viernes, 27 de octubre de 2017

EDGARY VÁZQUEZ, Extrañas apariciones



EXTRAÑAS APARICIONES.

Por
M. Edgary Vázquez López.
Morelos, México.


-              -Y aquí es su habitación señora Rodríguez. La cama, la televisión con el control remoto en la cómoda, este es el botón del aire acondicionado. El baño está ahí enfrente, completamente desinfectado y el botón de emergencias por si necesita algo. Mañana la revisa el doctor para su operación. Si necesita algo, no dude en llamarme-

-                     -Gracias, muy amable señorita-
        
          Me quedé a solas en la habitación, desempacando lo que llevaba y acomodando en el pequeño closet mis pertenecías personales. Si bien no era necesario pasar una noche antes de que me operaran en el hospital, pensé que era lo mejor, para evitar llegar tarde o cualquier contratiempo. La intervención programada a las 8:00 am no presentaba mayores dificultades, así que entré al baño para lavarme los dientes, hacer mis necesidades fisiológicas y al terminar y salir de allí, la vi.

     Una señora, con bata azul, de las típicas de cualquier hospital, que se abren de atrás y no cubren mucho. Sujetando su tubo con el suero y caminando como si estuviera perdida en una de las esquinas del cuarto. No le veía la cara, me daba la espalda mientras movía la cabeza y decía algo que no alcanzaba a comprender. Balbuceaba, casi chocaba con la pared, como si quisiera atravesarla y repetía algo una y otra y otra vez.
-              ¿Señora, puedo ayudarle?. ¿Se perdió o necesita algo?. Esta es mi habitación, la 333. ¿Quiere, necesita…?

Justo antes de terminar esta última pregunta, tocaron la puerta y se abrió casi inmediatamente. Era  mi médico que trabajaba aquí mismo y venía  a cerciorarse de que ya estuviese instalada y todo se mantuviera bajo control.

Antes de señalarle a la intrusa, de decirle nada, giré la vista en dirección de mi visitante previa y no estaba. No había tal, ni rasgo ni asomo de que alguien más que yo estuviese en la habitación. ¿Imaginación?. Era imposible que se escabullera de alguna manera, solo había una puerta, que es por la que entró el doctor.

-¿Me escuchó señora Rodríguez? ¿Tiene alguna duda?.
-¿Disculpe?. No, ninguna doctor, solo, estoy algo cansada me parece.


- Trate de dormir y no se preocupe, los estudios han salido perfectos y solo es un tratamiento de rutina, por decirlo de algún modo, pero que es necesario hacer. No queremos se complique y si se trate de alguna situación de emergencia.

- Sí. Gracias doctor, es lo mejor, dormir, sí.

Me quedé a solas en la habitación, con el televisor prendido sin prestarle atención, con la imagen de esa extraña mujer que me pareció verla ahí mismo momentos antes. No, debe ser el cansancio, los nervios, una jugada de mi mente por la intervención de mañana. Dormir, es lo mejor.

Desperté de golpe en la madrugada, a las tres de la madrugada al parecer, con la extraña y horrible sensación de estar siendo observada. En lo que mis ojos se habituaban, giré sin darme cuenta la cabeza en dirección a la esquina, esa misma esquina y ahí estaba, otra vez. La misma mujer haciendo lo mismo: balbuceaba, casi chocaba con la pared, como si quisiera atravezarla y repetía lo mismo una y otra y otra vez. A pesar de no estarme viendo, pues no le podía ver el rostro (ni quería hacerlo), sentía su mirada en mí.

Ya no aguanté más, salí de ese lugar lo más rápido posible y me quedé afuera en la zona de espera. No lo podía creer, ¿qué era eso? ¿un fantasma? ¡Eso no existe!, y sin embargo, sentía los pelos de punta y un gran frío y miedo, estaba temblando y me costó trabajo controlarme.

-              -Hola, me alegra verte-
-          - ¿Quién, qué… dónde? ¡La misma mujer, la señora de la habitación!, ahí, junto a mí, sentada y… ¿sonriendo?
-         
-        -Ahora eres mía, una más, todas ustedes, las que se quedan en mi habitación, donde me mató ese estúpido doctor, y ahora, te quedarás aquí, con las otras-

Miré y traté de escapar horrorizada y entonces lo vi, más bien, me vi. El doctor y los médicos tratando de reanimar mi cuerpo y este que adquiría un tono azul cada vez más rígido. Traté de gritar para que me auxiliaran, escapar de ese lugar. Vi como los médicos se daban por vencidos y cubrían con una sábana blanca mi cuerpo. ¡No! ¿Qué estaba pasando? Sentí un jalón fuerte y después, la nada… una especie de limbo, con muchas otras mujeres gritando y llorando, todo negro, sin luz alguna y escuchando a esa mujer que salía en busca de una víctima más...





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