viernes, 27 de octubre de 2017

HORACIO DÍAZ, El olor y sabor de la carne canina vietnamita



EL OLOR Y SABOR DE LA CARNE CANINA VIETNAMITA

Por
Horacio Díaz
Un viajero morelense
Morelos





Últimamente me he sentido atraído por la cultura asiática y con la idea de visitar algún país de Indochina y fue hasta el mes pasado que tuve la oportunidad de hacerlo e ir de vacaciones a la República Socialista de Vietnam, en donde recorrí varias ciudades siendo la ciudad de Ninh Binh, la cual se encuentra a unos 70 km de la capital Hanói, en donde tuve la oportunidad de probar la carne de perro, pues sabía que Vietnam es de los principales países del mundo en consumir ratas, insectos, carne felina y canina; no podía perderme la oportunidad de estar ahí y regresar a México sin haberlo probado, por lo que un día le pregunté a un empleado del hotel donde me hospedaba si conocía algún lugar donde pudiera probar carne de perro, quien al escuchar mi petición, soltó una carcajada y mirándome pícaramente me señalo una camioneta al servicio del hotel, en la cual amablemente me llevó y dejó en la entrada del lugar; eran aproximadamente las 19.30 hrs. Momento ideal para cenar algo muy distinto a lo acostumbrado, por afuera se veía un lugar muy normal pero al ir entrado me di cuenta que sí lo era, ¡pero para los vietnamitas!, pues era una negociación muy local, tan es así que el único extranjero en ese lugar era yo.

 El “restaurante” era una especie de cabaña, al parecer de bambú o alguna madera similar, en la cual en la parte de abajo se guardaban los coches y se ascendía por una escalera; al ir adentrándose se escuchaban a la distancia los ladridos de los caninos que supongo tienen en cautiverio, y que en algún momento terminarían en el paladar de algún vietnamita o extranjero curioso como yo. Mi sorpresa al entrar, no sin antes despojarme de mis zapatos como lo indica la costumbre en Vietnam al ingresar a la mayoría de los lugares,  fue que no había mesas ni sillas, sino que los comensales se sentaban en el suelo en una especie de petate al centro con especies, vegetales y demás  condimentos para aderezar al canino. Por lo que procedí a tomar mi lugar en espera de que llegara algún mesero a mostrarme el menú y así pedirle alguna sugerencia; pasaron 5 minutos y no veía a nadie de los empleados que circulaban por el local con la intención de acercarse a levantarme el pedido, por lo que me levanté y fui directamente al mostrador con un señor que se encontraba envolviendo unos pedidos para entregar a domicilio, a quien para mi mala suerte, al igual que todos los que se encontraban ahí, no hablaba absolutamente nada de inglés; por lo que como pude me di a entender refiriéndole que quería probar un poco de lo que estaba preparando; así que regresé a mi lugar en espera de mi pedido; minutos después me llevaron un plato con varias rodajas de carne hervida, algunos trozos con un poco de grasa, acompañado de una porción de hígado y una especie de tostada de harina de arroz… No era exactamente la manera en que yo lo quería probar pero fue lo que me entendieron, yo esperaba algo frito, que al verlo se me antojara comer, tal como veía a un grupo de jóvenes que tenía como vecinos de mesa, disfrutarlo como si fuera un manjar.

Al tener enfrente lo que había deseado probar, ahora no sabía cómo comerlo; los de la mesa de a lado al percatarse de ello me auxiliaron, y uno de ellos se levantó y con señas me enseñó cómo hacerlo: se cubre la carne con la tostada de harina y se remoja en un aderezo que por cierto no recuerdo a base de qué estaba hecho, y que confieso, no me gustó porque era un sabor muy fuerte, altamente condimentado y ácido; por lo que sólo empecé a comerme la carne; estaba un poco dura y tenía (o tiene) un sabor muy parecido a la carne de cerdo. Al tiempo que la iba digiriendo y al saber que no era precisamente cerdo lo que comía; al sentir ese peculiar olor de la carne desconocida, por un momento llegué a sentirme nauseabundo; así que inmediatamente pedí una coca cola para apaciguar ese mal sabor y evitar un accidente; pues mis vecinos, al empezarse a sentirse con más confianza, empezaron a ofrecerme alcohol, mismo que no acepté toda vez que no bebo…. No obstante les pedí me tomaran una foto para el recuerdo e inmediatamente uno de ellos sacó su teléfono y empezaron a tomarme fotos y tomarse  algunas otras conmigo, pues supongo que para ellos no era normal la visita de turistas a ese lugar. Y si bien no pudimos entablar ninguna conversación, sí fue un intercambio de fotografías, saludos de mano, miradas y carcajadas…

Minutos después de haber terminado mi cena y de socializar un poco, pedí la cuenta y pagué 115,000 Dong vietnamita, algo así como 100 pesos mexicanos, para posteriormente retirarme no sin antes despedirme de mis nuevos amigos de quienes nunca supe sus nombres, pero sí hicieron más divertida mi experiencia de degustar y aprender un poco de la gastronomía vietnamita…



MIGUEL IZQUIERDO, El Negro Morales...







EL NEGRO MORALES, BEISBOLISTA Y NAVISTA POTOSINO

Por
Miguel A. Izquierdo Sánchez
Morelos
                                              


A toda velocidad

Gran pítcher de velocidad y control como era, tenía por diversión acercar la bola al pecho y a la cabeza de los bateadores, provocándolos, y a más de uno metiéndoles miedo, buscando el punto hasta que alguno se defendía con reclamos a gritos o aventándole el bate.  Él estaba preparado para responder con los puños, ante la rayada de madre del bateador o para esquivar el bate de encino. Parecía feliz con que le buscaran pleito, sonreía mientras sus compañeros de equipo se preocupaban por los trancazos que vendrían y por el peligro de las patadas con spikes. A él le encantaba el flujo creciente de adrenalina conforme se calentaba el pleito, de hecho ése era el clímax de su juego. 
-¡Negro!, ¡Negro!, -le gritaba  su mánager, único a quien de vez en cuando obedecía una vez iniciado el pleito.  Pero el Negro ya iba como de fiesta, arremangándose la camisola para el trompo que se iba a dar con el bateador.  Cuando alcanzaban a detenerlo antes de darse a golpes, sólo decía:
-Fue él quien empezó…deténganlo a él.
O bien:
- ¿No oyeron que me rayó la madre?  ¿¡A poco es para dejarse!?
Y luego, mientras trataba de quitarse de encima al cerco de compañeros que lo alejaban del home, hasta donde había llegado para darse de trompadas, decía al bateador ofendido
- A ver, repite lo que dijiste…
Por eso no es de extrañar que aunque era un pitcher dominante, rara vez terminaba un partido, no por irlo perdiendo, sino por irlo ganando y silbarles a sus contrincantes, curvas con pelotas que les rondaban las narices, las orejas y la barbilla. Le sobraban agallas.


II
El Negro Morales era un joven mecánico muy reconocido por sus trabajos en autos de todo tipo.  Vivía con su hermano y su mamá a dos cuadras del Santuario de Guadalupe, en San Luis Potosí. Por razones que yo no supe de niño, pasó cerca de ocho días debajo del coche de mi padre, haciéndole una reparación mayor.  Después supe que le hizo un ajuste.  Lo que nadie me explicó por esos días era por qué unas sábanas colgaban de las rejas del portón de nuestra casa del barrio de San Miguelito, justamente esos días que él estuvo ahí, prácticamente escondido.  Porque era evidente que se aseguraba de que nadie de fuera estuviera cerca del portón cuando salía por debajo del motor,  al baño o a comer.  Si no, ¿por qué nos dijeron a todos en casa que si llegaban a preguntar por él deberíamos decir que no estaba ahí?   Eran los días en que estaba el movimiento navista en su auge en San Luis Potosí.


III
Treinta años después le pregunté a mi padre por qué había escondido al Negro Morales en nuestra casa. Comentó:
“El movimiento navista llegó a un punto en que viendo la cerrazón gubernamental hacia sus planteamientos, tomó la decisión de hacer explotar unos artefactos en la subestación eléctrica.  El responsable de la operación era el Negro Morales.  La operación tuvo que abortar pero llegó a oídos del gobierno y hubo que esconderlo.   Más adelante lo apresaron y quedó decepcionado por haber recibido muy poco apoyo cuando estuvo encarcelado.  Lo torturaron en la cárcel, le hicieron ahí “el pocito”  con “Agua de Lourdes”. Aunque lo liberaron, tuvo que salir de San Luis huyendo de la represión, sin protección alguna.  Nunca se liberó de ese sentimiento de abandono por quienes con él prepararon o decidieron la acción fallida que lo llevó a la cárcel”.


IV
Era una gran mazorca su risa abierta, sus labios gruesos, prieto su color.  Dicharachero, juguetón.  Su tórax era enorme, de mecánico, sus manos fuertes como pinzas para el apretón con que saludaba.  Su lanzamiento preferido era el “dos”,  una recta que resoplaba al llegar al home y que hacía arder el guante de su cátcher, Mantequilla.   Desobediente a las recomendaciones de lanzamientos de Mantequilla, el Negro le avisaba con la cabeza que no y que no, hasta que sólo restaba como opción de tiro la recta pegada al pecho o cabeza del bateador.  Era un signo claro de que el Negro se había aburrido de dominar a los contrarios y que ahora quería divertirse y poner a todo el equipo en juego, en la batalla campal a puñetazos. Si no se le sacaba a tiempo, ejecutaba puntualmente su plan de acción.
¡Ay El Negro!, dice aún su ex mánager… ¡Le encantaba el peligro! ¡arriesgaba todo para que con el peligro le bullera la sangre!


V  
Tensión en la lomilla

El Negro Morales no sólo dominaba a sus contrincantes con pichadas rápidas, lentas, curvas y engañosas.  Tenía un especial sentido del clímax beisbolístico, cuando un solo tiro podía definir el juego, la temporada, la serie final.  Él buscaba ese momento, lo iba preparando, contribuyendo al drama, dando una oportunidad aquí, cerrando opciones por acá, asustando por allá.
 Y justo cuando todo mundo estaba nervioso para su siguiente pichada definitoria, digamos en una situación de tres bolas, dos strikes y dos outs, él llamaba desde la lomilla a todos sus compañeros a sesionar junto a él, en el montículo, por supuesto acompañados de su manager.
Los acercaba a él, en una rueda muy compacta, abrazándolos con sus brazos largos. Ahí presentaba su plan de ataque, que garantizaba la victoria sobre sus contrincantes:
-          ¡Me acabo de acordar de un chiste buenísimo!
-          ¡No me salgas otra vez con eso, Negro! –le increpaba su manager, inconforme, mientras sus compañeros empezaban a reír y revolotear a su alrededor.
-          ¡Es que se me va a olvidar si no se los cuento ahorita mismo! –se excusaba él, como si fuera gravísimo no hacerlo.
-          Bueno, pero sólo uno, uno y nada más uno, Negro –condicionaba su mánager.
-          Ah bien, ahí va.
En medio de la rueda empezaba a dramatizar el chiste, con su boca y dientes gigantes desembuchando la historia que iba dando paso a manifestaciones hilarantes de sus congregados, imposibles de que escaparan para el público y sus contrarios.  Estos últimos interpretaban de inmediato que se estaban burlando a costa de ellos. La rabia se les venía encima ante tal espectáculo, un escarnio a la vista de todos.
Las carcajadas tronaban entre la novena, el manager tampoco podía ocultar la gracia del chiste y era cómplice de la jugarreta del Negro, que cerraba la reunión, advirtiéndoles con cara muy seria, extrañado y ahora con voz que podrían escuchar hasta lo más alto de las gradas:
-          ¿Qué hacen aquí haciendo chacota del juego?  Vayan a sus posiciones que estamos en un partido muy importante para este equipo.
Mientras sus compañeros corrían hacia sus destinos, él volteaba a ver uno por uno, a sus contrincantes, que esperaban ardidos en su dogout o en el círculo de espera al bate.  Los examinaba detenidamente, hasta ir a parar con el bateador, al que como colofón a su examen,  le dedicaba una sonrisa, murmurado: “ah, contigo estaba”.
Para entonces la furia se había apoderado de todos ellos, obligándolos con su treta a comprimir y tensar, involuntariamente sus músculos, inhabilitándolos, mientras el Negro, relajado como sus compañeros, se disponía a lanzar su mejor pichada, invisible y cargada de humor, también negro.  Así ganaba también, festivamente, sus partidos.


VI
Intervención terrenal del Negro, post mortem.

En el año 1986, Arturo Cipriano, músico potosino, asistía a una ceremonia en Taos, con los indios Pueblo de Nuevo México.  La ceremonia había durado toda la noche y la mañana siguiente, al terminar, mientras los participantes se saludaban y daban los buenos días, lo abordó un gringo de talla descomunal, si bien ya un tanto ajado.  Sin más preámbulo, le preguntó a Cipriano:
-          ¿A qué te dedicas?
-          Soy músico.
-          Seguramente músico de protesta, ¿verdad?
-          Puede decirse que sí.
-          He matado a algunos como tú.  Me han pagado para eso.
Cipriano se puso en guardia, si es que vale la expresión en tierra ajena, sin acompañantes, ni el tamaño u oficio, ni los arrestos del gigante.  Volvió a la carga el tipo:
-          ¿De dónde eres?
-          De San Luis Potosí.
-          ¡Cómo!  ¿De verdad?
-          Sí.
-          Yo estuve ahí en los años sesenta, en la cárcel, dos años. Luego me sacaron mis contratantes. Me detuvieron después de matar a un tipo por encargo, fue un pinche descuido. 
-          Entonces conociste al Negro Morales y a Manteca.
-          ¡Qué! ¿Cómo sabes?  ¿Los conociste?
-          Sí.
-          ¡Ni siquiera habías nacido para entonces! ¡No es posible! ¿Cómo sabes?
-          Pues los conocí.
-          ¡Qué cosas!  Eran muy buenos muchachitos, nos divertíamos mucho en la penitenciaría.  Me caían muy bien.  Cuando llegaron los torturaron severamente. Les dañaron los intestinos a puñetazos y macanazos, especialmente al Manteca.    Al Negro se le veía la mazorca de dientes al contar sus chistes. Me llevé muy bien con los dos, habían sido uno pitcher y el otro su cátcher en béisbol. Muy buenos muchachos.
Entonces cortó la plática, se despidió de mano con empatía, la otra al hombro de Cipriano, y se marchó, mirando hacia el sol  naciente.


EDGARY VÁZQUEZ, Extrañas apariciones



EXTRAÑAS APARICIONES.

Por
M. Edgary Vázquez López.
Morelos, México.


-              -Y aquí es su habitación señora Rodríguez. La cama, la televisión con el control remoto en la cómoda, este es el botón del aire acondicionado. El baño está ahí enfrente, completamente desinfectado y el botón de emergencias por si necesita algo. Mañana la revisa el doctor para su operación. Si necesita algo, no dude en llamarme-

-                     -Gracias, muy amable señorita-
        
          Me quedé a solas en la habitación, desempacando lo que llevaba y acomodando en el pequeño closet mis pertenecías personales. Si bien no era necesario pasar una noche antes de que me operaran en el hospital, pensé que era lo mejor, para evitar llegar tarde o cualquier contratiempo. La intervención programada a las 8:00 am no presentaba mayores dificultades, así que entré al baño para lavarme los dientes, hacer mis necesidades fisiológicas y al terminar y salir de allí, la vi.

     Una señora, con bata azul, de las típicas de cualquier hospital, que se abren de atrás y no cubren mucho. Sujetando su tubo con el suero y caminando como si estuviera perdida en una de las esquinas del cuarto. No le veía la cara, me daba la espalda mientras movía la cabeza y decía algo que no alcanzaba a comprender. Balbuceaba, casi chocaba con la pared, como si quisiera atravesarla y repetía algo una y otra y otra vez.
-              ¿Señora, puedo ayudarle?. ¿Se perdió o necesita algo?. Esta es mi habitación, la 333. ¿Quiere, necesita…?

Justo antes de terminar esta última pregunta, tocaron la puerta y se abrió casi inmediatamente. Era  mi médico que trabajaba aquí mismo y venía  a cerciorarse de que ya estuviese instalada y todo se mantuviera bajo control.

Antes de señalarle a la intrusa, de decirle nada, giré la vista en dirección de mi visitante previa y no estaba. No había tal, ni rasgo ni asomo de que alguien más que yo estuviese en la habitación. ¿Imaginación?. Era imposible que se escabullera de alguna manera, solo había una puerta, que es por la que entró el doctor.

-¿Me escuchó señora Rodríguez? ¿Tiene alguna duda?.
-¿Disculpe?. No, ninguna doctor, solo, estoy algo cansada me parece.


- Trate de dormir y no se preocupe, los estudios han salido perfectos y solo es un tratamiento de rutina, por decirlo de algún modo, pero que es necesario hacer. No queremos se complique y si se trate de alguna situación de emergencia.

- Sí. Gracias doctor, es lo mejor, dormir, sí.

Me quedé a solas en la habitación, con el televisor prendido sin prestarle atención, con la imagen de esa extraña mujer que me pareció verla ahí mismo momentos antes. No, debe ser el cansancio, los nervios, una jugada de mi mente por la intervención de mañana. Dormir, es lo mejor.

Desperté de golpe en la madrugada, a las tres de la madrugada al parecer, con la extraña y horrible sensación de estar siendo observada. En lo que mis ojos se habituaban, giré sin darme cuenta la cabeza en dirección a la esquina, esa misma esquina y ahí estaba, otra vez. La misma mujer haciendo lo mismo: balbuceaba, casi chocaba con la pared, como si quisiera atravezarla y repetía lo mismo una y otra y otra vez. A pesar de no estarme viendo, pues no le podía ver el rostro (ni quería hacerlo), sentía su mirada en mí.

Ya no aguanté más, salí de ese lugar lo más rápido posible y me quedé afuera en la zona de espera. No lo podía creer, ¿qué era eso? ¿un fantasma? ¡Eso no existe!, y sin embargo, sentía los pelos de punta y un gran frío y miedo, estaba temblando y me costó trabajo controlarme.

-              -Hola, me alegra verte-
-          - ¿Quién, qué… dónde? ¡La misma mujer, la señora de la habitación!, ahí, junto a mí, sentada y… ¿sonriendo?
-         
-        -Ahora eres mía, una más, todas ustedes, las que se quedan en mi habitación, donde me mató ese estúpido doctor, y ahora, te quedarás aquí, con las otras-

Miré y traté de escapar horrorizada y entonces lo vi, más bien, me vi. El doctor y los médicos tratando de reanimar mi cuerpo y este que adquiría un tono azul cada vez más rígido. Traté de gritar para que me auxiliaran, escapar de ese lugar. Vi como los médicos se daban por vencidos y cubrían con una sábana blanca mi cuerpo. ¡No! ¿Qué estaba pasando? Sentí un jalón fuerte y después, la nada… una especie de limbo, con muchas otras mujeres gritando y llorando, todo negro, sin luz alguna y escuchando a esa mujer que salía en busca de una víctima más...





viernes, 13 de octubre de 2017

CRISTIAN ROMAN, La tierra se acomoda



*Foto: Cristian Roman



LA TIERRA SE ACOMODA

Por
Cristian Roman
Morelos
Fotógrafo/Bohemio

*CRÓNICAS/RELATOS DEL TEMBLOR
MÉXICO S19


El reloj da las 5 y media am. La rutina hace manejar las maniobras del baño y vestimenta con coloquial lenguaje del día a día.

La ciudad está tranquila y con frío. Comentarios en el micro me hacen saber que el clima ha cambiado, nublado a calor es normal; "ya no somos la eterna primavera", comenta una anciana.

Trasciende la mañana con destellos de noticias en el radio acompañados de café, tanta información me hace comprender y tratar de recordar ese día cuando era niño, y todo, todo se movía; mi abuela sólo me dijo: ¡no te asustes, es normal!, los temblores son "por que la tierra se acomoda"; no iras a la escuela y deja ver cómo localizo a Juan, me preocupa se acaba de ir a trabajar hace rato.

Así transcurre la mañana, y esa noticia vuelve a sonar. Recuerdo con añoranza los días en que mi GABRIELA (abuela) vivía; la pila de mi cámara pegada a un enchufe me recuerda que hoy me acompañó. De repente, pasando el medio día algo comenzó a moverse de nuevo; ¡vámonos, vámonos!, gritan mis compañeros. Salimos a la calle Matamoros y vemos desplomarse frente al chapitel del calvario una fachada, gente afuera de la iglesia se inca y alza los brazos, piden perdón.

Mientras la película de mi vida pasa en segundos, del puesto de periódicos de la esquina un joven grita: ¡Se cayó La Latino, ahí tiene su puesto de periódicos mi hermana!, mientras corre hacia Avenida Morelos. Cerramos la oficina y empezamos a movernos todos a casa a localizar a los nuestros; una nube gris se observa en Avenida Morelos. Camino al Zócalo la gente no sabe qué hacer; preocupación y tristeza impregnan la ciudad cual epidemia colectiva mientras la ausencia de la comunicación digital nos llegó en otro "19 de septiembre".

Hago 3 fotos a ese hermoso reloj marcando la hora imborrable para nuestro Morelos.  Camino a encontrar a los míos....  A la hora de dormir se repite la misma pregunta: ¿papá, por qué son los temblores? "POR QUE LA TIERRA SE ACOMODA "...


martes, 10 de octubre de 2017

Felipe Domínguez, Naturaleza inconforme


NATURALEZA INCONFORME

Por
Felipe Domínguez
Morelos

CRÓNICAS/RELATOS DEL TEMBLOR
MÉXICO S19


Regresando al blog “HOMBRES EN SU TINTA”. DESPUÉS DE VARIAS SEMANAS RETOMAMOS ESTE BLOG PARA SEGUIR COMENTANDO TÓPICOS DE INTERÉS PÚBLICO, COMO EL QUE ESTA VEZ NOS OCUPA.

El pasado 19 de septiembre del año en curso, la naturaleza hizo presente su inconformidad como muchos la han considerado, como un ente viviente. Se manifestó como todos lo padecimos, a través de un terremoto que alcanzó el nivel más alto sucedido en nuestra entidad al ser su epicentro, a cien kilómetros de esta ciudad capital, mi natal pueblo de Axochiapan, Morelos; y con ello se suscitaron de inmediato varias manifestaciones de nuestra sociedad que nos llevaron a generar una nueva fisonomía de la sociedad morelense y porque no nacional.

Una de ellas y que debe de llenarnos de orgullo es que como un solo hombre la sociedad se volcó de inmediato a auxiliar a nuestros hermanos en desgracia, desde la sencilla pero muy esperanzadora despensa, las indispensables cobijas, láminas, casas de campaña, ropa, artículos de aseo, etc; apoyo que rebasó todas las expectativas de necesidades inmediatas. Hago distinción de la reacción social porque mientras los tres órdenes de gobierno, supongo pensaban en cómo organizarse para hacer lo que su responsabilidad les obliga, ya la sociedad estaba presente y actuante en todos los rincones de nuestra geografía; pasado el marasmo gubernamental, éstos acudieron a los lugares siniestrados encontrándose con el repudio y rechazo total de parte de la ciudadanía, lamentablemente nuestras instituciones fueron rebasadas por la solidaridad y empatía social.

Con este hecho queda de manifiesto otro evento que nos lleva a la reflexión: en el estamento legal tenemos instituciones para velar y atender por nuestras necesidades, pero en la realidad vimos que ninguna estaba comprometida ni organizada para lo que fueron todas instituidas en pro de sus gobernados, quedando al descubierto la ineficacia e incompetencia de nuestras autoridades, con una falta de capacidad de organización operativa y de comunicación, misma  que quedó manifiesta al tratar de hacer acopio de las despensas  venidas de diferentes estados de la república, dándose una imagen por demás distorsionada y oportunista de parte del gobierno estatal, hecho que fue sin duda capitalizada y politizada por quienes tienen aspiraciones e intenciones políticas dentro de nuestro estado.

Los eventos extraordinarios por simple naturaleza sean sociales o naturales regularmente derrumban falsos ídolos, falsos dirigentes como también erigen a nuevas figuras sociales que surgen muchas veces del anonimato para aparecer como un rayo de esperanza para la sociedad.

Así también da lugar a oportunistas y simuladores que aprovechan el evento para recomponer su imagen, siendo los más amables, los más atentos, esos mismos que se reposicionarán para seguir nuevamente dentro del erario y volver ser y a hacer lo que por naturaleza y costumbre siempre han sido.

La próxima entrega tendrá el análisis de las acciones del gobierno federal y porque no la otra parte importante, la otra cara de la moneda del terremoto, la actitud, el comportamiento y voracidad “los damnificados” y los “no damnificados” donde también hubo oportunismo y voracidad.



domingo, 8 de octubre de 2017

EDGARY VÁZQUEZ, Secuelas del 19 09 17



SECUELAS DEL 19-09-17.

Por
M. Edgary Vázquez López.
Morelos, México.

*CRÓNICAS/RELATOS DEL TEMBLOR
MÉXICO, S19


         Mucho se ha hablado, dicho y visto de esta fecha que nos sacudió nuevamente a todos los mexicanos, máxime a los de la tierra de Zapata que nunca imaginamos que fuera posible esta situación.

         Estar de voluntario, ayudar, con la falsa e ingenua idea de que siempre se tendrán victorias y saldrá lo mejor y lo esperado, es tan solo una mentira piadosa que se repite sin cesar para ir y estar en la primera fila de la tragedia. Sin embargo… dolorosamente, no siempre es así.

         Hoy que acabo de llegar a casa, esta madrugada, sigo sin poder dormir, preguntándome que fue lo que ocurrió, ¿en qué fallamos?, ¡me siento terrible e impotente!, con una sensación de vacío y que le fallamos a esa familia. 
Terminó un día más donde la pesadilla en muchos lados sigue presente.

La ayuda pareciera ser escasa o insuficiente ante la magnitud de la devastación. Se trata de ayudar, aportar, sumar. Estar de buen ánimo y en la medida de lo posible elevar la actitud de los demás, con quienes se trabaja en estas jornadas maratónicas humanitarias; como una forma de distraer de esta realidad: un chiste, un chascarrillo, la broma entre camaradas… algo, lo que sea, con tal de hacer amena la situación.

Demasiadas historias, mucho por hacer y en ocasiones, como hoy, a pesar de los deseos, toda la lucha y el esfuerzo más allá de lo que se creía posible se falla miserablemente; de darlo todo y dejar alma, corazón y esfuerzo, el resultado no es el esperado. Dan ganas de llorar, reclamar, maldecir...decir que no es justo y preguntar qué clase de mundo bizarro es este, donde una o varias vidas se pierden por escasos minutos, por llegar tarde, por no ser suficiente el trabajo realizado.

Trabajamos en una cadena, apoyando a los rescatistas y profesionales. Quitando escombros, llevando agua, removiendo con cuidado la estructura que amenazaba con derrumbarse ante la menor provocación. Muchas horas, con el calor agobiante y el cansancio que parecía no existir ante la premura de sacar con vida a estas personas. Sin darnos cuenta, la noche nos alcanzó y con ella, la lluvia, que parecía una mala broma del destino, pues reblandecía aún más la ya endeble vivienda y dificultaba la labor. ¡No importa!, no nos pensábamos rendir, teníamos que llegar al final y rescatar a esta gente.

         Sin embargo, toda la ayuda, el esfuerzo, el trabajo efectuado y las largas horas que dedicamos a esta labor, fueron en vano. Pero, por como ocurrió, te deja con un sentimiento de frustración, de burla, de enojo… impotencia, rabia y mucho dolor, demasiado, uno que te desgarra el alma y todo tu ser porque realmente se creía que sería posible evitar esta tragedia.

         Pareciera que solo estuvimos presentes en ese lugar para ver cómo se vencía esta casa ante nuestros ojos en menos de un minuto. Nos quedamos pasmados y sorprendidos, nunca hubo un tiempo de reacción. Como si esperara ese preciso instante de hacer un alto para tomar un poco de agua y recupera el aliento para que esto ocurriera.

         Un gran estruendo y la polvareda. La reacción instantánea de alejarte de ese lugar y cubrirnos de la mejor manera posible. Lluvia, lodo, una casa colapsada en sí misma y sin posibilidad alguna de rescatar a nadie ya. El grito del niño pequeño que sabía su familia se encontraba en ese lugar. El paramédico que lo intercepta y lo agarra con fuerza, impidiendo que se acerque más a lo que antes era su hogar, en medio de llanto, pataleo y el esfuerzo desesperado de ir a donde su familia encontró ese trágico fin.  

         Ya no supe que paso después, fue como un zumbido y como estar ausente de ahí en adelante. Cuando me di cuenta, ya regresábamos a casa. En silencio, callados y no me di cuenta de que llorábamos de manera sigilosa. Decir que esta gente partió y lejos están del sufrimiento y dolor, suena  a una cantaleta inútil y complaciente. Sé que el llanto es necesario, que limpia las heridas del alma y gradualmente aminora el dolor, pero hoy, ahora, mi alma está de luto y duele, porque fallamos en lo que se supone teníamos que hacer


jueves, 5 de octubre de 2017

EL GÜERO KARL, Yo les vi sudar


YO LES VI SUDAR

Por
El Güero Karl
Morelos

Desde Ciudad Universitaria
UNAM

CRÓNICAS DEL TEMBLOR
MÉXICO, S19

*Foto: @RebecaBoligoma

Que me llamen como quieran, que exagero o lo que sea, pero ahora mismo siento un dolor muy grande...

Hoy durante la asamblea ínter facultades que se llevó acabo en las inmediaciones del acopio del estadio llamaron a la facultad de filosofía y letras como criminal, hicieron comidilla de nuestros esfuerzos por sacar adelante una chamba que no es nuestra, sino que de todas y todos.

Hoy estuve hasta dentro en todo lo que pude, platiqué con la banda dedicada a diferentes actividades, estuve participando de la capacitación que se nos otorgó y se gestionó para la facultad, que aunque en paro, continúa activa, sólo que de una manera más humana, AYUDANDO.

Y que nos llamaran criminales, me hizo arder la piel. Porque hoy vi como cada persona se encargaba de tareas que no eran las propias del día a día, porque estuve con gente que se entregó a un proyecto de apoyo y solidaridad, y por gusto de ajenos, y por necesidad de difamaciones, nos llamaron delincuentes.

Que si íbamos a robar los víveres del estadio. Que si íbamos a expropiarlo. ¡Qué carajos! Si lo único que estamos haciendo es cooperarnos.

Nosotres no somos gobierno que roba despensas, nosotres no somos Marina que entorpece las labores de ayuda y de rescate, porque nosotres no somos los directivos de la UNAM que como bien dijo un compa, son criminales por alejarnos de las primeras necesidades del pueblo: la acción.

Nos organizamos porque creemos que es nuestro deber ayudar, servir y proteger. No vamos a robar la ayuda que también queremos compartir.

Nos criminalizan por querernos ayudar. Porque no creemos en las instituciones gubernamentales jerárquicas que han querido debilitar nuestra actividad.

Siento vergüenza por la gente que nos mira como crimínales porque no está viendo que estamos sudando la gota gorda por ayudarles.

Quién sabe si en filos haya paramédicos, pero hoy, yo ya sé dar primeros auxilios.

Nos organizamos porque creemos que no necesitamos que nos digan qué hacer. Pero hay que tener la mesura para no entablar una discusión inútil e infructífera.

Justo como yo, que me molesta de gran manera el que la banda haya corrido un rumor acerca de que filos quería "expropiar" el acopio del estadio.

Chale x4

Disculpen mi descarga pero me hacía falta.

PEDRO I. OSEGUERA, 32 años después


32 AÑOS DESPUÉS

Por
Pedro I. Oseguera
Morelos

CRÓNICAS DEL TEMBLOR, 
MÉXICO S19
2017


El martes 19 de septiembre de este 2017, todo iba bien, llegaba a la mente el terremoto de hace 32 años, en el que muchos de los que hoy sentimos el de este año, recordábamos que estábamos haciendo en ese entonces, en lo particular, me dirigía a la escuela y jamás me imaginé la tragedia que se iba a vivir en el entonces Distrito Federal. Inclusive a través del Facebook, se me ocurrió hacer la dinámica de que mis contactos dijeran que estaban haciendo ese día del año de 1985.

A partir de ese 19 de septiembre de 1985, nació la Protección Civil, nació la solidaridad de los mexicanos que sin descanso tal y como lo hicieron ahora, se abocaron a salvar vidas que se encontraban dentro de los escombros que se vinieron abajo. Se habla de que en el 85, por la hora del sismo de 8.1, a las 7:19 de la mañana, muchos permanecían en sus casas alistándose para irse a sus labores, la cifra de muertos en la capital del país, fue mucho mayor a la de ahora.

32 años después, se repitió la historia, a las 7:19 horas, como cada año desde 1986 y hasta este 2017, 32 años ininterrumpidos, los honores a la bandera en memoria de los que murieron en el sismo del 85, 32 años después se repitió la historia, a las 13:14 horas, un sismo de magnitud 7.1 grados cimbraba los estados de Guerrero, Puebla, Morelos y la ciudad de México, gracias a la hora en la que ocurrió, los muertos no llegaron a 400, muchos de estos muertos consecuencia de la corrupción que impera en la ciudad de México, con las licencias de construcción y los Directores Responsables de Obra.

Me encontraba enfrente de uno de los restaurantes más emblemáticos de Cuernavaca, Los Vikingos, de la colonia Las Palmas, en la calle, listos para irnos a seguir con nuestras actividades cotidianas, de repente, la tierra se empezó a mover, ¡está temblando!, grité, minutos antes había ayudado a una mujer de la tercera edad a bajarse del carro que conducía su hija, la cual se quedó esperándola en la entrada del restaurante en su silla andadera, en lo que quien seguramente iba a pagar la comida en Los Vikingos, fuera estacionar su automóvil.

Durante el movimiento telúrico mi reacción fue pararme en la calle, nunca había sentido una especie de olas, en el pavimento, pensé que la tierra se iba a abrir y nos iba a tragar, el ruido que provocan los vidrios con el movimiento involuntario, se convierte en un ruido espantoso, afortunadamente ninguno se tronó, después del susto, calmar a la señora que permanecía sentada y quería salir corriendo a ponerse a salvo, en lo que llegaba su hija.

Instantes después, la noticia, el sismo fue de 7.1 con epicentro en Puebla, no, que en el municipio de Axochiapan, la confusión empezaba a fluir, la desgracia en ese momento era inimaginable en nuestro estado de Morelos, en Puebla, en Guerrero y en la ciudad de México.

Jojutla, el municipio más afectado, Cuernavaca no se quedaba atrás, ¡que se cayó la Latino, edificio emblemático de la capital del estado, que hay muchos muertos, que no hay celulares, que puro whatsapp, única opción para hablarle a los familiares, a los amigos, para ver si estaban bien!

Morelos desde las 13:14 horas del pasado 19 de septiembre, 32 años después, entró en terapia intensiva, no está desahuciado, pero su salud tardará algunos años en recuperarla, muchos sitios históricos tendrán que ser reparados, cerca de 20 mil casas dañadas, 95 iglesias de diferentes siglos, también, Morelos esta en terapia intensiva, pero dicen y dicen bien que como México no hay dos, miles de hombres y mujeres, salieron a las calles a tratar de rescatar a la gente, Frida, la perrita que logró encontrar a hombres y mujeres, con vida, saltó a la fama, pero también en muchas personas, quedó el miedo a algo peor, Dios es misericordioso y nadie puede predecir los sismos, nadie hasta ahora, por eso no hay que hacer caso de los rumores.


Ante los temblores, trato de guardar la calma, minutos después de este 19 de septiembre, 32 años después empecé a llorar, quizás de miedo, de rabia o de impotencia, nunca había sentido un temblor tan duro de principio a fin.