EL
OLOR Y SABOR DE LA CARNE CANINA VIETNAMITA
Por
Horacio
Díaz
Un
viajero morelense
Morelos
Últimamente me he sentido atraído
por la cultura asiática y con la idea de visitar algún país de Indochina y fue
hasta el mes pasado que tuve la oportunidad de hacerlo e ir de vacaciones a la
República Socialista de Vietnam, en donde recorrí varias ciudades siendo la
ciudad de Ninh Binh, la cual se encuentra a unos 70 km de la capital Hanói, en
donde tuve la oportunidad de probar la carne de perro, pues sabía que Vietnam es
de los principales países del mundo en consumir ratas, insectos, carne felina y
canina; no podía perderme la oportunidad de estar ahí y regresar a México sin
haberlo probado, por lo que un día le pregunté a un empleado del hotel donde me
hospedaba si conocía algún lugar donde pudiera probar carne de perro, quien al
escuchar mi petición, soltó una carcajada y mirándome pícaramente me señalo una
camioneta al servicio del hotel, en la cual amablemente me llevó y dejó en la
entrada del lugar; eran aproximadamente las 19.30 hrs. Momento ideal para cenar
algo muy distinto a lo acostumbrado, por afuera se veía un lugar muy normal
pero al ir entrado me di cuenta que sí lo era, ¡pero para los vietnamitas!, pues
era una negociación muy local, tan es así que el único extranjero en ese lugar
era yo.
El “restaurante” era una especie de cabaña, al
parecer de bambú o alguna madera similar, en la cual en la parte de abajo se
guardaban los coches y se ascendía por una escalera; al ir adentrándose se
escuchaban a la distancia los ladridos de los caninos que supongo tienen en
cautiverio, y que en algún momento terminarían en el paladar de algún
vietnamita o extranjero curioso como yo. Mi sorpresa al entrar, no sin antes
despojarme de mis zapatos como lo indica la costumbre en Vietnam al ingresar a
la mayoría de los lugares, fue que no
había mesas ni sillas, sino que los comensales se sentaban en el suelo en una
especie de petate al centro con especies, vegetales y demás condimentos para aderezar al canino. Por lo
que procedí a tomar mi lugar en espera de que llegara algún mesero a mostrarme
el menú y así pedirle alguna sugerencia; pasaron 5 minutos y no veía a nadie de
los empleados que circulaban por el local con la intención de acercarse a
levantarme el pedido, por lo que me levanté y fui directamente al mostrador con
un señor que se encontraba envolviendo unos pedidos para entregar a domicilio,
a quien para mi mala suerte, al igual que todos los que se encontraban ahí, no
hablaba absolutamente nada de inglés; por lo que como pude me di a entender
refiriéndole que quería probar un poco de lo que estaba preparando; así que
regresé a mi lugar en espera de mi pedido; minutos después me llevaron un plato
con varias rodajas de carne hervida, algunos trozos con un poco de grasa,
acompañado de una porción de hígado y una especie de tostada de harina de arroz…
No era exactamente la manera en que yo lo quería probar pero fue lo que me
entendieron, yo esperaba algo frito, que al verlo se me antojara comer, tal
como veía a un grupo de jóvenes que tenía como vecinos de mesa, disfrutarlo
como si fuera un manjar.
Al tener enfrente lo que
había deseado probar, ahora no sabía cómo comerlo; los de la mesa de a lado al percatarse
de ello me auxiliaron, y uno de ellos se levantó y con señas me enseñó cómo
hacerlo: se cubre la carne con la tostada de harina y se remoja en un aderezo
que por cierto no recuerdo a base de qué estaba hecho, y que confieso, no me
gustó porque era un sabor muy fuerte, altamente condimentado y ácido; por lo
que sólo empecé a comerme la carne; estaba un poco dura y tenía (o tiene) un
sabor muy parecido a la carne de cerdo. Al tiempo que la iba digiriendo y al saber
que no era precisamente cerdo lo que comía; al sentir ese peculiar olor de la
carne desconocida, por un momento llegué a sentirme nauseabundo; así que
inmediatamente pedí una coca cola
para apaciguar ese mal sabor y evitar un accidente; pues mis vecinos, al
empezarse a sentirse con más confianza, empezaron a ofrecerme alcohol, mismo
que no acepté toda vez que no bebo…. No obstante les pedí me tomaran una foto
para el recuerdo e inmediatamente uno de ellos sacó su teléfono y empezaron a
tomarme fotos y tomarse algunas otras conmigo,
pues supongo que para ellos no era normal la visita de turistas a ese lugar. Y
si bien no pudimos entablar ninguna conversación, sí fue un intercambio de
fotografías, saludos de mano, miradas y carcajadas…
Minutos después de haber
terminado mi cena y de socializar un poco, pedí la cuenta y pagué 115,000 Dong
vietnamita, algo así como 100 pesos mexicanos, para posteriormente retirarme no
sin antes despedirme de mis nuevos amigos de quienes nunca supe sus nombres,
pero sí hicieron más divertida mi experiencia de degustar y aprender un poco de
la gastronomía vietnamita…
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