jueves, 5 de octubre de 2017

PEDRO I. OSEGUERA, 32 años después


32 AÑOS DESPUÉS

Por
Pedro I. Oseguera
Morelos

CRÓNICAS DEL TEMBLOR, 
MÉXICO S19
2017


El martes 19 de septiembre de este 2017, todo iba bien, llegaba a la mente el terremoto de hace 32 años, en el que muchos de los que hoy sentimos el de este año, recordábamos que estábamos haciendo en ese entonces, en lo particular, me dirigía a la escuela y jamás me imaginé la tragedia que se iba a vivir en el entonces Distrito Federal. Inclusive a través del Facebook, se me ocurrió hacer la dinámica de que mis contactos dijeran que estaban haciendo ese día del año de 1985.

A partir de ese 19 de septiembre de 1985, nació la Protección Civil, nació la solidaridad de los mexicanos que sin descanso tal y como lo hicieron ahora, se abocaron a salvar vidas que se encontraban dentro de los escombros que se vinieron abajo. Se habla de que en el 85, por la hora del sismo de 8.1, a las 7:19 de la mañana, muchos permanecían en sus casas alistándose para irse a sus labores, la cifra de muertos en la capital del país, fue mucho mayor a la de ahora.

32 años después, se repitió la historia, a las 7:19 horas, como cada año desde 1986 y hasta este 2017, 32 años ininterrumpidos, los honores a la bandera en memoria de los que murieron en el sismo del 85, 32 años después se repitió la historia, a las 13:14 horas, un sismo de magnitud 7.1 grados cimbraba los estados de Guerrero, Puebla, Morelos y la ciudad de México, gracias a la hora en la que ocurrió, los muertos no llegaron a 400, muchos de estos muertos consecuencia de la corrupción que impera en la ciudad de México, con las licencias de construcción y los Directores Responsables de Obra.

Me encontraba enfrente de uno de los restaurantes más emblemáticos de Cuernavaca, Los Vikingos, de la colonia Las Palmas, en la calle, listos para irnos a seguir con nuestras actividades cotidianas, de repente, la tierra se empezó a mover, ¡está temblando!, grité, minutos antes había ayudado a una mujer de la tercera edad a bajarse del carro que conducía su hija, la cual se quedó esperándola en la entrada del restaurante en su silla andadera, en lo que quien seguramente iba a pagar la comida en Los Vikingos, fuera estacionar su automóvil.

Durante el movimiento telúrico mi reacción fue pararme en la calle, nunca había sentido una especie de olas, en el pavimento, pensé que la tierra se iba a abrir y nos iba a tragar, el ruido que provocan los vidrios con el movimiento involuntario, se convierte en un ruido espantoso, afortunadamente ninguno se tronó, después del susto, calmar a la señora que permanecía sentada y quería salir corriendo a ponerse a salvo, en lo que llegaba su hija.

Instantes después, la noticia, el sismo fue de 7.1 con epicentro en Puebla, no, que en el municipio de Axochiapan, la confusión empezaba a fluir, la desgracia en ese momento era inimaginable en nuestro estado de Morelos, en Puebla, en Guerrero y en la ciudad de México.

Jojutla, el municipio más afectado, Cuernavaca no se quedaba atrás, ¡que se cayó la Latino, edificio emblemático de la capital del estado, que hay muchos muertos, que no hay celulares, que puro whatsapp, única opción para hablarle a los familiares, a los amigos, para ver si estaban bien!

Morelos desde las 13:14 horas del pasado 19 de septiembre, 32 años después, entró en terapia intensiva, no está desahuciado, pero su salud tardará algunos años en recuperarla, muchos sitios históricos tendrán que ser reparados, cerca de 20 mil casas dañadas, 95 iglesias de diferentes siglos, también, Morelos esta en terapia intensiva, pero dicen y dicen bien que como México no hay dos, miles de hombres y mujeres, salieron a las calles a tratar de rescatar a la gente, Frida, la perrita que logró encontrar a hombres y mujeres, con vida, saltó a la fama, pero también en muchas personas, quedó el miedo a algo peor, Dios es misericordioso y nadie puede predecir los sismos, nadie hasta ahora, por eso no hay que hacer caso de los rumores.


Ante los temblores, trato de guardar la calma, minutos después de este 19 de septiembre, 32 años después empecé a llorar, quizás de miedo, de rabia o de impotencia, nunca había sentido un temblor tan duro de principio a fin.



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