domingo, 31 de diciembre de 2017

PROPÓSITOS, PLANES, BUENAS INTENCIONES, Edgary Vázquez



PROPÓSITOS, PLANES, BUENAS INTENCIONES 
Y OTRAS FANTASíAS DE LA TEMPORADA

Por
Mario Edgary Vázquez López.
Morelos, México.


         ¡Qué rápido se fue este año! ¡Ni lo sentí!

Frases típicas de fin de temporada, que se empiezan a escuchar desde mediados de noviembre, donde nos damos cuenta de que muchas de nuestras promesas, propósitos y compromisos que cantamos a los cuatro vientos con mucho entusiasmo y enjundia, se quedan en tan solo buenas intenciones.

*Pero, este año, ¡ahora sí!, ¡este es el bueno! (aja ).
*¡Adiós a esos kilos de más! (aja…).
*Voy a leer un libro por mes como mínimo (aja).
*Este año dejo de ser patrocinador del gym y si le sacaré jugo, no como los otros tres anteriores que pago la anualidad y solo voy en enero (aja).
*Si no me dan el aumento que merezco en la empresa, me voy, ¡me les voy y emprendo mi propio negocio!...

         (Suspiro…). Y a todo esto, ¿qué es lo que nos pasa realmente? ¿Por qué esa falta de compromiso o dedicación?

         “Bueno, lo que ocurre es que es un compromiso conmigo mismo y esos no valen realmente”.

         ¡¡!! Me quede anonadado al escuchar esa “explicación” de un conocido. Es decir, ¿mi propia palabra no vale nada?, ¿un compromiso de mi para mí es como una hoja al viento?

         ¿Existe algún secreto que algunos elegidos conocen y que celosamente guardan para solo con sus correligionarios pueden compartir?


         No realmente, tan solo es cuestión de no atiborrase con las uvas y apurarse con los deseos – perdón, propósitos – y ser más realista. Que sean tres o cuatro, pero que sepamos los alcances de cada uno de ellos. Fijarnos metas que nos sean agradables y no un sacrificio, considerando que al final del año venidero, será muy satisfactorio decir que tuvimos éxito en cada uno de ellos. 


FALDAS Y PANTALONES, Daniel Zetina

*Foto tomada de su perfil en FB


FALDAS Y PANTALONES
Por
Daniel Zetina
Morelos
@DanieloZetina


*Para mis hermanas Blanca y Carmen

Desde que era niño tenía claros instintos de equidad de género, ¿por qué? Lo ignoro. Algunas veces he dicho que nací con eso, pero dicha afirmación es arbitraria. Algo en mi casa debió influir, a pesar de que hubo poca crianza y de que esta terminó cuando yo tenía 13 años.

En la escuela era clara la marcada diferencia en el uniforme de niños y niñas. Nosotros íbamos con pantalón y ellas con falda, rigurosamente. Le pregunté a la maestra la razón de aquello, en especial por qué las niñas no podían llevar pantalón si era más cómodo. Ella solo me ignoró. Lo mismo pasó con otro maestro de amplio bigote.

Me interesaba el asunto y lo consulté con varios adultos… lo mismo. Las niñas usaban falda y los niños pantalones porque así era y punto, por género. Porque los niños no podían usar falda y las niñas sí podían usar pantalón, pero fuera de la escuela. Incluso, en esa primaria, las niñas usaban falda para la clase de deportes.

En mi casa las niñas también usaban falda, más que pantalón. Eso fue cambiando con el tiempo, y las modas, y la identidad de mis hermanas, pero en general la diferencia se mantuvo. Mis amigas no solían cuestionar el asunto, ni compañeros mucho menos, lo único que sí les causaba interés era que gracias a las faldas podían verles los calzones a las niñas con relativa facilidad.

Seguí indagando y con el tiempo conocí a algunas personas que se preguntaban lo mismo. Fui un lector crítico de los anuncios y de la televisión en general. Leí artículos y libros sobre el tema de las diferencias de género y las imposiciones machistas, por mi cuenta en la biblioteca estatal de Morelos.
Todo lo anterior me dio algunas respuestas:

a) aunque en el origen quizás no era así, ahora las mujeres usan falda como una imposición machista (en tanto que los hombres occidentales no la usan);
b) los hombres usan pantalón como una especie de privilegio de dominación de los medios de producción (los obreros no podrían llevar falda por seguridad, por ejemplo);
c) la sociedad impone estándares estereotipados del vestido y otras formas de ornamentación en las mujeres como una forma de dominación comercial (maquillaje, moda), y con ello las obliga a un sometimiento consumista;
d) los varones no usan faldas, porque parecerían mujeres, y eso no lo pueden soportar.
Son solo algunas de las conclusiones a las que llegué en mi adolescencia y que en esencia no han cambiado. Pero además de esto, mis reflexiones me han llevado, más que a respuestas, a nuevas preguntas, que quisiera poder eliminar pronto de mis asuntos pendientes:
a) ¿por qué las mujeres siguen siendo sometidas por las imposiciones de patriarcado machista incluso en su forma de vestir?
b) ¿por qué hasta ahora son pocos los hombres que cuestionan estos estereotipos que terminan por dañar tanto a lo femenino como a lo masculino de la sociedad?
c) es impresionante el valor que las religiones le dan a la ropa, con un enfoque moral, en especial de forma restrictiva hacia las mujeres.
d) ¿qué hacer desde mi perspectiva de hombre antipatriarcal para luchar las imposiciones de una cultura que se gesta y defiende e impone desde mi propio género?

Faldas y pantalones, tacones y tenis, aretes y collares, cabello largo y casquete corto, shorts y falditas deportivas, perfumes, trajes, rasuradoras y tantos objetos que se vuelven simbólicos en la dominación y el engaño.

Somos, antes que eso, seres humanos, que podemos vencer los prejuicios, las leyes, la moral y los dogmas que restringen, prohíben, limitan, encasillan, anulan, obligan, vigilan y castigan a quienes no los siguen. Podemos comenzar por nuestra propia casa, así lo he intentado por años.



DE TRAMPAS, TRAMPOSOS Y HUMORISTAS EN TENIS... Miguel Izquierdo


*Foto tomada de su perfil de FB


DE TRAMPAS, TRAMPOSOS Y HUMORISTAS EN TENIS:
ARMONIOSO MORELOS

Por
Miguel Ángel Izquierdo Sánchez
Morelos


Jugar tenis para los mundanos, esto es, para quienes no tenemos pretensiones ni edad para participar en los grandes torneos que exigen alto rendimiento, tiene sus gracias y aventuras, sus diversiones y gratificaciones. Entre ellas está lidiar con aprendices y expertos en trampas de gran calaña, como con quien hace de todo ello, chacota, burla y chanza.
En el juego social de tenis hay menos tipos de trampas que de tramposos, pues algunos de éstos se benefician de más de un tipo de trampa y no les preocupa la originalidad.

Por ejemplo, Alfisco es experto en marcar fuera las bolas buenas de sus rivales. Bartoso es un especialista en exigir como buenas las bolas que saca en la cancha de su opositor. Cardún disfruta disminuyendo los puntos de su adversario. Dionico saliva cada vez que marca más puntos a su favor sin haberlos logrado. Ertusto usa permanentemente la lengua para distraer a su contrincante, cuando está por pegarle a la bola. Fosco ofende al término de cada punto a su enemigo y cuando le piden respeto sale con el cuento de que habla para sí mismo. Gorintio dilata adrede el juego cuando está enrachado su rival.

Los hay quienes se valen en un partido de varias de estas tretas, son auténticos tramposos combinatorios, alambristas con talcos en los bolsillos, para mejor saborearse sus tranzas. 

Pero a cada uno de ellos lo superó mi compadre Armonioso, artista del alambre fino, meticuloso, oportuno, sistemático. Lean si no.

Si marcaba fuera una bola buena de su oponente le decía para reconfortarlo: “salió por un pelito de virgen”. Si peleaba como buena una bola que había sacado en el lado de su contrincante, lo hacía, “por una causa noble”, como cuando apostaba una cerveza. Si disminuía los puntos de su adversario y lo cachaban en la treta, confesaba que lo hacía  “para que no se distraiga el contrincante”. Si se aumentaba arbitrariamente puntos a su favor y le reclamaban la argucia, contestaba: “es que me distraje”. Si le hacían la marrullería de ofenderlo en medio de una jugada, añadía de inmediato “se vale la autocrítica”. Cuando la maniobra de su rival era interrumpir el juego para ganar tiempo y romper su racha favorable, al momento de regresar el contrario, mi compadre hacía sonar su celular y suspendía el partido diciendo que le estaba llamando su entrenador psicológico desde Trampolandia, tomándose el doble de tiempo en interrumpir el partido. Añadía: “nos está viendo vía satélite por Google Earth”.

Cuando al terminar un partido le reclaman sus alambres y los puntos que había quitado a su honorable rival, contestaba con toda mesura y cara de infinita justicia: “la verdad, sólo le hice trampa en los puntos importantes”. 

Casi siempre ganaba, aunque llegaba muy rara vez a perder. Precisamente cuando no negociaba apuesta de por medio, o “para no perder al cliente”, o cuando la apuesta era “de a pellizco”. Entonces sabía bien perder, preparando el terreno para que el ganador cayera en el garlito de apostar al siguiente partido, que había perdido de antemano al momento de aceptarlo. 

A Armonioso, algunos le llamaban “El Arqui”, otros jóvenes jugueteando le apodaban “El viejito”. Era un humorista contumaz, un filósofo del tenis. Se nos fue prácticamente en la cancha de arcilla, acabando de jugar con la intensidad que lo hizo toda la vida, y apostando ese día, como era su ley, un “six” de cervezas por set.

Enseñó tenis a decenas de jóvenes y adultos, jugando y apostando el six: “es más barato que pagar a un profesor”, les aseguraba convencido. No hacía distinción, jugaba con quien se le plantaba enfrente y desde el principio, le iba observando para derivar de ello consejos para pararse bien, golpear la pelota de derecha, de revés, realizar el servicio e ir avanzando en el infinito repertorio de golpes de tenis.

Su humor era negro, frío, implacable: aparentaba estar muy serio y soltaba sus frases crípticas que resuenan años después de su partida. Así, la apuesta debería ser “puesta en obra”, exhibida antes de empezar a jugar, a mano, para ir tomando una cerveza él y una su contrincante, a la par. Esto era algo así como un “descuento de 50%”, pues con él se trataba de convivir, de jugar y chacotear.

Hacía sorna a gritos cuando alguien había perdido con él y no pagaba: “agárrenlo, se va sin pagar el six”. Y si alguien había huido en tal condición, apenas regresaba otro día, anunciaba desde la cancha con similar grito: “ahí viene fulano de puntitas”, ventaneando a quien quería pasar desapercibido. Todo para que cumpliera el honor empeñado con la apuesta previa, pendiente.

Tenía sus preferencias de cerveza: “unos huevos de toro”, pero tratándose de apuesta, aceptaba todas las marcas, excepto agua, pues como aseguraba, “esa no porque me puedo oxidar”.

Fue inventando como pueden ver, toda una jerga muy suya. Al punto para set le llamaba “cheve point” y al punto para partido le llamaba “six point”. A la muerte súbita le llamaba “six súbito”.

Sabía con quién llevarse, en especial con los jóvenes. De modo que cuando les ganaba a los presumidos, los calificaba con alguna de estas expresiones: “estás moco”, “estás verde”, o bien, “eres mijo, tolón, tolinsin”. Una variante era decirles: “ah qué caballo” (implicando, sin decirlo, ¡ah qué pendejo!).

Podía incluir en la apuesta, el bote de pelotas con las que se jugaba. Pero si el contrincante ponía las bolas, pasaban necesariamente por su escrutinio. Así opinaba de las pelotas viejas o muy gastadas: “con estas pelotas jugaba Pedro Picapiedra”, o bien, “estas pelotas son las que volamos a la barranca por inservibles el año antepasado” o bien, “estas bolas están más lisas que la calva de zutano o que las nalgas de mengano”. Y si de verdad era el caso, entonces había que jugar con sus pelotas y apostarlas también. Por cierto, Mingo, su zurdo contrincante y gran amigo, recuerda que el día del último partido de Armonioso, extrañamente, las pelotas quedaron ahí esparcidas sobre la cancha.

Era un deportista nato. Desde muy chico fue allá por el centro de Cuernavaca, basquetbolista, beisbolista, voleibolista. El deporte en general y en sus últimos años el tenis, lo era todo, diario lo jugaba. La célebre frase “Si tu trabajo que no te da para jugar tenis, deja el trabajo”, se la debemos a él. Nos reclamaba muy serio: “prefieren acabar viejos y decrépitos en sillas de ruedas, con fajos de billetes dentro del colchón, en lugar de ágiles y frescos jugadores de tenis; no digan que no se los advertí cuando vaya a verlos a sus casas de ancianos y los encuentre babeando”.

A los colados al deportivo que no habían pagado su entrada les dirigía la expresión: “dulces, chocolates, palomitas”, dejando claro que eran intrusos disfrutando lo que otros pagaban. Enseguida nos decía el apodo que le había dado, así en automático, como lo había inventado para todos nosotros, a primera vista, de su gran repertorio de sobrenombres de personajes de caricaturas o de películas. Nadie estaba exento de su apodo, aunque podría no llegarlo a saber.

Si algún jugador llegaba muy jarioso, sobrado de fuerza y sacaba demasiado las pelotas, apuntaba: “es que no hizo la tarea”, implicando que no había hecho sexo. En tal caso decía de sí mismo: “yo sí la hice, a renglón cerrado y sacando punta al lápiz”. Si en cambio el otro jugador pegaba muy débil a la pelota, de inmediato daba el motivo: “tú sí hiciste la tarea, procura descansar, antes de venir a jugar”.

Al que llegaba tarde (o se iba temprano), le cargaba la mano: “no te dejaban venir por no lavar los trastos, yo por eso me levanto temprano, para lavar trastos y ropa y así sí me dejan venir”. Cuando a alguien le llamaban por teléfono durante el juego expresaba para todos: “que te regreses a casa, que no planchaste”. Si uno llegaba a hora no acostumbrada, tenía la razón en la boca: “¿verdad que no está tu mujer?   Si estuviera no andarías por aquí a esta hora”.

Era también considerado. Tenía muy presente que a mí me gustaba aventarme ante un tiro difícil, cayendo y rodando sobre la cancha, por lo que terminaba con la playera y el short con algo de arcilla roja. Así que la ocasión en que no lo hice, terminamos y en la cancha, le dio por echarme arcilla sobre la espalda sudada, de ahí que le reclamé haciéndome a un lado:
-       ¿Qué te pasa compadre? ¡No me ensucies!
-       Te estoy protegiendo compadre, cuando llegues a tu casa si mi comadre no te ve con arcilla encima va a sospechar que te fuiste con las muchachas y así en cambio no tendrá dudas de que estuviste con nosotros, jugando tenis. No es un favor menor el que te hago.

Otras veces me bromeaba, diciendo: “¿Qué? ¿Estás construyendo cancha de arcilla en tu casa y por eso te la llevas en la espalda de poco en poco?”  A quienes también salían de la cancha con arcilla en la ropa les reclamaba: “aquí el único autorizado para sacar arcilla y proteger su matrimonio es mi compadre, así que regresa la que traes encima”.

Este pequeño recuento les puede dar idea de las huellas tenísticas y humorísticas que nos ha dejado, esparcidas por cada rincón de las canchas de arcilla. Por eso es que hemos instituido un torneo anual tenístico de dobles, para el que su amada familia imprime playeras y nosotros las adquirimos, con el agudo lema por el frente: “Si tu trabajo no da para jugar tenis…”, y al reverso: “…deja el trabajo”.


martes, 21 de noviembre de 2017

EDGARY VÁZQUEZ, Y la muerte se hace presente otra y otra y otra vez...



Y LA MUERTE SE HACE PRESENTE OTRA Y OTRA Y OTRA VEZ…

Por
Mario Edgary Vázquez López.
Morelos, México.


         Aun se me hace difícil de creer y asimilar. Es increíble que esto ocurriera y de esta manera. Hoy en las primeras horas del 19/11/17, al regresar de una fiesta familiar de la CDMX, pasamos poco después de las cinco de la madrugada por plaza Marina, bajando por la ciclopista, tratando de aprovechar lo despejado de las calles por la hora de llegada a la ciudad de la eterna primavera.

         Patrullas, zona acordonada, una ambulancia, las sirenas y luces propias de los elementos de seguridad pública nos sugirieron desviar la ruta original para evitar la situación. Río Mayo, entonces, la alternativa a seleccionar. El camino tranquilo y comentando los pormenores de una divertida fiesta de XV años. Minutos después, la llegada a casa y dormir poco antes del amanecer. De aquí, hasta las 3 de la tarde o más allá.

         9:45 a.m. suena el teléfono insistentemente, lo tomo con desenfado y sin abrir del todo los ojos – menos despertar totalmente –, contesto de mala gana. Sea quien sea. Sea lo que sea, no amerita que se me despierte con tan pocas horas de sueño.

-      A ver, otra vez. ¿¡qué cosa dices!? ¿¡Estás seguro!? ¡No, no te creo!
Lo demás de la conversación realmente no lo recuerdo. Como autómata doy por terminada la llamada y busco en las redes sociales de las noticias del estado, esperando sea una broma de muy mal gusto o que la información recibida fuera falsa, equivocada o un mal entendido.

         Pero no, no es de esa manera, es terriblemente real. El incidente que pasamos en la madrugada marcaba la muerte de una persona más, víctima de la violencia y la delincuencia. Que si bien no puedo decir que era mi amigo – pues es un privilegio ser su amigo que no todos tenemos – si era un compañero y colega con quien tenía un trato frecuente y recurrente.

         Si, hablo del docente de la emblemática y benemérita secundaria número uno, “Froylan Parroquin García”. Ambos nos conocíamos y competíamos frecuentemente en las diferentes competencias de matemáticas. Bueno, no nosotros, nuestros alumnos. En más de una ocasión nos tocó estar enfrentando a nuestros muchachos por los primeros lugares y lograr el pase a los concursos nacionales.

         ¿Rival?, ¿contrincante?  Si, más nunca un enemigo. Por el contrario, era un gran colega que compartía el gusto y entusiasmo por llevar a los educandos más allá de la excelencia. Compañero que si bien parecía ser en demasía estricto con sus grupos, era por desear, lo mejor para ellos; y procuraba dejarlos lo mejor preparados posibles, no solo para cada una de las olimpiadas y concursos, también para su formación continua. Pues ellos, los adolescentes que tuvieron la fortuna de ser sus alumnos, saben que salían preparados con altos niveles para el nivel medio superior y continuar su formación escolar con sólidas bases en la asignatura de matemáticas.

         Más de una vez me ganó en las competencias con sus alumnos, teniendo que aguantar que me viera con una sonrisa de mofa y recalcando su posición ganadora y lo emblemático de su plantel;  y en otras tantas, el soportaba mis burlas cuando mis chicos dejaban fuera y eliminaban a sus competidores seleccionados. Nunca en afán de humillación, simplemente era como un juego entre ambos; una complicidad compartida por buscar lo mejor para nuestras respectivas escuelas.

         Coincidíamos en concursos, cursos, las oficinas del IEBEM, talleres… y siempre el trato fue cordial y de reconocimiento mutuo. En la edición pasada de la competencia Primavera, él se llevó los lugares a la siguiente etapa. Ante esto, un apretón de manos y decirle: bien jugado master, ya te veré en la edición del 2018.
         Sin embargo… Ya esto nunca posible será. Una salida de diversión, el buscar pasar un rato agradable terminó convertido en tragedia y como una estadística más.

         Se me hace increíble. Impactante. Imposible de asimilar semejante noticia. Es de estas situaciones que te toman por sorpresa y para las que nunca se está preparado realmente.

         Descansa en paz compañero, amigo y colega. Hoy tu plantel y todo el gremio estamos de luto, por perder a uno de sus más entusiastas y comprometidos docentes del estado. Lo lamento mucho. Descansa en paz…




miércoles, 1 de noviembre de 2017

EDGARY VÁZQUEZ, Calavera para Hombres en su Tinta



CALAVERA PARA HOMBRES EN SU TINTA

Por
Mario Edgary Vázquez López.
Morelos, México.



Estaba la calaca flaca
esperando su fecha soñada
impaciente y desesperada
por llenarse de nuevas almas.

Se deleita la parca con el pan y la comida del lugar
que se coloca en la ofrenda sin faltar
en esta época del año
por la presencia de algún desencarnado.

Ya sea en Michoacán, Ocotepec o Tepoztlán
la tradición no cambia mucho en su actuar
que se hace presente en cada hogar
en donde un ser querido ha partido al más allá.

Se acerca la muerte a un monitor
observando el trabajo inconcluso del autor
que lo trataba de terminar
sin imaginar que su vida no daría para más.

Lee la huesuda estos escritos
que son trabajados por estos muchachillos
y ríe con ganas de forma macabra
al saber que ya de todos su hora está marcada.

Empezaré por Danae por ser quien lo propició
como autora intelectual de esta peculiaridad
y así uno por uno todos los demás caerán
dejando a sus lectores en la ignominia total.

No se enternece la parca por sus grandes momentos
que presentan estos humanos a través de sus cuentos
ni de lo que disfrutaron en vida con sus familias
gozándola y divirtiéndose cada vez que podían.

Fotos de lugares y sitios visitados
son momentos que ya pertenecen al pasado
pues es ahora y sin demora
que esta infeliz se los lleva sin amargura.

No importa el llanto, el dolor o los reclamos
menos que la quieran sobornar con escritos por su legado
nuevas y frescas almas la huesuda ha cosechado
siendo los flamantes y recientes inquilinos del campo santo.



Edgary Vázquez, En las manos y dominios de Yum Kímil



EN LAS MANOS Y DOMINIOS DE YUM KÍMIL.
Por
Mario Edgary Vázquez López.
Morelos, México.

         Suena el despertador, lo apago dando manotazos sin abrir del todo los ojos. Me levanto pesadamente y me quedo acostado un momento de nueva cuenta, no abro los ojos del todo, simplemente, asimilo que ya es el inicio de una nueva jornada de trabajo y actividades cotidianas.          Veo que estoy solo, mi esposa ya se ha levantado. El ruido de la regadera me indica que se está bañando. Quisiera ir con ella y compartir la ducha como antes, pero… es duro ahora. Estamos rotos como familia y cada quien está ausente y aislado. Mi hija prácticamente me ignora cada que le hablo y ni siquiera me mira. Me dirijo al patio y observo el amanecer, quisiera quedarme en casa y dormir todo el día. No tengo ánimos de rasurarme ni de hacer nada, pero, se debe hacer. Ya mi mujer dejó libre el baño y se prepara para ir a su trabajo. Entro al sanitario y de mala gana comienzo con el aseo y preparación personal. Me baño y creo tardo un poco más de la cuenta. El agua me relaja y sollozo ligeramente. Lágrimas brotan de mis ojos y trato de hacerlo en silencio.  Sé que hoy tengo que armarme de valor y acudir al hospital para la terapia. Ya son muchos días que simplemente me quedo parado a un paso de ingresar, doy media vuelta y regreso sin entrar siquiera.

         Demasiado silencio. Le hablo a mi esposa e hija y no obtengo respuesta alguna. Se fueron sin mí, ¿ni siquiera quieren que las lleve ahora al trabajo y la escuela?. Esto va de mal en peor. Manejo de manera autónoma. El paisaje, los autos, el tráfico es el mismo de cada día; si acaso mayormente nublado por las recientes lluvias, como estar en medio de nubes, con las luces prendidas y manejando con mayor precaución. Increíble este clima en esta ciudad,  no se ve prácticamente nada más allá de un par de metros. Solo la tenue luz de la parte trasera de los otros vehículos.

         Otra tarde y noche donde no nos hablamos. Ni nos vemos. Ni comemos juntos. Le hablo a mi mujer al celular y nunca me contesta, lo mismo con mi hija. Ya no sé qué hacer o cómo actuar. Es demasiado todo esto.

         Supongo debo empezar por mí, sanándome, perdonándome; tratando de hacer lo mismo que todos y seguir con la vida. Me enoja y molesta que el mundo siga girando como si nada cuando mi mundo se derrumba estrepitosamente. Tengo ganas de partir la cara de todos aquellos idiotas que ríen y se ven alegres como tontos y retrasados mentales. ¡Quisiera! No, no. Calmado, eso no ayuda. Hoy escuche en la radio algo de meditar, creo esa puede ser una solución. Meditación, paz en el alma, serenidad, sí, eso es.

Después de un par de semanas por fin logro ese estado de conciencia y lo veo, ¡lo puedo ver!, o Dios, que maravilloso y bendito regalo, ¡está aquí! ¡Mi hijo que falleció en ese accidente está aquí, lo veo!

-    -Hola hijo. Te amo, te extraño, ¡todos te extrañamos!. Lamento mucho esto que paso. No lo entiendo, no sé porque fue de esa manera.
-      
    -Hola papá, te veo también. Te extraño muchísimo y haces falta.
-      
    -Hijo, quisiera abrazarte y no sé si pueda, si se permita, o si sea posible.
-      
     -Creo que no papá. ¿Cómo estas y te sientes?.

-  -Muy triste por omo estamos por supuesto. Y… no recuerdo que ocurrió exactamente, supongo reprimí ese recuerdo, cada que trato me duele la cabeza. Tú…¿estás bien?, ¿Qué se siente estar así?. ¿Duele?

-       -Sí duele obviamente, te extrañamos mucho y a pesar de que ya paso más de un año, aun no nos hacemos a la idea de que ya no estas con nosotros. Nadie nos dio nunca una explicación convincente, simplemente, que eso llega  a pasar y que nos resignemos. Y el hecho de que tu muerte fue rápida y sin dolor, como si eso sirviera de algo.

-     -Un año de… ¿¡mi muerte!?. ¿De qué hablas? No, estás equivocado, yo estoy vivo, es…no, yo no…tú, tú fuiste quien… tú…

-      -Un año de que tuviste ese accidente y saliste de la autopista cuando te dirigías al trabajo. Guardo en mi billetera el artículo del periódico donde salió la noticia; mira, aquí lo tengo.
    
    -¡No!. ¡No, no, no! ¡No puede ser cierto esto! No puede ser, yo no estoy muerto. ¡Dios bendito!, ¿Qué está ocurriendo realmente?
    
    De pronto ya no está mi hijo. Estoy en la casa un momento y ahora en otro lugar. Solo sombras y llantos a lo lejos. Es de noche y penumbras. ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué es esa cosa que se acerca a mí? ¡No!, ¡aléjate y vete!

  Sin darme cuenta esta ahora a mi lado, me toma de la mano y el miedo desaparece en un instante. Está bien, todo está bien. Me encamina a un gran tubo que hace me cubra los ojos por la inmensa luz que desprende de él, camino despacio a su interior y….





DANIEL ZETINA, Soltero, pero solo



SOLTERO, PERO SOLO

Por
Daniel Zetina
Morelos


Hace poco, en una reunión, nos divertíamos comentando la soltería de los asistentes. Y yo estoy soltero. Alguien dijo algo como “Bueno, soltero pero no solo”. Yo le dije “No, soltero y solo”. Es decir, parece que la soltería no implica la soledad sino la posibilidad de compartir con diferentes parejas ocasionales. Y está bien, pero yo estoy solo.

¿Por qué? Porque así lo decidí y lo escribo a un año ya de tomar dicha medida. No se trata de hacer dramático el asunto ni de alabar las virtudes de ser un anacoreta del amor o el desamor. No odio el amor ni amo la soledad. Pero decidí estar solo por un tiempo por así convenir a mis intereses. Soltero y solo. Y ha sido hasta ahora una buena cosa para mí.

En broma y en serio le dije a una amiga que yo por el momento era un hombre que no le convenía a ninguna mujer, y no porque fuera una mala persona ni porque tuviera una extraña enfermedad contagiosa, sino debido a mis actividades, sueños, salud y otros aspectos. Después de algunos comentarios y preguntas, bastante amistosas, estuvo de acuerdo conmigo.

En otra ocasión, una mujer me comentó sobre sus aventuras y por un comentario mío supuso que yo la juzgaba por tener sexo ocasional. Nada más lejos de la realidad, ya que no suelo juzgar a las personas por sus prácticas sexuales (amplias en mi ámbito de amistades). No juzgo, pero tampoco tengo porque llevar a cabo esas prácticas (ni siquiera hablar de mis preferencias respecto del tipo de relaciones personales que me gusta tener).

Por extraño que me parezca a mí, he hablado del este “tema” con varias personas: parece que la sociedad no comprende tan fácil que un hombre decida estar solo un tiempo, por las razones que sean. Acerca de estar soltero y solo, he escuchado cosas como:

1) que no importa lo que haga ni con cuántas mujeres esté, si al fin soy hombre y nadie me va a juzgar [el juicio no me interesa lo más mínimo, pero sí respetar mi decisión y decidir sobre mi cuerpo],
2) que la vida es corta y que debería disfrutarla con una o varias mujeres [un poco lo mismo, pero más absurdo, las mujeres no son un ente anónimo: cada una es una mujer respetable y maravillosa, seguro, como para hablar de ellas como algo casi abstracto; y bueno, mi vida no ha sido corta, ya llevo 38 años respirando y nada indica que esto vaya a terminar pronto],
3) que no crea que el amor ya no es para mí [el amor no me rechazó sino que yo lo hice con él, por así decirlo],
4) estar solo es malo, porque uno se amarga la vida [amargado ya estoy, en todo caso, y eso no va a empeorar si no ando por ahí soltando mi histeria con alguien],
5) que no me preocupara, que ya llegaría la mujer de mi vida, con quien me casaría y tendría hijos [como si me urgiera casarme de nuevo o ser un padre polireproductivo],
6) decidir estar solo es ser egoísta, debes corresponderle a alguien [aquí ya se me atragantan los argumentos],
7) “se me hace que eres gay” [no, bueno]
8) “¿y entonces qué haces?” [muchas cosas].

Tiempo al tiempo.
Señoras y señores y comunidad LGTB: un hombre puede decidir estar solo con muchos motivos o sin ellos, porque así lo quiere, el tiempo que guste y de la manera en que prefiera. Nada de malo hay en ello, ni de extraño. No por ello se rechaza el nirvana ni se pudre el corazón.

Tiempo al tiempo.
Más extraño me parece a mí (y de seguro también a ustedes), que la gente se empareje, incluso se case y reproduzca sin tener una razón, un motivo, un propósito en la vida, un bienestar, un equilibrio, un librero lleno de libros, algo positivo que compartir.


@DanieloZetina

viernes, 27 de octubre de 2017

HORACIO DÍAZ, El olor y sabor de la carne canina vietnamita



EL OLOR Y SABOR DE LA CARNE CANINA VIETNAMITA

Por
Horacio Díaz
Un viajero morelense
Morelos





Últimamente me he sentido atraído por la cultura asiática y con la idea de visitar algún país de Indochina y fue hasta el mes pasado que tuve la oportunidad de hacerlo e ir de vacaciones a la República Socialista de Vietnam, en donde recorrí varias ciudades siendo la ciudad de Ninh Binh, la cual se encuentra a unos 70 km de la capital Hanói, en donde tuve la oportunidad de probar la carne de perro, pues sabía que Vietnam es de los principales países del mundo en consumir ratas, insectos, carne felina y canina; no podía perderme la oportunidad de estar ahí y regresar a México sin haberlo probado, por lo que un día le pregunté a un empleado del hotel donde me hospedaba si conocía algún lugar donde pudiera probar carne de perro, quien al escuchar mi petición, soltó una carcajada y mirándome pícaramente me señalo una camioneta al servicio del hotel, en la cual amablemente me llevó y dejó en la entrada del lugar; eran aproximadamente las 19.30 hrs. Momento ideal para cenar algo muy distinto a lo acostumbrado, por afuera se veía un lugar muy normal pero al ir entrado me di cuenta que sí lo era, ¡pero para los vietnamitas!, pues era una negociación muy local, tan es así que el único extranjero en ese lugar era yo.

 El “restaurante” era una especie de cabaña, al parecer de bambú o alguna madera similar, en la cual en la parte de abajo se guardaban los coches y se ascendía por una escalera; al ir adentrándose se escuchaban a la distancia los ladridos de los caninos que supongo tienen en cautiverio, y que en algún momento terminarían en el paladar de algún vietnamita o extranjero curioso como yo. Mi sorpresa al entrar, no sin antes despojarme de mis zapatos como lo indica la costumbre en Vietnam al ingresar a la mayoría de los lugares,  fue que no había mesas ni sillas, sino que los comensales se sentaban en el suelo en una especie de petate al centro con especies, vegetales y demás  condimentos para aderezar al canino. Por lo que procedí a tomar mi lugar en espera de que llegara algún mesero a mostrarme el menú y así pedirle alguna sugerencia; pasaron 5 minutos y no veía a nadie de los empleados que circulaban por el local con la intención de acercarse a levantarme el pedido, por lo que me levanté y fui directamente al mostrador con un señor que se encontraba envolviendo unos pedidos para entregar a domicilio, a quien para mi mala suerte, al igual que todos los que se encontraban ahí, no hablaba absolutamente nada de inglés; por lo que como pude me di a entender refiriéndole que quería probar un poco de lo que estaba preparando; así que regresé a mi lugar en espera de mi pedido; minutos después me llevaron un plato con varias rodajas de carne hervida, algunos trozos con un poco de grasa, acompañado de una porción de hígado y una especie de tostada de harina de arroz… No era exactamente la manera en que yo lo quería probar pero fue lo que me entendieron, yo esperaba algo frito, que al verlo se me antojara comer, tal como veía a un grupo de jóvenes que tenía como vecinos de mesa, disfrutarlo como si fuera un manjar.

Al tener enfrente lo que había deseado probar, ahora no sabía cómo comerlo; los de la mesa de a lado al percatarse de ello me auxiliaron, y uno de ellos se levantó y con señas me enseñó cómo hacerlo: se cubre la carne con la tostada de harina y se remoja en un aderezo que por cierto no recuerdo a base de qué estaba hecho, y que confieso, no me gustó porque era un sabor muy fuerte, altamente condimentado y ácido; por lo que sólo empecé a comerme la carne; estaba un poco dura y tenía (o tiene) un sabor muy parecido a la carne de cerdo. Al tiempo que la iba digiriendo y al saber que no era precisamente cerdo lo que comía; al sentir ese peculiar olor de la carne desconocida, por un momento llegué a sentirme nauseabundo; así que inmediatamente pedí una coca cola para apaciguar ese mal sabor y evitar un accidente; pues mis vecinos, al empezarse a sentirse con más confianza, empezaron a ofrecerme alcohol, mismo que no acepté toda vez que no bebo…. No obstante les pedí me tomaran una foto para el recuerdo e inmediatamente uno de ellos sacó su teléfono y empezaron a tomarme fotos y tomarse  algunas otras conmigo, pues supongo que para ellos no era normal la visita de turistas a ese lugar. Y si bien no pudimos entablar ninguna conversación, sí fue un intercambio de fotografías, saludos de mano, miradas y carcajadas…

Minutos después de haber terminado mi cena y de socializar un poco, pedí la cuenta y pagué 115,000 Dong vietnamita, algo así como 100 pesos mexicanos, para posteriormente retirarme no sin antes despedirme de mis nuevos amigos de quienes nunca supe sus nombres, pero sí hicieron más divertida mi experiencia de degustar y aprender un poco de la gastronomía vietnamita…