martes, 13 de agosto de 2019

ES TAN SÓLO UN ANHELO, Ignacio Cortés Morales


 Ver pasar la tarde sin un caminar trazado, simplemente dejarse ir; pararse en algún lado, ver los aparadores sin ningún interés, sin encontrar porque nada se busca; detenerse para tomar una copa en un lugar como pudo ser el otro, era igual, porque dondequiera se van a acentuar las ausencias, los días frustrantes sin tregua, de citas incumplidas o de las que se cumplieron en la inutilidad o de la que se acordó A de última hora o le acordaron, que de sí ni al caso; eso dejó inexplicable huella.

Llegada intempestiva, sin saber qué ver ni qué decir; llegar pero con la intención de dar fin tan pronto como se pueda; fingir el interés inexistente, tanto que se lamenta recordar que se tenía el encuentro; él lo supo de siempre; las frases truncas se complementaron con el hastío; no había razón para seguir.

Pero, ¿en que se basaba él para entusiasmarse?; absurdo que se es; nunca existió, acaso, un resquicio; nada había para ser esa cita distinta.

La falta de relación fuera de lo que es cotidiano pudo alentar lo imposible, y ahora qué; ahora nada; fulminar el embrión es lo conducente; el amor sin esperanza se muere; la unilateridad lo había alentado; sólo eso; ninguna explicación se puede pedir al error.

Con el vaso en la mano se decía la tontería, sin embargo, para sí, en su interior, acaso no era tan malo; era un sentimiento propio y ahí se quedaba y se quedaría; ¿a quién se le iba a perjudicar?; A seguía su vida, no se le inquietaba, no se le decía, no se le hablaba, no se daba el encuentro, no se le buscaba, y él en su sendero, pero ahora no está solo, vive en su sentimiento su intimidad, y no hace planes ni se alienta; está en sí y no comparte el instante aquel en el que soñó con que a ella igual le hubiera apurado la llegada de ese día, pero hasta se había olvidado, y el punto nunca se tocaría; es más, nunca volvería a darse la cita, era inútil y no se tenía un pretexto; todo se acabó sin iniciar.

Era acaso el olvido sin haber recuerdo, un fin sin ningún punto de partida; ni siquiera el vacío; nada es nada, ni siquiera oscuridad, sino nada; ni siquiera necedad, ni un rechazo; era la nada.
Pero en él, la llegada de ella le había dejado su mirada, su voz, sus palabras, y aunque no había nada de personal, ahí se quedó, y en el recuerdo de ese instante.

Con el vaso entre sus manos, un íntimo placer se recreaba, sin erotismo ni anhelo, era el placer de sentir la presencia de alguien sin tenerla ni ahora ni nunca, pero estaba dentro, profunda, para sí, y a nadie se le hacía daño, se justificaba él, al tiempo que cerraba los ojos y bebía tan sólo el toque de los labios, porque sorbo apasionado no tenía sentido sin el recuerdo del beso, también apasionado que no vendría jamás; era sólo el tocar con los labios el borde del vaso, el mojarse los labios, apenas sentir la bebida, como apenas haberse cruzado ambos senderos, uno que se quedó emocionado y el otro que no ha vuelto a acordarse del hecho.

El sentimiento era suyo, él lo tenía; no importa si A pensaba en cualquier cosa menos en él, que nunca fue prioridad; fue el absurdo, fue quizá como sucede con los suicidas que en el instante de ejecutarse quizá ya se estaba en el arrepentimiento; así debió ser la cita, y el aceptarla, más, pero a él si le produjo placer, y cuando tuvo su mano, cuando le había tomado, vino el loco pensamiento de “vamos juntos a caminar”, como si el tiempo se pudiera manejar al antojo y se estuviera en la adolescencia y, entonces, con sólo algunos pesos en la bolsa se recorrían las calles, las más solitarias si era posible, y detenerse de pronto, y verse, y acariciar el rostro; atraerse poco a poco, en cámara lenta, con pausa; cerrar los ojos y besarse en el tierno vivir de un instante que se quería que fuera para siempre, y estrecharse y fundirse los dos de tal manera que si se fuera uno, se creería, y sentir ese calor que sube hasta perder la noción de sí, y separarse también en tiempo detenido, y, al final del día, el adiós detrás de la reja de su casa, con una sonrisa prometedora de otros días que están por venir, y regresar y ella abrir la puerta y salir un momento y un beso de prisa; “ya, ya vete; va a salir mi mamá”, dice, y él responde: “no se lo has dicho”; “sí, pero me dijo que con cuidado, que se lo contará en su tiempo a mi papá”, y otro beso igual de veloz, y a caminar, irse por la calle, “la calle donde vives mi bella dama”.

Aquí no hay calle, ni caminar, ni toque de manos, menos el beso, ni la respiración que se entrecorta, no hay ella y él, tan distante, pero el sentimiento tan propio, tan de él, le llena, pero no hay comunicación.

A ni siquiera lo sabe ni lo sabrá, es el paraíso de él; decirlo transformaría el paraíso de uno en infierno de dos, y mientras sigue con el vaso entre sus manos, se exalta el recuerdo, le llena, y se deja la promesa de no cortar lo que siente; será de él y lo dejará crecer hasta el infinito; será su destino, su vuelo feliz, y si la ve, será la casualidad; nada de búsquedas para encuentros propicios, será nada, será un sentimiento tan propio que le dé la ventura de vivir tanto como sea posible; mucho porque está pleno.

¿Qué de malo hay en eso, vida?; ¿es el amor?; no lo sabe, es suyo y lo atesora, y le quita de su soledad, le lleva a ella que no estará, aunque es tan fuerte el recuerdo que sí aparece y dice lo que él quiere que diga, y sí le toma sus manos y los brazos y la va bebiendo y allegando hasta ser de sí, con la ternura de quien no tiene edad, porque es el sentimiento el que la ha anulado, y se revive la vida, se recrea, se le dan años a la vida; es la vida la que salta y le dice que se ha fortalecido con el sueño que se ha recreado.

Él le llevó para sí, le allegó la luz y le vistió de telas transparentes para dibujarle y para acentuar su belleza, y ya en sí, le idolatra aunque apenas le toca, le llena de respeto; no le toma, es una imagen, una diosa, una virgen, un sueño y la hermosura de una mujer tan especial que no quiere ni hablarle porque el más brillante parloteo es poco para ella, y se le guarece de todo para que nada le toque, ni la brisa siquiera, ni el sol que es poco para ella; A, quien es una silueta, un fuego, una centella, es plegaria y es emoción.

Para él, ella es él, aunque ella no sepa del cariño ni nada de él, pero él se le entrega por los días y en las noches le cobija; en su ir y su venir ella está con él, aunque de ella sabe tan poco y no quiere averiguar nada; lo que se sepa será vulgar, serán cosas y ella es mucho más que el mundo, es el universo con sus amaneceres y ocasos, con sus alfas y sus omegas, sus infinitos y eternos, es la filosofía, es el amor, es un ente que está en todas partes, es de él en su soledad, la que no se esfuma porque con su recuerdo todo se llena, todo se ilumina, se da a manos llenas, es la imagen de la divina presencia, en la que hasta los ateos sucumben; es el corazón que ama y las manos que tocan, la piel que siente todo lo que a su paso da, es el poema de una palabra, y también la razón, es lo humano y lo divino, es la conjunción de todo lo que existió, existe y existirá, y él no le dejará ir aunque sólo sea un recuerdo, una cita de hastío, absurda, sin sentido, molesta, pero para él, A se quedó por completo ese día hasta ser su razón y sinrazón, su locura, su sentir y su pasión, su imagen de siempre.

Ella, A, es el amor que aunque es de uno, se multiplica en sí y se esparce hasta no dejar ni un rincón de él por tocar, llenar y llevar a la vida. Ella, insiste él, “es el amor”.

domingo, 14 de julio de 2019

LA CITA FRUSTRADA, Ignacio Cortés Morales

La hora se acerca, la cita a la vista, tres horas apenas de distancia, y empieza el arreglo, pantalón y camisa pero no, qué hago, cómo rayada uno y rayada la otra, ya sólo le falta la placa con el número al frente. A buscarle. Ya sé, este pantalón y esta camisa. Ajá, negro y blanca, ¿por si falta un mesero? Me volví idiota. Me voy de café. ¡No te digo! De tamarindo, de agente de tránsito. ¡Arajo! Sólo falta que me vaya encuerado, cierro un ojo y digo que voy disfrazado de aguja. Ya. Este pantalón y esta camisa y ya, y apúrate que ya perdiste mucho tiempo. Quiero salir antes, ir por unas flores o un muñeco de peluche, chocolates, me decía, aunque en el fondo lo que quería era salir pronto, prolongar la felicidad por la cita, no vaya a ser que me hable y la cancele. ¡No!

¿Fundados mis temores?  Es la más bonita de la escuela. ¿Aceptó la invitación a salir? Sí, hoy, a las cinco, las cinco en punto de la tarde, diría García Lorca, en la catedral, está grande, pero nada que no pueda recorrer en cinco minutos, y si me quedo al centro, de ahí se ven las dos entradas, así que no hay pierde. Por eso debo llegar temprano. No creo que X llegue antes. No hay felicidad completa. Que llegue, aunque sea tarde. La espera por el tiempo que llegue tarde será poco por lo que estaremos juntos y entonces caminaremos. Primero le entrego el presente y me dará las gracias. “Está muy bonito. Gracias”. Dirá y su sonrisa especial me sonrojará. Pequeño para que no estorbe. Porque sí va a llegar, desde luego. ¿Le diré que me gusta? Es la primera cita. ¡No!, no es conveniente. Sólo caminaremos y tomaremos algo. Al Borda para ver caer la tarde. Si tuviera coche iríamos a Palmira. Ninguno de los cuates tiene uno y si lo tuvieran no me lo iban a prestar. Caminar en catedral, visitar las capillas. ¿Y el ateísmo? Puede esperar.

Al caminar, seguro, alguna vez tocaré su mano, y lo haré a propósito, y si después de pedir perdón me dice “no te apures”, ¿será que voy bien? Caminar, hablar, si es que puedo por la emoción, y le diré que cuando no tengo clase salgo del salón y le miro a la distancia y escribo versos que sólo yo conozco, pero que son para ella, y le cambio letra a las canciones, y también para ella. Y si alguna vez es mi novia se los daré todos y los guardará como un tesoro, pues son de mí para ella, sólo para ella. Cursis líneas pero a ella le parecerán únicos, hermosos, y los tendrá en una caja, y en las noches, después de que le deje, que todavía le hable por teléfono, ya acostada, los sacará, los besará, y aunque los tendrá aprendidos de memoria, los leerá y una sonrisa le llenará el rostro, y todo ello por mí, y deseará verme, y quizá hasta quiera llamar, pero a las diez de la noche ya será tarde, y no lo hará. Todo lo guardará en su caja, su cajón, se cobijará y echará una mirada más al lugar y se quedará dormida en su inocencia. ¿Le amo? Sí, en secreto. Ella no lo sabe. Hoy nuestra primera cita. Ella y yo, caminando y quizá se lo…

Bueno, me voy. Corto el hilo de mis pensamientos. Un poco más de perfume. ¡No mucho!, ¡Ya!. Salgo al patio y todavía alcanzo a oír que suena el teléfono, subo la escalera, rápido. No me vaya a llamar para cancelar la cita. Así, si sabe que ya salí, quizá por cortesía acuda. Más rápido, pero todo es inútil, no alcanzo a abrir la puerta, cuando me mamá grita: “te hablan”, y al no responder, “no oíste que te hablan”, y no me queda más que bajar. ¿Será ella?, ¿Para cancelar, para adelantar la cita, para que sea más tarde? Se me hace tarde, ma’, y me responde: ¿para qué das el número de la casa si no quieres que te llamen?
Bueno, endulzo la voz lo más que puedo, y me encuentro que es Juan. Justo a esta hora.

-Ya terminé la síntesis del libro. Te la llevo mañana y ahí me pagas.
-Si quieres voy por el trabajo.
-Voy a salir. Tengo una cita.
-¡Órale! Estoy cerca de tu casa. Te pago y te llevo donde vayas. Llego en diez minutos.

Perfecto, pensé, así tendré un dinero más y hasta llevaré a X a su casa en taxi. Quedamos de vernos en diez minutos. Salgo rápido, llevando el trabajo. Ahí viene. ¿Acompañado? Bueno, no le podré platicar que voy a ver a X y no le podré pedir un consejo para que me diga si es conveniente declararme. Tiene mucha experiencia con las mujeres. ¿Con quién viene?... no puede ser, es ella. ¿La golpeo, lo golpeo, los golpeo? Me quedo de una pieza.

Se baja Juan. Ella me saluda con total indiferencia. Ni siquiera se acuerda de la cita. Soy un imbécil. Casi como autómata le entrego la síntesis, me paga y me hace señas que no diga nada del trabajo. “Súbete” me dice. Ella, mirándose al espejo. Para ella yo no estoy, no he estado nunca.

-Gracias, me quedo-, le digo y contesta, “como quieras. Te la brindo”, al tiempo que guiña un ojo y me da un pequeño golpe con el codo, en franca complicidad.

Y yo pensando en darle unos versos…



LA CITA FRUSTRADA
Ignacio Cortés Morales
Por
Morelos

Ignacio es periodista

domingo, 19 de mayo de 2019

YO TAMBIÉN SOY ADMIRADOR



Por
Raúl Alarcón
Abogado
EDOMEX

Soy admirador de la obra divina; fundamentalmente de la mujer. Soy admirador de los hombres que respetan la dignidad humana, que dicen SÍ, cuando deben decir SÍ, y NO , cuando es NO. No necesito amigos que cambien cuando yo cambio y asientan cuando yo asiento; admiro a la gente que habla cara a cara, a los que con valentía asumen de sus actos; no así al cobarde rastrero que cuando lo escupes te besa la mano. Admiro a Dios sobre todas las cosas, es decir, admiro lo bueno, nunca lo malo, nunca al traidor, nunca al gusano que te busca, te estrecha y abraza, como si fuera tu hermano...

domingo, 4 de noviembre de 2018

¿QUIÉN NO TIENE MIEDO DE MORIR?, El Güero Karl



¿QUIÉN NO TIENE MIEDO DE MORIR?
A LAS FAMILIAS QUE NO DEJAN DE LUCHAR.
UNAM, 03 DE SEPTIEMBRE 2018

Por
El Güero Karl
Morelos
@Güero Karl

Compa, yo te vi correr.
Nos abandonaste. Dejaste que nuestros cuerpos se convirtieran en jirones irreconocibles.
Te fuiste sin importar los gritos desesperados de tus camaradas.
La tropa que te acompañó, que elevó sus gritos en coro a los tuyos.
Dejaste que tus compas más jóvenes fueran brutalmente humilladxs.
Yo vi cómo te "replegabas" para ponerte a salvo, cuando a dos de lxs nuestrxs les clavaban las puntas en sus almas.
Yo escuché tus gritos desesperados entonando un Goya insalvable contra aquellos de quienes nació.
Un Goya contra aquellos que nos mataban.
Yo fui espectador y víctima de la violencia y del terror; de la sangre y del fuego.
Pude ver el miedo que nacía en tus ojos y se convertía en aliento de la huída, vi como tus banderas y tu lucha se desmoronaban a cada golpe que recibimos a quienes nos abandonaron.
"Antes de que nos olviden" fue la frase que retumbó en mi cabeza al sentir las incontables patadas que recibí por intentar resistir y acompañar a mi tropa.
Pero no te juzgo, mi compa.
Entiendo tu miedo, entiendo tu huída, nos han acostumbrado a correr, a escondernos cuando algo nos atemoriza. Y siempre son ellos los que nos atemorizan.
Nos alejan del grupo para convertirnos en pedagogía.
"Esto te va a pasar a ti si continúas en tu lucha".
Yo también tuve miedo, dudé en si quedarme contigo, dudé en si acompañarte en tu marcha, dudé en si faltar a mis clases.
Y me cansé de dudar. Me lancé a gritar contigo, a poner mi cuerpo junto al tuyo, a defender tu cuerpo para compartir los golpes.
Me cansé de saber nombres victimizados:
Lesvy, Miranda, Naomi, Joel, Emilio, Carlos, Mariela; nombres y nombres de mi gente vestida de verde olivo.
Voces que viven en la mía siempre que les nombro.
¿Cómo iba a abandonarles a ustedes si todo el tiempo lo hemos hecho?
Aprendí a tener miedo, igual que tú, a sentir el frío en mi espalda y salir huyendo.
Pero me cansé de eso, de ver a mi gente herida y humillada.
Y hubo fuego en mi interior que me dijo: Resiste.
Que sepan que éramos tantxs, y que no supieron esperarnos, no buscaron rescatarnos, por ese maldito enemigo que se llama miedo. Miedo a ser tú y no otrx.
¿Agradeces cada mañana no ser parte de los 43? ¿No ser una estadística más?
Pero al miedo se le combate, se le enfrenta, camarada. No te olvides nunca, que por miedo hemos perdido a nuestra gente.
Sin embargo, no te apures que si yo te veo en una marcha, que si yo te veo en una lucha, hinco mi rodilla junto a la tuya, tomo tu mano y resistimos juntxs.
Y si no salimos de ahí porque nuestra tropa nos ha olvidado, no me llores y mejor lucha, lucha, lucha, y no dejes de luchar.

jueves, 28 de junio de 2018

CUANDO UN AMIGO SE VA, Carlos De Negri



CUANDO UN AMIGO SE VA

Por

Carlos De Negri
Morelos


La casa se siente sola sin su presencia, no hay ruido... Su amortajado cuerpo a la espera de su última morada...

Hoy por la mañana, hasta ahora lo veo así, se despidió de mí... me acompañó a servirle agua, ya casi no caminaba...  Antes de cerrar la puerta nos quedamos viendo por unos minutos, fijamente… y luego mi acostumbrado “cuidas bien la casa”. Él, atento, así lo hizo... Esperó a que alguien llegara -mi hermano-, para poder partir, despedirse de él, descansar...

Es de las pocas veces en mi vida que le lloro a alguien  aparte de mi papá… De seguro ya está orinando los muebles de San Pedro... ¡Te extrañaremos, Hueso!




LA CULPA ES DE PETRACA, Arturo Núñez Alday



LA CULPA ES DE PETRACA

Por
Arturo Núñez
Morelos

*Arturo es Consejero del INE Morelos y escritor.


Escucharlo es una invitación a entrecerrar los ojos y dejarme llevar por las olas que mi profesor hace correr en el aire. En ocasiones son tormentas las que provoca dentro del salón de clases; todas nosotras, a manera de sirenas encantadas por un Ulises con lentes que llega hasta las rocas donde cantamos el final de una adolescencia desquiciante, generamos un calor que nos hace movernos inquietas en el aula, mientras los chicos aprenden del maestro a poner ese matiz en las palabras capaz de mover a insurrecciones épicas. Embebidas, soñamos en convertirnos en la consentida del profesor, pasar la lista de asistencia, ayudarle a organizar los materiales de trabajo, traer su café y, si fuera posible, masajearle los hombros, el trapecio y el cuello, para insuflarle la energía que gasta tratando de generar conexiones sinápticas en nuestros cerebros presos de los complots digitales.

            La verdad es que yo, como muchas otras, reviento por las ganas de acariciarle otros músculos que en la clase de anatomía me han resultado más interesantes y dignos de ser acariciados, pero no veo la manera. Aunque mi imaginación es por completo indecente y trotamundos, mi conducta aún muestra el pudor necesario que me da una imagen suficientemente decorosa para no ser tachada de piruja, como Magda, la Batidora, o Tita, la del 601, apodada la Pájara  no por cantar bonito, sino por andar de rama en rama; con decirles que nadie entiende cómo aprobó Física y Temas Selectos de Matemáticas con nueve, ella, que fue bendecida por apenas dos neuronas que además están peleadas a muerte.

            Mi indecencia es distinta, lo sé; poética, incluso. Si alguna vez me acostara con mi profesor de Historia del Arte (que Dios y los santos lo permitan, lo toleren y lo perdonen), será para escribir una página de belleza en la corta historia de mi vida. Porque es por él que ahora escribo tan lindo, como dicen mis compañeras; por él que me he vuelto íntima amiga de los libros, los museos, el teatro y la poesía. Si no pasara nada entre nosotros sería como no cerrar un círculo en mi existencia. Y en la vida hay que cerrar círculos, me lo ha dicho mi tía, psicóloga sin título que da consejos a diestra y siniestra.

            Debo armar un plan. Dentro de tres meses terminaremos la prepa y me quedaré sin oportunidades, porque no creo que mi maestro, con todo y lo maduro que dice ser, resista los embates de algunas lagartonas, profesoras o alumnas,  que se le echan encima desde que nos contó de su divorcio hace unos meses. A la que menos soporto es a la Batidora, quien mueve sus caderas de lado a lado cuando se le arrima y deja sus pechos talla cuarenta tan cerca de la boca de mi pobre maestro, que ha de sufrir horrores tragando la saliva que esos espantosos volcanes le hacen segregar. Qué diferencia con los míos, de proporción justa para qué él los abarque con sus manos.

            Hay una dificultad mayor y es la que más me acongoja: soy virgen. Nadie  cree que a trece días de cumplir los dieciocho aún me conserve nueva, como dice mi abuelita; pero es cierto, ¡lo juro por Atenea! El único que con sus manos indagó alguna vez el bosquecillo que tanto resguardo, fue el idiota de Carlos; bueno, ahora sé que es un idiota, no aquella vez que me sedujo estúpidamente con su mirada de ángel. De haber sabido que la transparencia de sus ojos era equivalente a la de su cerebro, no hubiera estado a punto de entregarme a él dentro de su auto. Me negué y se ofendió; claro, él no buscaba otra cosa. Lo bueno fue que coincidió con el final de semestre. La noticia de sus seis materias reprobadas me bajó la fiebre que me provocaban sus ojos y sus nalgas; otro poco y mi cuerpecito ya sería camino explorado. Vuelvo a lo de mi inexperiencia: ¿qué haría yo con un hombre de mundo que ha probado y aprendido de todo? Dicen que el amor es sabio y el instinto más, pero cómo me gustaría que, además de saber dar besos de lengüita, tuviera yo cierto entrenamiento. Me siento tentada a pedirle unas clases a la Pájara, con lo mucho que habrá aprendido con el depravado profesor de Física. En fin, ya me las arreglaré.

            Ayer me vio de una manera que me sonrojó toda, hasta las uñas. Fue cuando me devolvió mi trabajo sobre la arquitectura renacentista. En la portada puse el Soneto a Laura, de Petrarca. Al momento de entregármelo leyó en voz alta los últimos tres versos alternando su mirada entre el papel y mis ojos: Llorando grito y el dolor transito; muerte y vida me dan igual desvelo; por vos estoy, Señora, en este estado. Se me aflojó todo: la lengua, las piernas, las manos, las pantaletas. Las dos tontas que se sientan frente al escritorio se rieron de lo lindo. Bonito trabajo, agregó. Apenas pude decir: Gracias… profesor. Caminé hacia mi asiento como si me moviera dentro de un pantano; al llegar, mi cuerpo entero se esfumó dentro del uniforme. Al final de la clase pasó a mí lado, dejó pegados sus ojos en los míos y los traje a casa. Me persiguen a toda hora y por cualquier lugar, bajan hasta mi pecho y lo incendian, se cuelan en el baño conmigo, me miran desnuda, sus pestañas me acarician el ombligo y hurgan en cualquier resquicio de mi anatomía. No puedo más.

            Le escribiré. Enséñame a amarte, aunque sea dentro de cuatro paredes, a gozar contigo, a sufrir tu ausencia y después a olvidarte; eso le diré con palabras que nadie le ha dicho. Será mío, de ninguna uniformada más.

            Tengo la cartita en mis manos, al final de la clase se la daré dentro del libro que me prestó la semana pasada; decírselo con un mensaje por el celular puede ser riesgoso. Al fin le declaro mi pasión y mi impaciencia. No podrá ser indiferente al labial que hoy escogí, a mi nuevo corte de pelo, al rímel que le robé a mi madre. No me importan los dieces en la boleta si antes no me dibuja con sus dedos un diez en mi espalda desnuda. Ni quiero más sus miradas martirizando mi piel cuando se marcha.

“Profesor, aquí está el libro que me prestó; lo disfruté tanto, maestro, tanto”. Se ha sonrojado, pero… hay un dejo nostálgico en su mirada; ¿será porque en verdad siente algo por mí? Mañana tendré claridad; las dudas flotarán  durante el recreo como pompas de jabón y las reventaré con mis manos; los ojos de los demás me serán indiferentes después del receso, y también la filosofía y los pintores, los escultores y los arquitectos; me quedaré sólo con él y Petrarca. ¿Por qué tarda tanto el tiempo en ser mañana?

Aquí estoy al fin, esperándolo, comiendo emparedados de ansiedad sabor a sal y con mis labios resecos. Hoy tendré su respuesta. Llegará desvelado por haberme imaginado en sus brazos después de leer la carta, caminará erguido hacia mí con un nuevo libro en sus manos donde estará guardado su corazón. Dentro estarán escritos el día y la hora en que me esperará para hacerme suya, el nombre del lugar y puede ser que hasta el color de las sábanas. Entonces, yo… ¡El timbre! ¡Ha sonado el timbre! Recorro la distancia que me separa del aula sin sentir el piso sobre el que camino. Han pasado tres minutos y no llega; tan puntual que ha sido siempre.

Lo veo venir y el corazón se oprime. Su cara de huevo, amarillenta y agria, me incomoda. ¿Por qué llegó el prefecto y no mi caballero renacentista? “Jóvenes, guarden silencio todos. De parte del Director les informo que su maestro Francisco no terminará el semestre. Mañana hablará con ustedes la Coordinadora Académica para ver de qué modo siguen trabajando sin él; lo más seguro es que llegue un maestro nuevo que cubra su asignatura, pero no sabemos cuándo. ¿Alguna pregunta?” Yo quedé muda, muerta, enterrada. “¿Y por qué se fue el maestro Franz sin avisarnos? Ay, tan lindo que era”, dijo Magda, batiéndose toda. “Eso no lo sé,  sólo supe que se fue a otro estado; a lo mejor agarró una buena chamba y se tuvo que ir de emergencia. Ya se pueden retirar. Laurita, mandó con alguien este libro para ti… ¡Laura!”

No soy yo la que coge el libro en sus manos y camina como zombi hacia la salida; la que llega a su casa y lee en su recámara un breve mensaje de despedida que acuchilla, y luego se tiende en la cama, y clava sus ojos en un punto de la pared hasta horadarla; no soy la que escapa por el orificio tras un horizonte perdido, sin luz y sin señales para orientarse; la que vuelve hasta su cama, seca, sin llorar, anudada en un vacío con tentáculos que la oprimen tanto que no puede respirar y  no la dejan oír la voz de su madre, lejana como recuerdo viejo: “¡Laura!... ¡Laura! Te llaman por teléfono.” No soy la que escucha, porque sé que estoy muerta, virginalmente muerta. “¡Laura! ¿Vas a contestarle a Pepe o no?”

¿Pepe?... ¿El chico tierno que me compró palomitas en el cine y me pidió ser su novia? ¿Pepe quiere revivirme?... “¡Vooooy, mamá!”, le contesto con voz tan débil que apenas traspasa el umbral de mi recámara.

¿Pepe crecerá algún día y me hablará de Leonardo da Vinci y Miguel Ángel; del Greco y de Caravaggio?... ¿Conseguirá con los años una mirada profunda como la de…?

“Hola... ¿Pepe?”


NI EL GALLO NI EL PINTO NI EL COLORADO... MEJOR EL ABANDONADO, Edgary Vázquez




Y ¡AAAARRRRAAANCAAANNNNNN!

Por
Mario Edgary Vázquez López.
Morelos, México.

Ni el gallo ni el pinto ni el colorado… mejor el abandonado.

Ya termina oficialmente el periodo de campañas en nuestro estado y en toda la nación, donde más allá de propuestas e ideas prácticas, la temática – al igual que cada proceso electoral – es la descalificación, los golpes bajos y los trapitos al sol de lo que ha hecho o dejado de hacer cada uno de los diferentes candidotes, ¡perdón!, candidatos y candidatas, a los diferentes puestos de elección popular.

Que si aquel se llena las manos, los bolsillos y lo más que puede de todo lo que le caiga. Que si aquella es parienta incomoda de aquel otro que defraudo a aquellos. Que sí parece chapulín porque ya se puso la camiseta de todos los partidos existentes en diferentes elecciones. Que si…

Me decía un chamaco que votará por primera vez:
-              ¿Y siempre es así don?
-              Ni más ni menos hijo, ni más ni menos.
-              ¿Y entonces?
-              Mira, como toda primera vez, es normal que estés nervioso y que quieras hacerlo de la mejor manera posible. Te diré que no te dejes engañar ni apantallar. Esto se gana con votos y a muchos no les interesaría vender a su mismísima madre para obtenerlos, claro, eso no pasará, pues muchos de ellos no tiene, digo, ya por la edad es obvio que sus progenitores partieron de este mundo hace bastante tiempo.
-              ¿Tons de tin marin? ¿Al mejor postor? ¿El que me sonría más?
-         Ah, qué chamaco tan sonso éste. ¡No!. Ustedes que se la pasan todo el día enajenados con sus teléfonos y sus maquinitas esas, investiguen la historia, el pasado y lo que ha hecho cada uno de los suspirantes esos. Hoy día es fácil mostrar la mejor cara, prometer el cielo y la luna, pero lo que han hecho antes de estar aquí ya se tiene al alcance de la mano con tan solo buscarlo. Lo que pasa es que muchos no se informan y se dejan llevar por lo que dicen otros, y así ¡pus no se puede!
-              Ya está don Chema, pues voy a darme a la tarea de buscar en red a los que considero para votar y si no me convencen, pues vengo y le pregunto otra vez.
-              El chiste es informarse, participar, ejercer ese derecho y no dejarse engañar. Que te diré, a final de cuentas ninguno de ellos va  a cumplir todo lo que promete, en parte porque no pueden y otra más, porque no será posible. Pero lo que si debes hacer tú y cada quien, es estar seguro de que la persona que tenga esa confianza del voto te convenza por ser lo mejor. Ya vez lo que sucedió  la vez pasada, que todos se fueron por la tontería de elegir a alguien que no estaba preparado para la encomienda,  ¡ha pero como era famoso y destacado!, pero en otra cosa, no en la administración pública, y ganó por esa popularidad que ya tenía desde antes, dejando a este lugar, tantito pior de como estábamos antes.

jueves, 15 de marzo de 2018

EL GÜERO KARL, ¡Liberemos a las vacas!




¡LIBEREMOS A LAS VACAS!
Por
El Güero Karl 
Ciudad de México

Ni siquiera puedo comparar a nuestra sociedad con un matadero de reses; sin embargo, me parece que vivimos de una manera muy similar. Viajamos en servicios públicos en espacios confinados, con incomodidad y egoísmo, pues si entré yo, por qué voy a dejar que entre alguien más; “si no te gusta, vete en taxi”; es lo que grita mucha gente sin detenerse a pensar que quizá, la persona que entra por la fuerza al transporte es por la misma razón que toda la otra gente: carece de recursos para irse en taxi, y va a perder su bono por puntualidad.

Parece que hoy más que nunca, vivimos ante la expectativa de que el sistema económico nos premie por nuestros grandes resultados. Llegar temprano al trabajo, sacar las mejores calificaciones, demostrar nuestros conocimientos, hacer hincapié en los errores ajenos, humillar a quien parece no encajar en este sistema, ganar medallas deportivas, entre muchas, muchas otras recompensas.

Somos las bestias más egoístas, más ensimismadas, pues sólo pensamos en que no nos degüellen antes que a todas las otras reses. Nuestra vida es la única que importa. Nuestros intereses son los únicos que valen. Nuestras ideas son las únicas con fundamento. Somos una espantosa calca de los cerdos de Orwell, explotamos a quien se deja; y a quien se queje, lo pisoteamos.

Empero, hay grupos que buscan hacer contrapeso hacia quienes se han apropiado de una ideología alienante. Grupos que todavía creen en las relaciones amorosas, esas que hablan de la responsabilidad de nuestras acciones y de nuestras propuestas. Porque lo creemos, porque creemos que hay otra forma de vivir. Una en donde no quepa la subordinación de la otredad, sino que se generen espacios de discusión del bien común. Definitivamente creemos, que hay que repolitizar los espacios.

Deben existir formas en donde no tengamos que pagar por el espacio en donde vivimos; porque no creemos que la tierra deba considerarse como una mercancía, ni la naturaleza, ni la gente. No somos mercancías. No somos fuerza de trabajo explotable. No más explotación de la otredad.

Sólo hay un problema, el sistema es capaz de moldearse, se convierte en todo lo que queremos, nos hace desearlo, nos fetichiza para que no nos escapemos de sus garras.

        No vaciemos de sentido nada de lo que hagamos, y si ya lo estamos haciendo, una muy sana recomendación es: pregúntate para qué estás haciendo eso, ¿a cuántos seres estás lastimando con eso?

¿Sencillo? Para nada, si ni siquiera se lo puedes plantear a tus seres más cercanos, entonces, ¿para qué quieres vivir diferente? ¿Podemos vivir diferente? ¿Quieres que te exploten hasta que te mueras? ¿Eres única/o y diferente? No te preocupes, hay millones igual a ti, igual de egoístas…

Lo triste es que… las vacas también son esclavas.

miércoles, 3 de enero de 2018

FELIPE DOMÍNGUEZ, ¿Es necesaria la Ley de Seguridad Interior?


¿ES NECESARIA LA LEY DE SEGURIDAD INTERIOR?

Por
Felipe Domínguez
Morelos

Sin duda lo que los mexicanos queremos y aspiramos a tener un país con tranquilidad y paz social, tema muy escabroso para Tirios y para Troyanos, mientras unos nos manifestamos que se aplique toda la fuerza de la ley incluyendo las fuerzas armadas ,o sea ¡¡¡militarizando al país!!! otros definitivamente nos declaramos en una actividad de paz buscando acuerdos y construyendo el clima al que todos aspiramos, ambos caminos buscan el mismo fin, aunque quienes hoy detentan el poder se inclinan a seguir convulsionando al país para acabar con el derramamiento de sangre, con más sangre, México tiene miedo, tiene hambre.

¿En recientes días se ha estado cocinando entre las dos cámaras del Congreso de la Unión la aprobación de la LEY DE SEGURIDAD INTERNA, espero que los diputados federales, senadores, congresos locales y  cabildos municipales asuman con responsabilidad social e histórica de los que acontecimientos que se susciten a raíz de la aplicación de la ley en comento, en la que se considera darle más poder de intervención al ejercito con el pretexto de tener mejor control sobre la delincuencia organizada y de esa manera ir acabando con este cáncer social, será realmente el remedio? ¿Recuerdo que ese era el objetivo de LA GENDARMERIA misma que se anunció con bombo y platillo que por fin se había constituido (y con muy buen presupuesto) un brazo armado de la ley eficiente y eficaz y vemos lamentablemente que fue o es un rotundo fracaso, vale la pena militarizar al país?

Dentro de la mencionada ley se está considerando que las manifestaciones y mítines de protesta con tintes de violencia serán motivo de sanciones y castigos (la calificación de violentas estará al albedrío de las autoridades) lo que generaría en una represión a la libre de manifestación de ideas y un cruel atentado al derecho humano a manifestarse. (No faltaran los agitadores profesionales que saboteen las manifestaciones y las tiñan de violentas) y por consiguiente las manifestaciones caerían de acuerdo a la conveniencia de gobierno en turno.

Ahora, a escasos meses de las elecciones dejaría esta reflexión que papel jugará el ejército en las posibles manifestaciones de inconformidad, si su ungimiento legal es en “otro sentido”.

Por otra parte, Andrés Manuel López Obrador manifiesta analizar y valorar un cambio de estrategia para acabar con el derramamiento de sangre, con una hipotética amnistía para los delincuentes, una amnistía no es de facto un perdón total, es una revisión de casos donde haya la posibilidad de avanzar hacia la paz y seguridad ciudadana, porque argumenta con conocimiento y hechos que a 12 años de enfrentamientos entre el gobierno y la delincuencia organizada, lo único que a resultado es más derramamiento de sangre, a un año de salir el actual presidente (ni poner su nombre) ya se superaron las cifras de secuestros, asesinatos y robos que  dejo Felipe Calderón, luego entonces cabe la reflexión “ la actual estrategia es la adecuada? ¿Combatir el derramamiento de sangre con más sangre? ¿Vale la pena cambiar la estrategia?

Sin duda Gandhi dijo con gran acierto OJO POR OJO Y EL MUNDO QUEDARÀ CIEGO.

Estamos ante el umbral de una de las más competidas elecciones de nuestra historia, por primera vez existe un real peligro de que el poder se vaya de las manos de los dos partidos que han gobernado después de la Revolución Mexicana el PAN Y EL PRI a tal grado de estar haciendo lo posible de alianzas entre el agua y el aceite, aunque dudo si alguna vez fueron agua y aceite (PAN Y PRD).

Recapitulando, una posición es seguir con el enfrentamiento, que la ciudadanía siga expuesta a la violencia y a más derramamiento de sangre con las mismas acciones solo conseguiremos los mismos resultados y con los agregados que a rio revuelto ganancia de pescadores, aunque debiera decir ganancia de políticos corruptos. (Los pescadores que culpa tienen)

La otra posición es la posible amnistía con sus respectivos candados y valoraciones a los miembros de la delincuencia organizada, que, de un rumbo diferente a nuestro país, con la posibilidad de regresar a la seguridad ciudadana y a la tan añorada paz social.

La primera opción es de sanciones y castigos a un alto precio, la segunda opción es de diálogos, análisis, valoraciones para construir un cambio, pero en muchos casos se omitiría la aplicación de la ley a cambio de paz y seguridad, ante estos escenarios me atrevo a proponer una tercera opción que no agrede, que no perdona pero que exige mucho trabajo, honestidad y empatía social. No ataquemos la oferta, ataquemos la demanda, impulsemos una verdadera transformación de la educación con más y mejores escuelas, impulsemos el deporte para una Juventud sana y propositiva con más y mejores centros deportivos, erradiquemos la pobreza no con más programas asistenciales si no con más empleo y mejores salarios para poder llevar una vida digna y saludable para que de esta manera podamos alejar a la Juventud de los vicios y la delincuencia. Es la opción más difícil pero no implica, sangre, perdón, ni indulgencia, solo puede traer la paz, la seguridad y una mejor vida de los hoy más de 40 millones en pobreza extrema en nuestro país.

Ahora los más difícil, un verdadero combate a la corrupción que impera en los tres niveles de gobierno y no burdas y vergonzosas simulaciones como hasta la fecha se vienen ejerciendo, no necesitamos más leyes las que tenemos son suficientes, basta con que se apliquen a todos los que las violen, sean quienes sean, porque la impunidad a dado lugar a la corrupción y al crecimiento de la delincuencia.

Hoy la honestidad está muy lejos y se ha mal utilizado tanto, que ha perdido su real valor.


Basta de políticos que se hacen millonarios a costa del erario, del enriquecimiento ilícito, del tráfico de influencias, de los huachicoleros de cuello blanco que son los que prohíjan el robo de combustibles y muchos más basta. 


domingo, 31 de diciembre de 2017

PROPÓSITOS, PLANES, BUENAS INTENCIONES, Edgary Vázquez



PROPÓSITOS, PLANES, BUENAS INTENCIONES 
Y OTRAS FANTASíAS DE LA TEMPORADA

Por
Mario Edgary Vázquez López.
Morelos, México.


         ¡Qué rápido se fue este año! ¡Ni lo sentí!

Frases típicas de fin de temporada, que se empiezan a escuchar desde mediados de noviembre, donde nos damos cuenta de que muchas de nuestras promesas, propósitos y compromisos que cantamos a los cuatro vientos con mucho entusiasmo y enjundia, se quedan en tan solo buenas intenciones.

*Pero, este año, ¡ahora sí!, ¡este es el bueno! (aja ).
*¡Adiós a esos kilos de más! (aja…).
*Voy a leer un libro por mes como mínimo (aja).
*Este año dejo de ser patrocinador del gym y si le sacaré jugo, no como los otros tres anteriores que pago la anualidad y solo voy en enero (aja).
*Si no me dan el aumento que merezco en la empresa, me voy, ¡me les voy y emprendo mi propio negocio!...

         (Suspiro…). Y a todo esto, ¿qué es lo que nos pasa realmente? ¿Por qué esa falta de compromiso o dedicación?

         “Bueno, lo que ocurre es que es un compromiso conmigo mismo y esos no valen realmente”.

         ¡¡!! Me quede anonadado al escuchar esa “explicación” de un conocido. Es decir, ¿mi propia palabra no vale nada?, ¿un compromiso de mi para mí es como una hoja al viento?

         ¿Existe algún secreto que algunos elegidos conocen y que celosamente guardan para solo con sus correligionarios pueden compartir?


         No realmente, tan solo es cuestión de no atiborrase con las uvas y apurarse con los deseos – perdón, propósitos – y ser más realista. Que sean tres o cuatro, pero que sepamos los alcances de cada uno de ellos. Fijarnos metas que nos sean agradables y no un sacrificio, considerando que al final del año venidero, será muy satisfactorio decir que tuvimos éxito en cada uno de ellos. 


FALDAS Y PANTALONES, Daniel Zetina

*Foto tomada de su perfil en FB


FALDAS Y PANTALONES
Por
Daniel Zetina
Morelos
@DanieloZetina


*Para mis hermanas Blanca y Carmen

Desde que era niño tenía claros instintos de equidad de género, ¿por qué? Lo ignoro. Algunas veces he dicho que nací con eso, pero dicha afirmación es arbitraria. Algo en mi casa debió influir, a pesar de que hubo poca crianza y de que esta terminó cuando yo tenía 13 años.

En la escuela era clara la marcada diferencia en el uniforme de niños y niñas. Nosotros íbamos con pantalón y ellas con falda, rigurosamente. Le pregunté a la maestra la razón de aquello, en especial por qué las niñas no podían llevar pantalón si era más cómodo. Ella solo me ignoró. Lo mismo pasó con otro maestro de amplio bigote.

Me interesaba el asunto y lo consulté con varios adultos… lo mismo. Las niñas usaban falda y los niños pantalones porque así era y punto, por género. Porque los niños no podían usar falda y las niñas sí podían usar pantalón, pero fuera de la escuela. Incluso, en esa primaria, las niñas usaban falda para la clase de deportes.

En mi casa las niñas también usaban falda, más que pantalón. Eso fue cambiando con el tiempo, y las modas, y la identidad de mis hermanas, pero en general la diferencia se mantuvo. Mis amigas no solían cuestionar el asunto, ni compañeros mucho menos, lo único que sí les causaba interés era que gracias a las faldas podían verles los calzones a las niñas con relativa facilidad.

Seguí indagando y con el tiempo conocí a algunas personas que se preguntaban lo mismo. Fui un lector crítico de los anuncios y de la televisión en general. Leí artículos y libros sobre el tema de las diferencias de género y las imposiciones machistas, por mi cuenta en la biblioteca estatal de Morelos.
Todo lo anterior me dio algunas respuestas:

a) aunque en el origen quizás no era así, ahora las mujeres usan falda como una imposición machista (en tanto que los hombres occidentales no la usan);
b) los hombres usan pantalón como una especie de privilegio de dominación de los medios de producción (los obreros no podrían llevar falda por seguridad, por ejemplo);
c) la sociedad impone estándares estereotipados del vestido y otras formas de ornamentación en las mujeres como una forma de dominación comercial (maquillaje, moda), y con ello las obliga a un sometimiento consumista;
d) los varones no usan faldas, porque parecerían mujeres, y eso no lo pueden soportar.
Son solo algunas de las conclusiones a las que llegué en mi adolescencia y que en esencia no han cambiado. Pero además de esto, mis reflexiones me han llevado, más que a respuestas, a nuevas preguntas, que quisiera poder eliminar pronto de mis asuntos pendientes:
a) ¿por qué las mujeres siguen siendo sometidas por las imposiciones de patriarcado machista incluso en su forma de vestir?
b) ¿por qué hasta ahora son pocos los hombres que cuestionan estos estereotipos que terminan por dañar tanto a lo femenino como a lo masculino de la sociedad?
c) es impresionante el valor que las religiones le dan a la ropa, con un enfoque moral, en especial de forma restrictiva hacia las mujeres.
d) ¿qué hacer desde mi perspectiva de hombre antipatriarcal para luchar las imposiciones de una cultura que se gesta y defiende e impone desde mi propio género?

Faldas y pantalones, tacones y tenis, aretes y collares, cabello largo y casquete corto, shorts y falditas deportivas, perfumes, trajes, rasuradoras y tantos objetos que se vuelven simbólicos en la dominación y el engaño.

Somos, antes que eso, seres humanos, que podemos vencer los prejuicios, las leyes, la moral y los dogmas que restringen, prohíben, limitan, encasillan, anulan, obligan, vigilan y castigan a quienes no los siguen. Podemos comenzar por nuestra propia casa, así lo he intentado por años.



DE TRAMPAS, TRAMPOSOS Y HUMORISTAS EN TENIS... Miguel Izquierdo


*Foto tomada de su perfil de FB


DE TRAMPAS, TRAMPOSOS Y HUMORISTAS EN TENIS:
ARMONIOSO MORELOS

Por
Miguel Ángel Izquierdo Sánchez
Morelos


Jugar tenis para los mundanos, esto es, para quienes no tenemos pretensiones ni edad para participar en los grandes torneos que exigen alto rendimiento, tiene sus gracias y aventuras, sus diversiones y gratificaciones. Entre ellas está lidiar con aprendices y expertos en trampas de gran calaña, como con quien hace de todo ello, chacota, burla y chanza.
En el juego social de tenis hay menos tipos de trampas que de tramposos, pues algunos de éstos se benefician de más de un tipo de trampa y no les preocupa la originalidad.

Por ejemplo, Alfisco es experto en marcar fuera las bolas buenas de sus rivales. Bartoso es un especialista en exigir como buenas las bolas que saca en la cancha de su opositor. Cardún disfruta disminuyendo los puntos de su adversario. Dionico saliva cada vez que marca más puntos a su favor sin haberlos logrado. Ertusto usa permanentemente la lengua para distraer a su contrincante, cuando está por pegarle a la bola. Fosco ofende al término de cada punto a su enemigo y cuando le piden respeto sale con el cuento de que habla para sí mismo. Gorintio dilata adrede el juego cuando está enrachado su rival.

Los hay quienes se valen en un partido de varias de estas tretas, son auténticos tramposos combinatorios, alambristas con talcos en los bolsillos, para mejor saborearse sus tranzas. 

Pero a cada uno de ellos lo superó mi compadre Armonioso, artista del alambre fino, meticuloso, oportuno, sistemático. Lean si no.

Si marcaba fuera una bola buena de su oponente le decía para reconfortarlo: “salió por un pelito de virgen”. Si peleaba como buena una bola que había sacado en el lado de su contrincante, lo hacía, “por una causa noble”, como cuando apostaba una cerveza. Si disminuía los puntos de su adversario y lo cachaban en la treta, confesaba que lo hacía  “para que no se distraiga el contrincante”. Si se aumentaba arbitrariamente puntos a su favor y le reclamaban la argucia, contestaba: “es que me distraje”. Si le hacían la marrullería de ofenderlo en medio de una jugada, añadía de inmediato “se vale la autocrítica”. Cuando la maniobra de su rival era interrumpir el juego para ganar tiempo y romper su racha favorable, al momento de regresar el contrario, mi compadre hacía sonar su celular y suspendía el partido diciendo que le estaba llamando su entrenador psicológico desde Trampolandia, tomándose el doble de tiempo en interrumpir el partido. Añadía: “nos está viendo vía satélite por Google Earth”.

Cuando al terminar un partido le reclaman sus alambres y los puntos que había quitado a su honorable rival, contestaba con toda mesura y cara de infinita justicia: “la verdad, sólo le hice trampa en los puntos importantes”. 

Casi siempre ganaba, aunque llegaba muy rara vez a perder. Precisamente cuando no negociaba apuesta de por medio, o “para no perder al cliente”, o cuando la apuesta era “de a pellizco”. Entonces sabía bien perder, preparando el terreno para que el ganador cayera en el garlito de apostar al siguiente partido, que había perdido de antemano al momento de aceptarlo. 

A Armonioso, algunos le llamaban “El Arqui”, otros jóvenes jugueteando le apodaban “El viejito”. Era un humorista contumaz, un filósofo del tenis. Se nos fue prácticamente en la cancha de arcilla, acabando de jugar con la intensidad que lo hizo toda la vida, y apostando ese día, como era su ley, un “six” de cervezas por set.

Enseñó tenis a decenas de jóvenes y adultos, jugando y apostando el six: “es más barato que pagar a un profesor”, les aseguraba convencido. No hacía distinción, jugaba con quien se le plantaba enfrente y desde el principio, le iba observando para derivar de ello consejos para pararse bien, golpear la pelota de derecha, de revés, realizar el servicio e ir avanzando en el infinito repertorio de golpes de tenis.

Su humor era negro, frío, implacable: aparentaba estar muy serio y soltaba sus frases crípticas que resuenan años después de su partida. Así, la apuesta debería ser “puesta en obra”, exhibida antes de empezar a jugar, a mano, para ir tomando una cerveza él y una su contrincante, a la par. Esto era algo así como un “descuento de 50%”, pues con él se trataba de convivir, de jugar y chacotear.

Hacía sorna a gritos cuando alguien había perdido con él y no pagaba: “agárrenlo, se va sin pagar el six”. Y si alguien había huido en tal condición, apenas regresaba otro día, anunciaba desde la cancha con similar grito: “ahí viene fulano de puntitas”, ventaneando a quien quería pasar desapercibido. Todo para que cumpliera el honor empeñado con la apuesta previa, pendiente.

Tenía sus preferencias de cerveza: “unos huevos de toro”, pero tratándose de apuesta, aceptaba todas las marcas, excepto agua, pues como aseguraba, “esa no porque me puedo oxidar”.

Fue inventando como pueden ver, toda una jerga muy suya. Al punto para set le llamaba “cheve point” y al punto para partido le llamaba “six point”. A la muerte súbita le llamaba “six súbito”.

Sabía con quién llevarse, en especial con los jóvenes. De modo que cuando les ganaba a los presumidos, los calificaba con alguna de estas expresiones: “estás moco”, “estás verde”, o bien, “eres mijo, tolón, tolinsin”. Una variante era decirles: “ah qué caballo” (implicando, sin decirlo, ¡ah qué pendejo!).

Podía incluir en la apuesta, el bote de pelotas con las que se jugaba. Pero si el contrincante ponía las bolas, pasaban necesariamente por su escrutinio. Así opinaba de las pelotas viejas o muy gastadas: “con estas pelotas jugaba Pedro Picapiedra”, o bien, “estas pelotas son las que volamos a la barranca por inservibles el año antepasado” o bien, “estas bolas están más lisas que la calva de zutano o que las nalgas de mengano”. Y si de verdad era el caso, entonces había que jugar con sus pelotas y apostarlas también. Por cierto, Mingo, su zurdo contrincante y gran amigo, recuerda que el día del último partido de Armonioso, extrañamente, las pelotas quedaron ahí esparcidas sobre la cancha.

Era un deportista nato. Desde muy chico fue allá por el centro de Cuernavaca, basquetbolista, beisbolista, voleibolista. El deporte en general y en sus últimos años el tenis, lo era todo, diario lo jugaba. La célebre frase “Si tu trabajo que no te da para jugar tenis, deja el trabajo”, se la debemos a él. Nos reclamaba muy serio: “prefieren acabar viejos y decrépitos en sillas de ruedas, con fajos de billetes dentro del colchón, en lugar de ágiles y frescos jugadores de tenis; no digan que no se los advertí cuando vaya a verlos a sus casas de ancianos y los encuentre babeando”.

A los colados al deportivo que no habían pagado su entrada les dirigía la expresión: “dulces, chocolates, palomitas”, dejando claro que eran intrusos disfrutando lo que otros pagaban. Enseguida nos decía el apodo que le había dado, así en automático, como lo había inventado para todos nosotros, a primera vista, de su gran repertorio de sobrenombres de personajes de caricaturas o de películas. Nadie estaba exento de su apodo, aunque podría no llegarlo a saber.

Si algún jugador llegaba muy jarioso, sobrado de fuerza y sacaba demasiado las pelotas, apuntaba: “es que no hizo la tarea”, implicando que no había hecho sexo. En tal caso decía de sí mismo: “yo sí la hice, a renglón cerrado y sacando punta al lápiz”. Si en cambio el otro jugador pegaba muy débil a la pelota, de inmediato daba el motivo: “tú sí hiciste la tarea, procura descansar, antes de venir a jugar”.

Al que llegaba tarde (o se iba temprano), le cargaba la mano: “no te dejaban venir por no lavar los trastos, yo por eso me levanto temprano, para lavar trastos y ropa y así sí me dejan venir”. Cuando a alguien le llamaban por teléfono durante el juego expresaba para todos: “que te regreses a casa, que no planchaste”. Si uno llegaba a hora no acostumbrada, tenía la razón en la boca: “¿verdad que no está tu mujer?   Si estuviera no andarías por aquí a esta hora”.

Era también considerado. Tenía muy presente que a mí me gustaba aventarme ante un tiro difícil, cayendo y rodando sobre la cancha, por lo que terminaba con la playera y el short con algo de arcilla roja. Así que la ocasión en que no lo hice, terminamos y en la cancha, le dio por echarme arcilla sobre la espalda sudada, de ahí que le reclamé haciéndome a un lado:
-       ¿Qué te pasa compadre? ¡No me ensucies!
-       Te estoy protegiendo compadre, cuando llegues a tu casa si mi comadre no te ve con arcilla encima va a sospechar que te fuiste con las muchachas y así en cambio no tendrá dudas de que estuviste con nosotros, jugando tenis. No es un favor menor el que te hago.

Otras veces me bromeaba, diciendo: “¿Qué? ¿Estás construyendo cancha de arcilla en tu casa y por eso te la llevas en la espalda de poco en poco?”  A quienes también salían de la cancha con arcilla en la ropa les reclamaba: “aquí el único autorizado para sacar arcilla y proteger su matrimonio es mi compadre, así que regresa la que traes encima”.

Este pequeño recuento les puede dar idea de las huellas tenísticas y humorísticas que nos ha dejado, esparcidas por cada rincón de las canchas de arcilla. Por eso es que hemos instituido un torneo anual tenístico de dobles, para el que su amada familia imprime playeras y nosotros las adquirimos, con el agudo lema por el frente: “Si tu trabajo no da para jugar tenis…”, y al reverso: “…deja el trabajo”.