YO NO SOY
FEMINISTA... YO SOY UN “MACHO” MÁS...
NO ES UNA MUJER,
SOMOS TODAS.
Por
El Güero Karl
Morelos
Leo en los muros diversas formas de “apoyo”
hacia la mujer, por parte de compañeros que dicen ser “feministas” y de darle
valor a los movimientos de las mujeres. Dicen algunos que quieren seguridad
para ellas porque también tienen hermanas, tienen sobrinas, tías, madres. ¿Pero
eso nos da valor para unirnos a una causa que es tan lejana para nosotros, los
varones, como la discusión acerca del aborto?
La problemática no va a detenerse sólo
porque sean primos, hermanos, o hijos de una mujer. Ese no es el tuétano del
problema. Eso lo acrecenta. ¿Es necesario que de nuevo, desde nuestro ideario
machista, tengamos que “proteger” a las mujeres sólo porque tenemos familiares
femeninas? No, señores.
A las mujeres no hay que protegerlas, ellas
no necesita de ti, ni de mí. Lo que necesitan es que erradiquemos de nuestras
costumbres, esa falsa idea de que por ser mujeres, son “el sexo débil”, y
tenemos que cuidarlas. Para nada.
Las mujeres deben poder tener la misma
seguridad que siento yo cuando camino por la calle, sin que sientan miedo de
que cuando pase un automóvil puedan secuestrarlas, violarlas y matarlas. Y
además, sin justicia ejecutada. Una anónima más, asesinada en nuestra UNAM.
¿Cuántas más sin nombre?
Son ese “sexo débil”, campeonas de
tae-kwon-do, capaces de ganar maratones que a cualquier mortal nos haría llegar
al hospital; son las que ganan presidencias, premios científicos y literarios.
¿Son ellas a las que debemos proteger? O es acaso que debemos entender que lo
que necesitan es un espacio libre de violencia contra ellas; que por ser
mujeres, no han sido, no son, ni serán, menos que un hombre.
No necesitamos seguir siendo los “machitos”
que nos hicieron creer en nuestras casas; no tenemos que seguir los
lineamientos del cine gringo en donde por más insistir, más probable es que nos
pelen. “No, es no”. ¿Tú no te molestas cuando alguien no te deja en paz?
“No hagas lo que no quieras que te hagan”, me repitió hasta el cansancio
mi madre.
Yo no respeto a las mujeres por el hecho de
ser hijo de una de ellas, o por tener una hermana, una tía, sobrinas, primas,
amigas. Yo respeto a las mujeres porque son mi igual, porque merecen el
mismo respeto que merezco yo, y no demerito sus movimientos ni sus acciones
(que erróneamente a veces me atrevo a criticar).
Me encanta que se movilicen, que se
organicen para luchar por lo que les hemos arrebatado: una equidad de justicia,
de valores, entre hombres y mujeres. Nótese la amplitud de los términos. Me
entristece que tengan que movilizarse
porque no se les respeta. Porque nos dijeron que no a darnos su
teléfono, porque nos dijeron que no, a salir con nosotros, porque hay un
sin fin de excusas que yo como “machito” puedo dar. ¿Por esas tonterías (o
por lo que sea) las matamos?
Y sin embargo, a pesar de nuestro
“pseudo-feminismo” las seguimos matando todos; no sólo el asesino, sino
cada uno de nosotros que es incapaz de meterse en la cabeza que las mujeres no
son objetos ni propiedad de nadie, sino de sí mismas. Porque creemos que
tomarle una foto a sus piernas “no le hace daño a nadie”, porque también las
incineramos cuando les das un arrimón en el vagón de metro, pero te molestas
cuando alguien te lo da a ti. ¿Quién nos dio el derecho a poder responder a la
agresión hacia nosotros, pero no hacia ellas?
No es feminismo (desde el hombre) ese en el
que creemos que tenemos que cuidar a las mujeres, es ese en donde yo, varón,
entiendo que ellas, mujeres, deben tener la misma igualdad de seguridad que yo
exijo. Es en donde ellas pueden caminar por la calle sin que yo haga
comentarios obscenos acerca de sus cuerpos. Es cuando yo entiendo que ellas
son mi igual, pero diferente; que no soy nadie para decirles cómo deben
vestirse, ni si son provocativas o recatadas, no es de mi interés hasta que
no me lo pregunten.
No es cuando sigo criticando que quieren
hacer movimientos separatistas cuando salen a las calles a luchar. Pero es
feminismo cuando a pesar de que no quieren que esté en el contingente con
ellas durante la marcha, busco maneras de cambiar también desde mi hogar.
En fin, yo no sé qué sea el feminismo, yo
no sé qué sea el feminicidio, yo no entiendo por qué mi computadora me corrige
feminicidio por feminidad; pero lo que sí entiendo y me avergüenza como
“hombre” que soy, es que tenga que hacer falta uno para poder erradicar al
otro. Porque soy yo, hombre, el que sigue creyendo que el feminismo es un
movimiento innecesario cuando cada día mueren más de siete mujeres, con extrema
violencia. “Es que nada ganan saliendo a marchar, tengo que llegar a mi
trabajo”.
Mujeres, luchen por su igualdad. Aprópiense de los
espacios y de su lucha, no nos dejen de lado a quienes queremos
acompañarlas. No nos dejen apropiarnos
de sus espacios, pero inclúyanos para que entendamos qué es lo que piensan y
qué es lo que quieren. No están solas. Y si nos pasamos de listos queriendo liderar
un movimiento ajeno, recuérdenos que luchamos a un lado tuyo. Nunca contra
ustedes.
Yo no quiero continuar estudiando con el
miedo de que una tras otra, las compañeras, vayan desapareciendo. No quiero que
en la Universidad, asistan con el pánico de si van a regresar a casa, o no. ¿En
dónde quedó la seguridad? ¡Qué ciegas nuestras autoridades! ¡Que ausente
nuestro rector!
¡Queremos respuestas, y las queremos hoy!
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