lunes, 5 de junio de 2017

EDGARY VÁZQUEZ, ¿Felices vacaciones?

¿FELICES VACACIONES?
Por
Edgary Vázquez
Morelos

         No sé bien como ocurrió, simplemente, sucedió. Me encontraba en la antesala de un viaje en avión a uno de los destinos turísticos por excelencia: una playa. Bronceador, bañador, lentes de sol, toallas… en fin, lo necesario y típico para unas vacaciones muy merecidas y placenteras,  además de haber pedido dos días a cuenta de vacaciones de fin de año en la empresa para llegar antes que los demás y no estar tan atascado el destino; vamos, jueves y viernes es típico que todos viajen, y si lo hacía desde el lunes en la tarde, para aprovechar un par de horas más, era, un plan simplemente brillante.

         No sólo eran los nervios de ir a una playa desconocida, en un lugar que nunca había visitado con mi novia, en un viaje que pintaba para ser inolvidable. Ya me había enseñado el biquini que usaría y era algo que quitaba el aliento, ¡y dejaba muy poco a la imaginación!

¡Qué nervios! No se lo dije, pero era mi primera vez en un avión. Las manos me sudaban de la emoción, la sensación, imaginarme lo bien que la pasaríamos… el vuelo, la turbulencia, el despegue… ¿Pero, qué? Pensé nos sentaríamos juntos, abrazados, ella tomando mi mano, disfrutando el vuelo. ¿Una equivocación? Vi como la sentaban un par de lugares lejos de mi yo, junto a un tipo de dos metros, que se ve le entraba con ganas al gym (o a los esteroides); moreno con ganas, como si fuera del continente africano.

Ella me calmó lo mejor que pudo y me dijo que sólo era un lapso de tiempo muy breve, que después del viaje, disfrutaríamos los dos todo el tiempo juntitos.

-       Tú aguanta esto amor, y al llegar, te daré una sorpresa que te gustará mucho con mi traje de baño, en la playa, para que estés de travieso.

 La sola idea de esta promesa logró que me calmara un poco, tomé mi lugar junto a la ventanilla y traté de pasarla lo mejor posible.

El vuelo, el despegue… se siente morir este momento, me aferré con las uñas al asiento, cerrando los ojos y rezando a todos los santos que esto pasara lo antes posible y el avión no estallara ni se derrumbara. Por fin pasó… solo quedó esta sensación en el estómago de sentirlo todo revuelto…

Traté de controlarme y no pude, ¡no podía! Refresco, algo de botana y no lograba calmar el malestar. Miré a mi lado y mi compañero de viaje roncaba dormido. Con la cara de pocos amigos que se cargaba, ni loco de despertarlo. ¡Dios! ¡Ya no aguantaba! Me tapé la boca con la mano para evitar ahí mismo hacer una tontería. Traté de pasar sin despertarlo, de la forma más cuidadosa posible. Una bolsa de aire, sacudida del avión y…. ¡lo inevitable ocurrió! Mi estómago no aguantó más y lo del desayuno, comida y cena del día anterior, supongo, salió de manera abrupta y sin control de mi ser; sólo sentí las sacudidas sin control de mi cuerpo que se negaba a detenerse.

Exhausto, sudoroso y con los ojos llorosos, en las rodillas del corpulento pasajero, quien lentamente abría los ojos para mostrar una mueca de disgusto al notar lo que había ocurrido, mientras yo, con un pañuelo y una servilleta que tenía a la mano, le intentaba limpiar su ropa, disimulando… esperando lo peor… sólo atine a decir:

-       Espero que ya se sienta mejor mi amigo, ya, ya pasó… Y justo ahí supe, que los planes cambiaban drásticamente por una visita inesperada al hospital en 3, 2…


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