Por
Édgary
Vazquez
Morelos
• Ándele mi chula, un besito nada más; uno
chiquito.
• No, Romualdo, ¡pérate!, ya te dije que
no.
• ¿Y cómo porque no?, si ya dije que me la
pienso matrimoniar, solo espero que llegue su apa pa hablar bien del casorio.
• Pues sí pero mi apa no está, fue a la
capital y no sé cuándo llegue…¡Ora Romualdo, que te estés quieto! ¡Quita tu
mano de mi nalga, que te voy a…!
• ¿Qué pasó mi chula?, ¿en verdad me
soltaba la cachetada así nomás?, si no le sujeto la mano me zumba en serio. ¿O
me no quiere?, ¿no se quiere matrimoniar y que vivamos juntos?
• Sí Romualdo, sí quiero…pero, no quiero
que pienses que soy de esas muchachas. Hasta que no sea bien tu mujer, ¡no!
• Ta bien mi chula, ta gueno. Pero, oiga
bien, esta noche, deje la ventana de su cuarto abierta, pa que me meta en la
noche, solo quiero sentirla así, muy cerquita de mí, yo paso después de la
media noche, ya que en mi jacal estén dormidos, me les escabullo, salto su
tranca y me meto por la ventana.
• ¡No, Romualdo!, ¿estás loco? Mi ma se va
a dar cuenta y me azotará con la riata.
• Esta noche Jacinta, paso a buscarla mi
chula. Yam voy. Le mando un beso así del aire.
• ¿Y ora?, este loco sí es capaz de
meterse así a la mal sana en mi cama. ¿Qué haré?
Y así Jacinta fue de regreso a su
hogar, en un mar de dudas e incertidumbre. Realmente quería al muchacho y por
su mirada sabía que su cariño era correspondido, pero…tanto le había dicho su
madre de que no debía de entregarse antes del matrimonio.
-¡Jacinta! Bueno chamaca, ¿qué
tienes?, tas como ida, te hablo y hablo y parece le hablo a la pared, ¿no me
oyes o qué?
-Dispense ma, es que estoy cansada,
y pensaba en lo de mañana, ya ve que tengo que ir a la hacienda, para el
maizal. ¿Mi apa cuando regresa?
-Ummm mija, ya vez que cuando va a la capital,
tarda días, como es el ayudante. A ver si quiere el gobernador ponernos luz y
que ya no estemos con lámparas de aceite. ¿Y a qué tanta preguntadera? ¡Ora ya
párate, quítate de mi cama y vete a dormir!
-Ay ma, ya me acomodé en su cama, y
tengo rete harto sueño, ¿no se puede quedar en la mía?
-Ta
gueno pues, ya duérmete, voy a tu cama.
-Hace mucho calor, si quiere deje la ventana
abierta.
-Si
ya duérmete…
Y esa noche, pocos minutos después
de la media noche).
· -Mi
chula, Jacinta, hermosa… ¿se está haciendo la dormida mi chula? Me voy a
acomodar a su lado, no se espante con lo que sienta, es que realmente me trae
con rete hartas ganas. Mmmm… que suavecita mi Jacinta, que ganas tenia de
sentir sus piernas tan bellas y….
-¡Ayyy!!!,
¡auxilio!, ¡un loco, un violador! ¡Jacinta, trae un palo, rápido! ¡Mientras me
lo quito!.
Golpes,
con el metate, la escoba, y hasta con la bacinica de metal que estaba junto a
la cama. El pobre de Romualdo no sabía qué decir, dónde meterse o como esquivar
los golpes que le llovían.
Jacinta,
tratando de no reír fuerte y agarrándose el estómago por saber que sucedía
realmente, fingía no encontrar la lámpara para encenderla y que pudieran ver al
agresor e infame visitante.
-¿Dónde
ma?, ¡Dígame!
-¡Aquí,
junto a la cama, pégale, con el palo del pero, dale, duro!-
Como
pudo, tal amante furtivo, de un brinco por la ventana escapo de sus
golpeadoras, no sin antes tropezarse y pegarse en la espinilla con el filo de
la ventana, afuera, los ladridos de los perros que ante el alboroto, se
disponían a atacar con saña al indeseable visitante.
La
tranca con lodo, resbalándose y con mordidas en su ropa que le desgarraron la
camisa, allá quedo el huarache del pie izquierdo, que era destrozado con saña
por uno de los canes. Ya en la calle, después de la tremenda carrera, y tras
detenerse al sentirse a salvo, una vez que recobró el aliento, volteó en
dirección a la vivienda y dijo:
·
Condenada
Jacinta tan ladina, burlona y chistosa, ya verá ora que la vea.
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