EN LAS MANOS Y DOMINIOS DE YUM
KÍMIL.
Por
Mario Edgary Vázquez López.
Morelos, México.
Suena
el despertador, lo apago dando manotazos sin abrir del todo los ojos. Me
levanto pesadamente y me quedo acostado un momento de nueva cuenta, no abro los
ojos del todo, simplemente, asimilo que ya es el inicio de una nueva jornada de
trabajo y actividades cotidianas. Veo
que estoy solo, mi esposa ya se ha levantado. El ruido de la regadera me indica
que se está bañando. Quisiera ir con ella y compartir la ducha como antes,
pero… es duro ahora. Estamos rotos como familia y cada quien está ausente y
aislado. Mi hija prácticamente me ignora cada que le hablo y ni siquiera me
mira. Me dirijo al patio y observo el amanecer, quisiera quedarme en casa y
dormir todo el día. No tengo ánimos de rasurarme ni de hacer nada, pero, se
debe hacer. Ya mi mujer dejó libre el baño y se prepara para ir a su trabajo.
Entro al sanitario y de mala gana comienzo con el aseo y preparación personal.
Me baño y creo tardo un poco más de la cuenta. El agua me relaja y sollozo
ligeramente. Lágrimas brotan de mis ojos y trato de hacerlo en silencio. Sé que hoy tengo que armarme de valor y
acudir al hospital para la terapia. Ya son muchos días que simplemente me quedo
parado a un paso de ingresar, doy media vuelta y regreso sin entrar siquiera.
Demasiado
silencio. Le hablo a mi esposa e hija y no obtengo respuesta alguna. Se fueron
sin mí, ¿ni siquiera quieren que las lleve ahora al trabajo y la escuela?. Esto
va de mal en peor. Manejo de manera autónoma. El paisaje, los autos, el tráfico
es el mismo de cada día; si acaso mayormente nublado por las recientes lluvias,
como estar en medio de nubes, con las luces prendidas y manejando con mayor
precaución. Increíble este clima en esta ciudad, no se ve prácticamente nada más allá de un par
de metros. Solo la tenue luz de la parte trasera de los otros vehículos.
Otra
tarde y noche donde no nos hablamos. Ni nos vemos. Ni comemos juntos. Le hablo
a mi mujer al celular y nunca me contesta, lo mismo con mi hija. Ya no sé qué
hacer o cómo actuar. Es demasiado todo esto.
Supongo
debo empezar por mí, sanándome, perdonándome; tratando de hacer lo mismo que
todos y seguir con la vida. Me enoja y molesta que el mundo siga girando como
si nada cuando mi mundo se derrumba estrepitosamente. Tengo ganas de partir la
cara de todos aquellos idiotas que ríen y se ven alegres como tontos y
retrasados mentales. ¡Quisiera! No, no. Calmado, eso no ayuda. Hoy escuche en
la radio algo de meditar, creo esa puede ser una solución. Meditación, paz en
el alma, serenidad, sí, eso es.
Después de un
par de semanas por fin logro ese estado de conciencia y lo veo, ¡lo puedo ver!,
o Dios, que maravilloso y bendito regalo, ¡está aquí! ¡Mi hijo que falleció en
ese accidente está aquí, lo veo!
- -Hola
hijo. Te amo, te extraño, ¡todos te extrañamos!. Lamento mucho esto que paso.
No lo entiendo, no sé porque fue de esa manera.
-
-Hola
papá, te veo también. Te extraño muchísimo y haces falta.
-
-Hijo,
quisiera abrazarte y no sé si pueda, si se permita, o si sea posible.
-
-Creo
que no papá. ¿Cómo estas y te sientes?.
- -Muy
triste por omo estamos por supuesto. Y… no recuerdo que ocurrió exactamente,
supongo reprimí ese recuerdo, cada que trato me duele la cabeza. Tú…¿estás
bien?, ¿Qué se siente estar así?. ¿Duele?
- -Sí duele obviamente, te extrañamos mucho y a pesar de que ya paso más de un año,
aun no nos hacemos a la idea de que ya no estas con nosotros. Nadie nos dio
nunca una explicación convincente, simplemente, que eso llega a pasar y que nos resignemos. Y el hecho de que tu
muerte fue rápida y sin dolor, como si eso sirviera de algo.
- -Un año
de… ¿¡mi muerte!?. ¿De qué hablas? No, estás equivocado, yo estoy vivo, es…no,
yo no…tú, tú fuiste quien… tú…
- -Un año de
que tuviste ese accidente y saliste de la autopista cuando te dirigías al
trabajo. Guardo en mi billetera el artículo del periódico donde salió la
noticia; mira, aquí lo tengo.
-¡No!. ¡No, no,
no! ¡No puede ser cierto esto! No puede ser, yo no estoy muerto. ¡Dios
bendito!, ¿Qué está ocurriendo realmente?
De pronto ya no
está mi hijo. Estoy en la casa un momento y ahora en otro lugar. Solo sombras y
llantos a lo lejos. Es de noche y penumbras. ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué es esa
cosa que se acerca a mí? ¡No!, ¡aléjate y vete!
Sin darme
cuenta esta ahora a mi lado, me toma de la mano y el miedo desaparece en un
instante. Está bien, todo está bien. Me encamina a un gran tubo que hace me
cubra los ojos por la inmensa luz que desprende de él, camino despacio a su
interior y….
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