¿FELICES VACACIONES?
Por
Edgary Vázquez
Morelos
No sé bien
como ocurrió, simplemente, sucedió. Me encontraba en la antesala de un viaje en
avión a uno de los destinos turísticos por excelencia: una playa. Bronceador,
bañador, lentes de sol, toallas… en fin, lo necesario y típico para unas
vacaciones muy merecidas y placenteras,
además de haber pedido dos días a cuenta de vacaciones de fin de año en
la empresa para llegar antes que los demás y no estar tan atascado el destino;
vamos, jueves y viernes es típico que todos viajen, y si lo hacía desde el lunes
en la tarde, para aprovechar un par de horas más, era, un plan simplemente
brillante.
No sólo eran
los nervios de ir a una playa desconocida, en un lugar que nunca había visitado
con mi novia, en un viaje que pintaba para ser inolvidable. Ya me había
enseñado el biquini que usaría y era algo que quitaba el aliento, ¡y dejaba muy
poco a la imaginación!
¡Qué nervios! No se lo dije, pero era mi primera
vez en un avión. Las manos me sudaban de la emoción, la sensación, imaginarme
lo bien que la pasaríamos… el vuelo, la turbulencia, el despegue… ¿Pero, qué?
Pensé nos sentaríamos juntos, abrazados, ella tomando mi mano, disfrutando el
vuelo. ¿Una equivocación? Vi como la sentaban un par de lugares lejos de mi yo,
junto a un tipo de dos metros, que se ve le entraba con ganas al gym (o a los
esteroides); moreno con ganas, como si fuera del continente africano.
Ella me calmó lo mejor que pudo y me dijo que sólo
era un lapso de tiempo muy breve, que después del viaje, disfrutaríamos los dos
todo el tiempo juntitos.
-
Tú aguanta esto amor, y al
llegar, te daré una sorpresa que te gustará mucho con mi traje de baño, en la
playa, para que estés de travieso.
La sola idea
de esta promesa logró que me calmara un poco, tomé mi lugar junto a la ventanilla
y traté de pasarla lo mejor posible.
El vuelo, el despegue… se siente morir este
momento, me aferré con las uñas al asiento, cerrando los ojos y rezando a todos
los santos que esto pasara lo antes posible y el avión no estallara ni se
derrumbara. Por fin pasó… solo quedó esta sensación en el estómago de sentirlo
todo revuelto…
Traté de controlarme y no pude, ¡no podía! Refresco,
algo de botana y no lograba calmar el malestar. Miré a mi lado y mi compañero
de viaje roncaba dormido. Con la cara de pocos amigos que se cargaba, ni loco de
despertarlo. ¡Dios! ¡Ya no aguantaba! Me tapé la boca con la mano para evitar
ahí mismo hacer una tontería. Traté de pasar sin despertarlo, de la forma más
cuidadosa posible. Una bolsa de aire, sacudida del avión y…. ¡lo inevitable
ocurrió! Mi estómago no aguantó más y lo del desayuno, comida y cena del día
anterior, supongo, salió de manera abrupta y sin control de mi ser; sólo sentí
las sacudidas sin control de mi cuerpo que se negaba a detenerse.
Exhausto, sudoroso y con los ojos llorosos, en las
rodillas del corpulento pasajero, quien lentamente abría los ojos para mostrar
una mueca de disgusto al notar lo que había ocurrido, mientras yo, con un
pañuelo y una servilleta que tenía a la mano, le intentaba limpiar su ropa,
disimulando… esperando lo peor… sólo atine a decir:
-
Espero que ya se sienta mejor
mi amigo, ya, ya pasó… Y justo ahí supe, que los planes cambiaban drásticamente
por una visita inesperada al hospital en 3, 2…