no había alternativa!!! Hoy puede ser el PRI, puede ser el PAN, puede ser el PRD o puede ser MORENA.

Considero aceptable y comprensible el cambio de partido, pero cuando no se tenga cargo alguno, y desde ahí busquen su plataforma e inicien su natural y humana búsqueda del poder; porque desde ese coyuntural año de 1989, nace la alternancia; nace la posibilidad de llegar al poder por otros caminos, por otros senderos; se termina el sometimiento institucional partidista, muere la certeza de una democracia anquilosada y anacrónica, y lo más lamentable: mueren las ideologías tradicionales IZQUIERDA-DERECHA, y  surgen los claro-oscuros, y se hace de los principios ideológicos una mezcolanza de colores que me provoca recordar al famoso camaleón político. 

Además, resurgen las alianzas y ya no entre líderes, sino entre instituciones políticas y organizaciones, siempre en búsqueda de fortalecerse y vencer al que consideran su rival más fuerte.Por todo ello buscar por otros rumbos, justificables o no, ideológicos o no, ambiciosos o no, justos o no, legales o no; lo importante es que el fin justifica los medios, todo por la inherente condición humana –no ética-de buscar el poder.



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